IV. Donde se afirma que la nueva civilización está ya siendo construida por personas creativas, autónomas y solidarias.

 

Nos preguntamos en el capítulo anterior cuál puede ser el sujeto primario, actor o protagonista de la creación de una nueva civilización, y respondimos diciendo que sólo puede tratarse de individuos, hombres y mujeres. No pueden existir sujetos colectivos iniciadores de una nueva civilización, a menos que hayan aparecido ya, previamente, las personas que sean portadores de los modos de ser, de pensar, de relacionarse y de actuar propios de ella.

Ahora bien, el individuo sujeto-iniciador de la nueva civilización no es el hombre o la mujer que se encuentran perfectamente adaptados a la civilización que perece. El hombre y la mujer contemporáneos, en su gran mayoría, son personas conformadas según las pautas de la civilización moderna en crisis. Es obvio que no pueden ser iniciadores de una civilización nueva y superior, individuos masificados, consumistas, seguidores de las modas, competitivos, arribistas, dependientes del ‘sistema’ y subordinados a los modos de sentir, de relacionarse y de comportarse correspondientes a los requerimientos y demandas de la economía, la política y la cultura modernas.

En un artículo que escribí hace un tiempo titulado “Las necesidades y la naturaleza humana (teniendo como trasfondo la posibilidad de una civilización superior)” examiné ampliamente la pregunta sobre la posibilidad de formación y desarrollo de un nuevo ‘tipo humano’, capaz de iniciar la creación de una nueva civilización, en cuanto portador incipiente de ella: de sus modos de vivir, de relacionarse, de comportarse y de actuar. Aquí daremos por adquirida la respuesta positiva que obtuve en aquella indagación, esto es, la afirmación de que los seres humanos podemos configurarnos de distintos y muy variados modos, y que en consecuencia es posible el surgimiento de nuevos modos de ser individuos, de ser personas humanas, de ser hombres y mujeres. Sobre esto volveré más adelante.

Adelantemos por ahora una caracterización general del ‘tipo humano’ necesario para iniciar la creación de una nueva civilización superior a la existente: lo podemos identificar y caracterizar como un sujeto - hombre o mujer - ‘creativo, autónomo y solidario’. ¿Por qué creativo? ¿Por qué autónomo? Y ¿por qué solidario?, y qué implica cada una de estas caracterizaciones, lo iremos exponiendo a medida que avancemos en nuestros análisis y reflexiones.

Pero podemos y debemos adelantar algo, para evitar desde ya lo que sería una grave equivocación. Culquiera sea lo que entendamos por sujeto ‘creativo, autónomo y solidario’, se tratará siempre y en todo caso, de un modo de ser humano que requiere ser formado, construido, desarrollado, a partir del modo de ser de las personas concretas que habitan esta civilización que decae.

Pero nadie externamente puede ‘formarlo’ ni ‘construirlo’ ni desplegarlo. Es necesario que el individuo se forme a sí mismo, libre y voluntariamente, experimentando el proceso personal que lo convierta en un sujeto creativo, autónomo y solidario. Esto significa, más concretamente, que las personas reales y actuales que quieran ser creadores de una nueva civilización, deberán desarrollar su creatividad, conquistar su autonomía y hacerse solidarias, mediante un proceso de desarrollo personal.

Este desarrollo personal no puede ser impuesto desde fuera a cada individuo, pero podrá ser facilitado y apoyado por otras personas que, más avanzadas en el logro de dichas cualidades de creatividad, autonomía y solidaridad, les abran el camino, les testimonien y demuestren que es posible, y les ofrezcan los resultados de sus propios avances y logros, sobre los cuales podrán otras personas apoyarse. En tal sentido, veremos más adelante la importancia de la educación y de las comunicaciones en tal proceso.

Dicho esto, podemos afirmar que personas creativas, autónomas y solidarias ya existen, y seguramente en mayor proporción de lo que suele creerse. Esto significa que una nueva civilización, superior a la existente en crisis, ya está aquí, entre nosotros, como semilla, en germen. Y si es así, lo primero que hay que hacer es aprender a reconocerla, descubrirla, y decidirnos a participar en su desarrollo.

Es obvio que la construcción de una nueva civilización es un proyecto, una tarea, una obra gigantesca. Pero la historia enseña que los comienzos de una civilización son algo que ocurre con cierta espontaneidad. Si miramos las grandes civilizaciones que se han sucedido a lo largo de la historia humana, de hecho encontraremos que sus comienzos fueron normalmente procesos puestos en marcha por pocas personas, en base a un cierto conjunto de ideas muy claras y profundas, pero nunca complicadas ni difíciles de comprender.

De hecho, las civilizaciones comienzan a nacer en el seno de las civilizaciones en crisis orgánica, en las cuales la construcción de una nueva superior civilización aparece como una necesidad, y como respuesta a problemas reales y actuales que afectan la vida de las personas. Una necesidad que al comienzo es sentida por pocas personas, y unas respuestas a situaciones que son enfrentadas inicialmente por pequeños grupos. Pero la conciencia de esa necesidad y las iniciativas desplegadas inicialmente en pequeña escala, se extienden muy rápidamente a medida que la crisis de la vieja civilización se acentúa deteriorando la vida civil, la convivencia, la calidad de vida, los valores y las ideas que la sustentaron por siglos, pero que ya muy poco significan para las nuevas generaciones.

Como decía, las civilizaciones han comenzado siempre con la obra y la acción de unas pocas personas,y de pequeños grupos que ellas mismas crean, los cuales progresivamente se expanden por la integración de un creciente número de participantes, hasta constituir una fuerza intelectual, moral y política significativa. En tal sentido, la nueva civilización se está gestando en el seno de la civilización actual y convivirá con ella durante un período de tiempo prolongado.

Podemos decir que la nueva civilización ya existe, en pequeñísima escala, cuando se constituye el primer grupo o conjunto de individuos que viven, se relacionan, piensan, sienten y se comportan según las formas y contenidos de la civilización que empiezan a construir.

Afirmo con plena convicción que la nueva civilización se está ya construyendo, que muchas personas están de hecho participando en ella, y que en distintos lugares del mundo se están poniendo los cimientos sobre los cuales se levantará como una edificación social magnífica.

Obviamente, no cualquier sujeto que afirme ser portador de una nueva civilización, es verdaderamente embrión e iniciador de una civilización nueva. Esas personas y esos grupos que merezcan el calificativo de fundadores, deben cumplir ciertas condiciones, sin las cuales jamás podrán desplegarse hasta abarcar las necesarias dimensiones civilizatorias.

Para decirlo en general, ellos deben contener y ser portadores, en semilla, de los componentes esenciales de la nueva, superior civilización. Han de ser, como dijimos, personas y grupos creativos, autónomos y solidarios. Lo que implica cada uno de estos términos lo iremos examinando en los próximos capítulos.

Luis Razeto

 

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