IX. Se requiere una solidaridad muy fuerte si se trata de un proyecto tan grande como el de iniciar la creación de una nueva civilización.

 

Para que la solidaridad se convierta en fuerza realizadora, o sea para la formación de un auténtico Factor C eficiente y expansivo, no basta la amistad y el compañerismo, siendo indispensable la cooperación práctica de las personas en la realización de una obra común. Se requiere, además, que las personas que comparten propósitos y que mantienen entre sí afectos que los unen, se propongan objetivos superiores a ellos mismos, que vayan más allá de los que pueden ser los intereses y objetivos del grupo que ellos forman.

Esto es aún más importante cuando de lo que se trata es nada menos que de iniciar la creación de una nueva civilización. Podemos decirlo de otro modo: hay egoísmos colectivos que hay que superar. En el caso de la creación de una nueva civilización es preciso crear un Factor C, una solidaridad, acogedora y abierta a todos, que sea incluso capaz de universalizarse. Porque un Factor C, una solidaridad que se cierre corporativamente, no sirve para un proyecto como éste.

Si miramos las grandes realizaciones históricas, si estudiamos la gestación y formación de las civilizaciones, encontraremos en sus orígenes a pequeños grupos de personas; grupos inicialmente pequeños, pero potenciados por dos cualidades que los hicieron poderosamente expansivos.

La primera de ellas es, precisamente, que su objetivo era un gran objetivo, una gran idea, un proyecto que se proponían que abarcase a la sociedad en su conjunto, o que tenía un potencial de genuina universalidad.

Acceder a un nivel de conciencia universal es hoy más necesario que nunca antes en la historia, pues los principales problemas que nos afectan son problemas que afectan a la humanidad entera. La llamada globalización está poniendo de manifiesto esta dimensión planetaria de los problemas, y que es igualmente planetaria la solución posible. La cuestión del medio ambiente y de los desequilibrios ecológicos nos enseña que es la tierra en su conjunto la que debe entrar en una nueva civilización. La mundialización de las informaciones y de las comunicaciones hace posible que tomemos conciencia de que somos parte de una humanidad que comparte una historia común y un mismo destino.

Pero la pregunta que surge y que hay que responderse es ésta: ¿cómo se accede a una conciencia universal? ¿Cómo se universaliza la propia solidaridad? Esto lo abordaremos más adelante, pero podemos por ahora adelantar lo siguiente.

Acceder a un nivel de conciencia universal no es simple cuestión de proponérselo, ni tampoco es algo que se obtiene por el simple deseo de superar los egoísmos. La conciencia universal se construye mediante la elaboración de un proyecto de dimensiones universales. La propia comprensión y elaboración del proyecto de una civilización superior constituye el camino real para lograr un paso a un nivel de conciencia superior.

Dijimos que dos son las cualidades que han distinguido a los pequeños grupos que han mostrado ser capaces de iniciar la creación de una civilización entera. La primera es ésa de la universalidad. La otra, que examinaremos ahora, es que el Factor C que poseían era de una potencia inmensa, de una fuerza en cierto sentido avasalladora. Pues bien, ¿qué es lo que determina la potencia de un Factor C, de la solidaridad eficiente de un grupo humano?

La respuesta es simple, y obviamente coherente con el propio concepto del Factor C. La fuerza y energía capaz de desplegar un grupo cohesionado por una conciencia, una voluntad y unas emociones compartidas, depende de la calidad e intensidad de su unión integradora. Es fundamental, entonces, crear Factor C de la mejor calidad y de la mayor intensidad posibles. Más concretamente, la fuerza del Factor C depende del grado o nivel de unión de las conciencias, voluntades y sentimientos de las personas que forman el grupo solidario, en torno a un objetivo común. A mayor intensidad de unión y solidaridad, mayor es la energía que se genera en el colectivo.

Esta es una verdadera "ley", que vale incluso en el campo de la realidad física. Los campos de fuerza que establecen la unión de los elementos físicos o químicos son más o menos intensos, e irradian o atraen con mayor o menor intensidad, según la cohesión o fuerza que integre al sistema. Las reacciones atómicas son más poderosas que las reacciones moleculares y químicas, porque los elementos que componen un átomo están mucho más fuertemente unidos entre sí que los componentes de una molécula o de un elemento químico.

Más que la cantidad, o sea más el tamaño del grupo en cuanto al número de sus integrantes, importa la intensidad de la fuerza que los une. Un grupo humano fuertemente cohesionado es indestructible con medios normales. Un grupo solidario, aunque reducido en número, pero cohesionado por una conciencia, voluntad y sentimientos muy fuertes, puede cambiar el mundo. Ejemplos hay muchos en la historia. Un pequeño grupo de discípulos de Jesús de Nazareth, que formaron una comunidad en que lo compartían todo, creó una religión tremendamente expansiva. Un pequeño grupo de fieles a Mahoma generó un movimiento que llegó a constituir un gran imperio, cuya decadencia estuvo marcada precisamente por la ruptura de su unidad interna. Las grandes revoluciones sociales, políticas y culturales, fueron iniciadas por pequeños grupos que comenzaron creando una conciencia, voluntad y sentimiento común, que los unía muy fuertemente.

Hay gente que dice: "una civilización superior es una utopía, una política solidaria, una economía solidaria son proyectos imposibles. Tal vez lo dicen porque no conocen el Factor C, porque no lo han experimentado con la fuerza que tiene.

Una vez que se forma un grupo solidario cohesionado y se genera la energía C, los integrantes se dan cuenta inmediatamente que las que antes les parecían dificultades insalvables ahora las puedan superar, y que son capaces de grandes realizaciones, aunque no tengan mucho dinero, ni poder, ni grandes relaciones y contactos sociales. Fue Aristóteles el primero en decir que “grandes obras pueden hacerse con pequeños medios y pocos recursos”. Es porque él había conocido las fuerzas que puede desplegar el espíritu humano.

Lo hemos repetido varias veces: unión de conciencias, unión de voluntades, unión de sentimientos. Los tres elementos son igualmente necesarios, porque los tres contribuyen a la cohesión del grupo humano y los tres generan energía humana y social. Algunos creen que la solidaridad es sólo cosa del sentimiento y de las emociones; otros la entienden como algo que depende solamente de la conciencia y de los valores éticos; y otros la refieren exclusivamente a la práxis, a la voluntad de realización. Lo que hace indestructible a un grupo humano, y ciertamente viables y exitosas las iniciativas que emprendan, es la integralidad de su unión. Los tres aspectos contribuyen a la calidad del Factor C.

Todo depende, pues, de las personas y del propio grupo. De este modo se nos va clarificando poco a poco por dónde empezar. Sabemos ya que una de las primeras cosas que han de hacer quienes se propongan iniciar la creación de una nueva civilización, es formar en torno a dicho objetivo, un grupos solidario, una o varias redes, una o varias asociaciones, una o varias comunidades fuertemente unidas.

Luis Razeto

 

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