VEINTE PROPOSICIONES - Luis Razeto

 

PROPOSICIÓN 1

 

Una primera proposición pudiera relacionarse con el que fuera el primer enunciado propiamente filosófico, la idea de la unicidad del ser formulada por Parménides: 'el ser es único, uno solo, entero y compacto, es todo lo que es. El no ser no es'. Pero nuestra proposición afirma algo menos abstracto y más específico: la realidad es una sola y la misma, en cuanto incluye como un todo único, la realidad material (en su configuración física y química), la realidad biológica (los seres vivos, desde las bacterias hasta las plantas y los animales) y la realidad consciente (las mentes e inteligencias cognoscentes, que llegan a ser conscientes del mundo y de sí mismas, que conocen racionalmente, y que pudieran tal vez ser capaces de experiencias espirituales).

Así entendida, esta proposición no se presenta como el inicio del conocimiento al modo metafísico antiguo, sino como la conclusión del conocimiento científico moderno, que ha establecido que todos los componentes, dimensiones y 'órdenes' evolutivos del universo se encuentran conectados y relacionados espacio-temporalmente, interactuando entre sí conforme a estructuras y dinámicas determinadas como ‘complejas’ tanto en sus partes y componentes como en su totalidad.

De este modo, el punto de llegada de las ciencias y el punto de comienzo de la filosofía parecen encontrarse y en cierto modo coinciden en el mismo concepto de la unidad de la realidad; pero mientras el concepto inicial del 'ser' era estático y estaba vacío de contenidos específicos (presentándose por tanto como simple), el concepto actual de la 'realidad evolucionante' se encuentra pleno de determinaciones particulares (que lo exponen en su dinámica y en su complejidad).

Esta primera proposición parece actualmente casi de sentido común y no presenta mayores dificultades de intelección; pero conviene advertir que ella contradice las creencias más difundidas a lo largo de la historia y hasta tiempos muy recientes, por la mayor parte de las filosofías, las religiones y las ciencias. En efecto, han predominado y son todavía hoy habituales las concepciones ‘dualistas’ que conciben como realidades ontológicamente separadas y no sintetizables, las que analíticamente distinguimos con los conceptos de materia y de conciencia, de cuerpo y de alma, de concreto y de abstracto, de objetivo y de subjetivo, la res extensa y la res cogitans, de material y de espiritual, etc.

Por lo mismo, esta proposición sobre la unidad de la realidad universal es densa de significados y de implicaciones, en cuanto exigirá integrar en la concepción y explicación de la realidad, en una visión unificada, todo aquello que, encontrándose en la experiencia cognitiva humana, ha llevado a postular esas distinciones que conducen a suponer alguna dualidad ontológica.

El darnos cuenta que la realidad es una y que integra en sí todas las diferenciaciones que han dado lugar a la pluralidad de saberes y de ciencias, es lo que mueve a buscar la unificación de todas éstas, en una concepción teórica que sea ‘comprensiva’ de toda la realidad e ‘inclusiva’ de sus múltiples componentes. En efecto, sólo si se logra relacionar, conectar e integrar los conocimientos que nos proporcionan los distintos saberes y ciencias podremos comprender lo que es la realidad en su conjunto y sus variados componentes, dimensiones o partes, que no serán plenamente inteligibles hasta que conozcamos cómo se generan unas de otras y cómo se articulan todas sistémica y estructuralmente.

Esto significa que habrá que instalar en una misma y única ciencia comprensiva de la realidad, tanto aquello que observamos con los sentidos y que asumimos como material, como el mundo de la conciencia, de la subjetividad, del intelecto y sus creaciones que acostumbramos asumir como inmateriales: las ideas, los números, la realidad poética y simbólica, los valores, la experiencia espiritual, etc. Y la integración de estos órdenes, dimensiones o aspectos de la realidad que suelen ser concebidos separadamente no es nada sencilla: requerirá una nueva estructura del conocimiento, que estas mismas hipótesis tendrán que fundamentar.

Cabe advertir también, para evitar un malentendido inicial, que en la formulación de esta proposición primera se hace referencia a la unidad de todas las realidades de las cuales tenemos experiencias cognitivas, esto es, a la realidad única y total que podemos englobar como la 'realidad evolucionante', a la que puede aplicarse el término 'universo'. De este modo se excluye explícitamente en esta proposición toda referencia a la existencia o no existencia de un ser perfecto, superior y trascendente al universo, o sea a lo que suele identificarse con la idea de Dios. Si existe un ser perfecto, absoluto, infinito, eterno y trascendente, no es parte de este mundo sino una entidad 'otra', que no podemos conocer directamente, y que siendo para nosotros incognoscible, no cabe considerar entre las afirmaciones que pretendan ser 'unificadoras del conocimiento'. No obstante, algunas conclusiones importantes veremos que es posible extraer respecto a lo que conocemos como la espiritualidad y la religión. Pero exista o no exista Dios, nuestra proposición sobre la unidad y unicidad de la 'realidad evolucionante', que en su propia evolución da origen a las realidades materiales, biológicas, conscientes, racionales y (tal vez) espirituales, mantiene plena validez.

