ESTACIÓN SETENTA Y DOS - SABIDURÍA ME INSTRUYE SOBRE LA NATURALEZA HUMANA

ESTACIÓN SETENTA Y DOS

SABIDURÍA ME INSTRUYE SOBRE LA NATURALEZA HUMANA

 

¿Aclaró tus dudas el iluminado varón?” – me preguntó Sabiduría.

Fue primordial en verdad conocerlo, y te agradezco que me hayas conducido a él – respondí. – Me dejó pensando y llegué a algunas conclusiones que me interesaría contarte, si quisieras escucharme y orientarme, pues deseo estar seguro de que mis razonamientos estén bien encaminados.

Sentí la mirada amorosa de la Maestra y sus palabras cordiales:

Estoy a tu disposición, pues ya te tomé cariño y lamentaría mucho que te perdieras”.

Cuando el sabio me explicó que el humano no tiene una naturaleza determinada sino que cada hombre y cada mujer se hace a sí mismo, recordé que Aristóteles decía que la mente humana es, al comienzo, una tabula rasa, una página en blanco donde se van escribiendo y dibujando las experiencias y conocimientos que vamos adquiriendo. Así se configura nuestra conciencia, mediante aquello que vamos experimentando y conociendo.

 

mente aprendiendo

 

Afirmaba también el filósofo la gran maravilla de que el ser humano es, o tiene la potencialidad de ser, mediante el conocimiento, todas las cosas. Las realidades que vamos conociendo van entrando en nuestra conciencia y le van dando forma. Y como nuestro intelecto, nuestra mente, tiene la potencialidad de conocerlo todo, nos vamos identificando y ‘haciendo todas las cosas’.

Así poco a poco nos universalizamos, en la medida en que vamos conociendo e integrando más amplias y profundas porciones del universo en nuestra conciencia. Buscamos siempre conocer más, porque queremos ser más que lo que somos ahora. ¿Voy bien hasta aquí?

Puedo confirmarlo – me dijo Sabiduría –, pues yo misma inspiré a Aristóteles la sabiduría que abunda en sus escritos.”

Su respuesta me sorprendió, pues era tan bella y joven que nunca imaginé que pudiera contar más de veinte abriles, y ahora me enteraba que había andado por el mundo hace más de veinte siglos.

Recordé que ya me había advertido que en los espacios celestes las cosas no son como se aprecian con la vista y los sentidos. Le sonreí y me sonrió.

Confirmado por la Dama de que estaba bien encaminado, continué con mis razonamientos.

Aquello que conocemos atrae nuestra imaginación, por la cual apreciamos, admiramos y amamos las cosas, que nos seducen por su belleza, por su verdad y por su bien, que unas más y otras menos todas tienen.

Y nuestra voluntad de contemplarlas, de poseerlas de algún modo, de actuar e interactuar con ellas, nos lleva a la acción. Son tantas y tan variadas y de tan diferentes cualidades y rasgos las cosas que conocemos y nos atraen y mueven a gozar de ellas y a amarlas, que nos vemos precisados a elegir qué hacer con ellas.

Y he aquí que aparece la más extraordinaria cualidad de los seres humanos: la libertad, por la que nos movemos en una u otra dirección, siguiendo lo mejor, lo bueno, lo malo o lo peor, según lo que amemos y cómo lo amemos. Tal como me lo explicó la sombra de Dante cuando se apareció de repente en la décima explanada del Purgatorio.

Eligiendo libremente nos hacemos a nosotros mismos como seres éticos. Desarrollamos unas u otras virtudes, y a la inversa, unos u otros vicios. Nos convertimos en personas morales y virtuosas, o viciosas e inmorales.

No tenía nada más que agregar. Sabiduría movió la cabeza en señal de asentimiento, y comentó:

Ya habrás comprendido que esas facultades del intelecto y la razón, la imaginación y la voluntad, la libertad y el amor, que hacen que cada hombre y cada mujer sea creador de sí mismo, son potencias de naturaleza espiritual.

Lo cual se entiende fácilmente porque lo material y corpóreo está enteramente determinado por leyes y fuerzas físicas, químicas y biológicas determinadas.

La indeterminación y la autodeterminación del intelecto, de la imaginación, de la voluntad y de la libertad, son posibles solamente por ser inmateriales.

Es por eso que a este lugar llegan desprovistos del cuerpo que necesariamente queda en la Tierra, los espíritus humanos que por sí mismos, por sus conocimientos, sus acciones y sus amores libremente escogidos, adquirieron elevadas virtudes”.

Al decir esto Sabiduría alzó un brazo que me movió a mirar en la dirección que indicaba. Entonces vi llegar multitudes de almas que habían merecido alcanzar esta primera esfera del Paraíso, por haber sido en sus vidas personas éticas y virtuosas.

