ESTACIÓN VEINTICINCO - ENCUENTRO CON MANFRED MAX-NEEF

ESTACIÓN VEINTICINCO

ENCUENTRO CON MANFRED MAX-NEEF


Desperté con la mente despejada, dispuesto a continuar, vigilante a cualquier cosa que aconteciera, como me había aconsejado el Maestro.

Pronto dejamos el túnel, bajamos por una escalera y nos encontramos en un amplio espacio iluminado, similar a un aeropuerto repleto de sombras que avanzaban presurosas, formando filas, en todas las direcciones imaginables.

De repente nos encontramos de frente con una gran cantidad de almas que avanzaban por un pasillo. Cada una nos miraba del modo en que se mira a un extraño.

Pero sucedió que una de esas almas me reconoció y extendiendo sus brazos para abrazarme exclamó: “¡Qué encuentro inesperado! ¡Qué maravilla!”

Yo lo reconocí al instante, porque era un hombre inconfundible, alto, grueso, pelirrojo, barba y rostro rubicundo, un vikingo de rostro amable y mirada penetrante.

 

Peregrinación 24.png

 

¿Eres tú, Manfred?

Muchacho, amigo mío, soy el mismo Manfred Max-Neef que conociste. Retrocedamos un poco y pongámonos a la cola de la comitiva”.

Me da gusto encontrarte. Sentémonos un rato y conversemos tranquilamente. Como ves, ya no soy un muchacho.

Amigo – replicó –, no puedo detenerme. Es menester que siga caminando pues no debo distanciarme de mi grupo porque arriesgo perder mi vuelo; pero acompáñame un rato”.

Al caminar a su lado lo hice con la cabeza inclinada, como expresando un gran respeto.

Fue él quien inició la conversación:

¿Qué es lo que te trae a este lugar, cuando aun te cuentas entre los vivos? ¿Cuál es el destino de tu viaje? ¿Y quién es ese espíritu que te acompaña?”.

Estaba yo en el mundo, confundido, perdido en una selva urbana, antes de que mi vida llegara a su fin. Allá se me apareció este espíritu insigne que me va conduciendo en un viaje sorprendente en el que vamos pasando por tantos lugares extraños, como éste.

Si eres fiel a tu estrella – me dijo Manfred – llegarás a tu destino indemne, pues yo conocí la penetración de tu intelecto y la bondad de tu corazón. Pero debes ser cuidadoso porque en el mundo hay mucha gente avara, codiciosa, llena de soberbia y de envidia.

Haz todo lo que puedas para no ensuciarte con sus costumbres, como me sucedió cuando cometí el error de embarcarme en la lucha política, pretendiendo ampliar el radio de mi acción y mi fama.

Fui soberbio al suponer que los que me aplaudían serían fieles seguidores míos. Te recomiendo que conserves siempre tu autonomía, y no te dejes llevar por la engañosa y efímera gloria”.

Comprendí la bondad que traslucían las palabras de quien fue durante un tiempo, en mi juventud, un verdadero maestro. Le dije:

Yo conservo tu imagen paternal y reconozco que mucho me enseñaste, de lo cual te estaré siempre agradecido. Estoy seguro de que saldrás pronto y bien de este lugar de espera.

Y debes saber que no obstante las críticas que hice en mis obras a algunos de tus pensamientos, siempre daré testimonio de tus méritos. Impreso quedó mi nombre en tu libro Desarrollo a Escala Humana, en cuya elaboración participé con el equipo que invitaste. Te puedo asegurar que seré fiel a los valores de mi conciencia, más allá de los errores en que pueda incurrir.

 

Desarrollo a escala humana

 

Quise entonces saber quiénes eran los que formaban la comitiva de la que mi viejo amigo formaba parte.

¿Hay entre ellos algunos que yo conozca, o que sean tan eminentes como lo eres tú?

Tal vez conozcas a algunos; pero prefiero no mencionar sus nombres. Lo que debes saber es que muchos de ellos, igual que yo, fuimos furibundos críticos del sistema capitalista, del consumismo, de la depredación del ambiente.

Difundimos con ahínco nuestras críticas y nos hicimos queridos y famosos por hacerlo. Pero no fuimos consecuentes en la vida con nuestras críticas, pues continuamos gozando de los privilegios que nos ofrecía el mismo sistema que criticábamos.

Por eso nos encontramos aquí, en espera del juicio de la historia, muchos intelectuales críticos, que no participamos de hecho en la creación de la vida nueva que pregonamos.

Pero ya no puedo continuar conversando, porque no debo alejarme de mi grupo, y veo que viene gente con la que no conviene mezclarme. Lo único que me queda es recomendarte mi Tesoro: el Desarrollo a Escala Humana, pues en él vivo todavía. Nada más te pido”.

 

Mapa de necesidades

 

Entonces se volvió y retomó su camino, como uno de aquellos que corren disputando una carrera. Él corría con la prestancia de los vencedores, no de los perdedores.

Cuando la sombra de Manfred desapareció de nuestra vista, el Maestro permaneció un rato con la cabeza inclinada, en actitud reflexiva.

Luego se volvió hacia mí con ese aire de dulzura que le noté desde el momento mismo en que lo encontré por primera vez, en los faldeos de la cordillera.

Me dijo con un aire de reproche afectuoso, como el que adopta un padre cuando se ve obligado a reprender a su hijo dilecto:

Convendría que también tú fueses más arrojado, y que te atrevieras a exponer tu obra para que adquiera la notoriedad que merece, pues si mueres sin haberla difundido no dejarás más rastro que el humo en el aire o la espuma en el mar.

Así, pues, decídete, atrévete, y levántate con el ánimo del que quiere vencer en la batalla. Procura crear en ti mismo la convicción de la victoria, y no te dejes dominar por la desidia, porque es mucho el camino que tendrás que recorrer.

Y no me refiero sólo a este viaje, sino a lo que te espera en tu mundo. Si comprendes mis palabras, haz que te aprovechen”.

Entonces me levanté rápidamente mostrándome más vigoroso de lo que realmente estaba, y dije:

¡Adelante, pues!, que ya me siento fuerte y valiente.

 

Luis Razeto

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