 

PROPOSICIÓN 2

 

La segunda afirmación que proponemos se conecta también con una precoz afirmación filosófica, aquella enunciada por Heráclito: "Todo fluye, toda la realidad se encuentra en permanente devenir". Pero la proposición nuestra no la derivamos de aquella afirmación sino del conocimiento acumulado por todas las ciencias. Lo que afirma nuestra proposición es: toda realidad conocida o por conocer, o sea todo lo que observamos y distinguimos en las realidades material, biológica y consciente, está en permanente proceso de cambio y evolución. Así lo establecen, confirman y reiteran las ciencias, que observando y analizando las realidades de los más variados tipos y niveles encuentran en todo, el movimiento, la evolución y el cambio.

Pero esta segunda proposición tampoco es tan obvia como parece, toda vez que ciertas importantes filosofías han afirmado, y pareciera que el intelecto humano tiende a suponer, que en la intimidad o al interior de todo lo que cambia, hay algo esencial, sustantivo, que permanece inmutable, sin ser afectado por los cambios exteriores, circunstanciales, accidentales, etc. Las propias ciencias positivas identifican numerosas relaciones que definen como ‘constantes’ de la realidad, esto es, factores que no cambian en el tiempo; y formulan ‘leyes’ que no cambiarían sino que permanecerían invariantes.

Por ello, un futuro conocimiento unificado deberá ser capaz de dar cuenta y de integrar en la visión evolutiva de la realidad, aquello que las propias ciencias consideran ‘constantes’ de la realidad, o aquellas estructuras llamadas "esenciales" por la filosofía, que supuestamente subyacen inmutables bajo los cambios que percibimos en toda realidad conocida.

En este sentido, habrá que comprender y explicar de qué modo y por qué la conciencia formula conceptos, ecuaciones, leyes físicas y demás realidades racionales que no cambian o que pretenden perdurar y trascender el tiempo; y por qué la propia conciencia parece buscar la permanencia, sin por ello dejar de estar sujeta al cambio constante. No es tan sencillo asumir que 'todo fluye', cuando la idea de que 'algo' permanece y trasciende los cambios está tan fuertemente arraigada en la conciencia humana.

De todos modos, el movimiento y el cambio predominan sobre la estabilidad y la quietud. La existencia de realidades particulares aparentemente inmóviles en el marco del cambio permanente y universal de la 'realidad evolucionante', quizás pueda explicarse dinámicamente, esto es, por el operar de una tendencia a la quietud, al equilibrio, que se manifestaría tanto en la realidad material como en la realidad biológica y en la realidad consciente. Pero la quietud y la tendencia al equilibrio, precisamente por ser tendenciales, conllevan dinámicas de movimiento y cambio, en cuanto orientan la realidad hacia un estado de equilibrio que no se alcanza nunca en forma plena.

 

PROPOSICIÓN 3

 

La aceptación de las dos afirmaciones primeras exige asumir racionalmente, como tercera proposición, que no existen devenires o evoluciones independientes, en el sentido de que no haya conexión ni continuidad de origen en la evolución de la materia, la evolución de la vida y la evolución de la conciencia. En efecto, el principio de la unicidad de la realidad, asociado al principio de la universalidad del cambio, exigen afirmar racionalmente que: toda la realidad experimenta evolución, una evolución única y universal, que incluye y abarca las transformaciones que experimentan las realidades física, biológica y cognoscente, y el paso de una a otra. Todo lo que conocemos forma parte de un único ser, que llamaremos 'realidad evolucionante'. Conforme a esta hipótesis, la realidad evoluciona determinada exclusivamente por factores intrínsecos presentes en ella misma, no siendo aceptable recurrir a explicaciones en base a influencias que pudieran considerarse externas a la misma realidad evolucionante.

En base al conocimiento científico y conforme a esta tercera proposición, entendemos que la realidad evolucionante se desenvolvió durante millones de años en un proceso puramente físico, en el que surgieron progresivamente los distintos elementos atómicos y moleculares y los diferentes cuerpos astronómicos (galaxias, planetas, etc.). Así se constituyó un primer ‘orden’ de realidad que podemos denominar el ‘cosmos físico’ (del griego ‘cosmos’, que significa orden,  y  ‘phisicós, término que identifica la naturaleza material).

Las ciencias han demostrado y enseñan que la vida surge en algún momento de la evolución de la materia, constituyéndose los seres vivientes como una parte de la realidad material, parte que distinguimos en el conjunto del ser fluyente y que podemos identificar como la materia-viviente.