Yo me sentía pleno de conocimientos nuevos, tan amplios y profundos que no me atreví a plantear a mi Dama las nuevas interrogantes que surgían en mi mente.

Pues has de saber, amado lector, que nuestra inteligencia no se sacia jamás, y anhela alcanzar la verdad plena.

Después de cada nuevo conocimiento el intelecto se goza y se reposa; pero es sólo por un momento, pues enseguida se le aparecen otras dudas, y el espíritu se pone en búsqueda de nuevas luces.

Creo que Sabiduría comprendió el estado de mi mente, pues sin que mediara interrogación de mi parte me miró con gran ternura.

Era tan deslumbrante la luz de su mirada que preferí bajar los ojos, y me quedé pensativo en silencio. Sus palabras me sacaron de ese estado incierto:

Yo te ilumino con la llama del amor a la verdad, que es mucho más ardiente que cualquier otro amor en el mundo. No debe por tanto maravillarte que tus ojos se rindan ante la perfección de los míos, que pronto te guiarán al descubrimiento de lo que permanece oculto.

Percibo ya cómo en tu mente comienza a establecerse la luz eterna, esa que con sólo insinuarse enciende de amor el corazón.

Pero veo que asoman en tu mente muchas preguntas sobre la naturaleza humana, sobre la realidad espiritual y su relación con el cuerpo en que se asienta.

Si permanecen en ti las dudas sobre estas cuestiones, dificultarán tu ascenso hacia las esferas superiores, por lo cual conviene que ilumine desde ya tu mente, para evitar el estorbo que sería cargar con interrogantes insatisfechas. Te invito, pues, a escuchar con atención lo que voy a explicarte”.

Te escucho, feliz de que me enseñes.

Sabiduría me ilustró de este modo:

Así como la dinámica de la materia generó la vida que se manifiesta en vegetales y animales; y la evolución de la vida generó la conciencia racional auto-consciente que se manifiesta en los seres humanos; así el despliegue de la conciencia racional auto-consciente genera la espiritualidad, que se manifiesta en hombres y mujeres iluminados por la ética, la sabiduría y el amor.

La materia apareció en un punto, y se fue extendiendo en estrellas, sistemas solares con planetas y lunas, galaxias de incontables elementos.

La vida apareció en un primer ser vivo, considerado el último antepasado común de todos los vivientes que pueblan la Tierra.

Aquella simiente primogénica creció y se multiplicó, como lo vienen haciendo desde entonces todos los vegetales y animales, absorbiendo e integrando a su propio ser, elementos de la materia inerte, que de este modo se van vivificando.

La conciencia racional auto-consciente apareció en un primer individuo o pareja de primates de la especie Homo, y se ha venido expandiendo mediante la integración a ella, de cada vez más sensaciones, emociones, conocimientos, figuras, números, símbolos e ideas que los humanos extraen de sus experiencias e interacciones en el mundo.

 

Peregrinación 65.jpg

(Geographic Channel)

Así la realidad material, vital y consciente, viene siendo conocida, ‘concienciada’, racionalizada’, y el mundo deviene humanizado, conocido, provisto de sentido y de significado.

Con la realidad espiritual surgida en, y desarrollada por, hombres y mujeres iluminados, sucede análogamente. Esos hombres y mujeres singulares tienen la capacidad de despertar la espiritualidad en otras personas, a las que se acostumbra considerar sus discípulos.

De ese modo la espiritualidad se difunde y multiplica entre los humanos, de manera similar a como antes se difundieron y multiplicaron las cosas materiales, los seres vivos y las conciencias racionales auto-conscientes.

Te explico todo esto para que aproveches mejor las experiencias que tendrás con los seres espirituales que irás encontrando en este ascenso por las esferas celestes.”

Intuí que Sabiduría quería saber si lo había entendido.

Lo entiendo – confirmé.

Bien – dijo. – Pero el conocimiento de las cosas del espíritu no es pleno si se mantiene en abstracto. Conviene, entonces, que te encuentres y converses con un ser virtuoso.

¡Mira! Allá se acerca una mujer. Anda a su encuentro, que yo no tengo prisa y te esperaré tranquilamente paseando en este parque, admirando el colorido y el aroma de las flores y el canto de los pájaros e insectos.”

La conversación que tuve con esa mujer merece un relato aparte.

 

Luis Razeto

EL LIBRO IMPRESO EN PAPEL Y EN DIGITAL LO ENCUENTRAS AQUÍ:

https://www.amazon.com/-/es/gp/product/B08FL8Q64W/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_vapi_taft_p1_i10