El surgimiento de la vida como un hecho natural que se verifica inicialmente a nivel molecular, pone de manifiesto un fenómeno extraordinariamente interesante: la autopoiesis (del griego  ‘auto’, que significa por sí mismo, y poiesis, organización, producción), que describe el origen y el desarrollo de la vida (ontogénesis y filogénesis). Ahora bien, desde el momento que en el universo aparece la vida como un hecho resultante de su evolución natural se puede afirmar que la realidad, en y a partir de los seres vivientes, se constituye como autopoiética. Así, con la emergencia del ‘orden’ vegetativo o viviente la realidad evolucionante llega a constituirse como un ‘cosmos autopoiético’, capaz de generar procesos vitales y de auto-organización.

En efecto, esta materia viviente que se manifiesta primero en la que podemos considerar como vida vegetal (si en ella incluimos las procariotas, las algas, los hongos y las plantas), da lugar en un momento de su propia evolución, a la que podemos considerar como materia-viviente-animal (que incluye los gusanos, los moluscos, los insectos y otros artrópodos, los peces, los anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos).

Es en esta materia-viviente-animal que aparece una primera forma de cognición, cuando surge un sistema nervioso y cerebral que siente y percibe la realidad circunstante, adquiriendo como consecuencia de ello la capacidad de orientarse, moverse y desplazarse por sí mismo en su medio ambiente. Se constituye de este modo, evolutivamente, la materia-viviente-animal-cognitiva/sensitiva. Con este nuevo ‘orden’ de realidad el universo evolucionante llega a ser un ‘cosmos noético’ (del griego nóesis’, que significa conocimiento).

Esta no deja de evolucionar, dando lugar posteriormente a un tipo nuevo y superior de cognición, cuando surgen las mentes individuales humanas capaces de representar abstractamente y simbólicamente las realidades que experimentan, de concebirlas racionalmente, y de tener conciencia y autoconciencia intelectiva. Ha aparecido así, la materia-viviente-animal-cognitiva/sensitiva-intelectiva/ racional/ autoconsciente, que no solamente se orienta y se mueve por sí misma en su medio ambiente, que siente y conoce, sino que también se torna capaz de proponerse fines creativos y de actuar libre, consciente y autónomamente para realizarlos, lo que implica la capacidad de modificar y crear su medio ambiente y de cambiar y evolucionar en sí mismo, conforme a sus propios objetivos y proyectos. De este modo la realidad evolucionante, en el momento que emerge la cognición consciente/autoconsciente que implica la posibilidad de proponerse y realizar fines y de modificar su entorno y a sí mismo orientando en algún sentido los cambios, se constituye también como un ‘orden’ o ‘cosmos teleológico’ (del griego telos, finalidad, y ‘logía, conocimiento o explicación).

Para comprender cabalmente la radical novedad de este último paso experimentado por la realidad evolucionante, es importante observar que el sujeto de la cognición racional autoconsciente es el individuo humano y no la especie humana. Los humanos somos 'especie' en cuanto realidades biológicas, esto es, en cuanto materia-viviente-animal; pero somos 'individuo' en cuanto realidades cognoscentes conscientes y autoconscientes, condición que no compartimos con ninguna otra especie animal, y que si bien es propia de cada uno de los miembros de la especie humana, se verifica y cumple siempre y solamente a nivel de cada individuo que conoce, piensa y es consciente de sí mismo y de su exclusiva y personal actividad autoconsciente.

En este contexto, cabe advertir que el significado del término ‘evolución’, en cuanto aplicado a las dinámicas de sucesivas transformaciones en el tiempo de las realidades física, biológica y cognoscente, es más amplio que el que tiene en el campo de la biología en que se originó el concepto de la evolución, pues incluye toda la dinámica física, biológica y consciente que se da en el universo. Pudiéramos haber empleado también el término ‘historia’, tomándolo de las realidades humanas y conscientes en que tiene origen, afirmando que toda la realidad (física, biológica y cognoscente) experimenta una única historia universal. Si el término que adoptemos para expresar la evolución universal lo extrajésemos del modo como entendemos las transformaciones del mundo material, pudiéramos hablar de una ‘dinámica’ única. Más apropiado que todo aquello tal vez sea adoptar el término de origen filosófico y hablar de un único ‘devenir’, y de un 'ser deviniente'. Pero entendido el concepto, podemos emplear cualquiera de los términos mencionados (evolución, historia, dinámica, devenir), asumiendo que cualquiera de ellos integra las transformaciones y procesos que son propios de todos los modos u 'órdenes' de la realidad que han aparecido en el universo y que la ciencia ha diferenciado.

También esta proposición de la unidad de la evolución universal presenta dificultades para ser aceptada, pues las ciencias han investigado los cambios y transformaciones de las realidades física, biológica y cognoscente de manera independiente, identificando muy diferentes dinámicas, sin que haya podido aún determinarse con la rigurosidad que exigen las ciencias, cómo se habría dado el ‘paso’ o tránsito desde una realidad a la otra. Pero en esa dirección trabajan actualmente muchos científicos teóricos y experimentales.

En todo caso, y aún antes de que las ciencias nos indiquen cómo se hayan verificado tales pasajes, en coherencia con nuestra primera proposición la lógica exige postular la existencia de dichos nexos y tránsitos (la aparición de la vida en el curso de la dinámica de la realidad material, y el surgimiento del conocimiento primero sensitivo y luego intelectivo y autoconsciente en el proceso de la evolución de la vida). Podemos afirmar que los científicos que se encuentran abocados a descubrir de qué modo las interacciones físicas y químicas dieron lugar, en un momento del tiempo, al surgimiento de los primeros seres vivos, y también de qué modo la evolución de los seres biológicos generó las condiciones que permitieron el surgimiento de los individuos cognoscentes y autoconscientes, no tardarán demasiado en proponer las respuestas.

 

PROPOSICIÓN 4

 

Reconocemos entonces que en el devenir de la realidad evolucionante hay un proceso y una secuencia, tal que las realidades material, vegetativa, cognitiva/sensitiva e intelectiva/ racional/ autoconsciente (como realidades identificables, tal como las conocemos) han aparecido una tras otra, de modo que cronológicamente la realidad física es anterior a la realidad viviente, y ésta antecede a la realidad sensitiva, que a su vez es anterior a la realidad intelectiva racional/autoconsciente. Esta proposición indica una dirección en la evolución de la realidad, en el sentido que es imposible que los cambios hayan ocurrido temporalmente en el sentido inverso (por ejemplo, que la conciencia sea anterior a la vida, o que la vida sea anterior a la materia).

En este sentido, la vida aparece en un lugar y en un momento determinados de la evolución de la realidad material (o probablemente en distintos lugares y momentos), como una novedad (elemento o ‘propiedad emergente’) pequeñísima en comparación al conjunto de la realidad física. Del mismo modo, la conciencia aparece en la realidad biológica también como una novedad muy pequeña en relación al conjunto de ésta. Pero el hecho mismo del aparecimiento de cada una de estas novedades o ‘propiedades emergentes’ (vida, sensación, intelección racional), ha de entenderse como un hito, un hecho crucial, que es precisamente lo que da lugar a la diversidad de ciencias que las estudian, haciendo que se presente como problema la cuestión de su necesaria unificación. Todo ello nos lleva a formular nuestra cuarta proposición:

El proceso que en el transcurso del tiempo lleva desde la realidad física material a la realidad vital vegetativa y de ésta a la realidad animal cognitiva/sensitiva y luego a la realidad humana intelectiva/racional/autoconsciente, marca un sentido, una dirección, en el devenir de la realidad universal.

Esto no significa que el universo entero llegará algún día a ser enteramente vivo, y que después todos los seres vivos alcanzarán el nivel de la realidad cognoscente. En otras palabras, no estaríamos en presencia de una evolución direccionada – ésta que va de lo inerte a lo vivo y a lo cognoscente – abarcante de la realidad universal considerada como un todo, sino de una dirección evolutiva que está presente en la dinámica de la realidad como un ‘filón’ o rama evolutiva que se va especificando y particularizando.

Hay que reconocer, además, que el surgimiento de las sucesivas ‘novedades’ mencionadas impactan inicialmente de manera muy reducida las dinámicas de las realidades en que aparecen. Al ser tan pequeña la novedad de la vida en relación a la realidad de la materia en que aparece, así como es inicialmente muy pequeña la realidad cognoscente en el contexto de la realidad viviente, no pareciera legítimo suponer que el surgimiento de las mencionadas ‘novedades’ marque o indique una dirección o un sentido global al devenir de la realidad evolucionante en general. Pero hay varios hechos o aspectos que nos llevan a formular como hipótesis, que este ‘filón’ evolutivo que marca el sucesivo aparecer de la materia, la vida, la sensación y la intelección, marca un sentido – una dirección y un significado - que no es independiente del devenir universal.

Para sostener esta proposición hay que considerar, en primer término, que lo único que pudiera indicar la existencia de una dinámica direccionada al interior de la realidad evolucionante, es la observación empírica racionalmente validada del progresivo surgimiento o aparición de ciertas novedades que podamos reconocer como altamente significativas, o sea de ‘propiedades emergentes’, identificables como esporádicos pero sucesivos puntos sobresalientes a lo largo de una dinámica que, si se prescindiera de ellos, parecería que no avanza en ninguna dirección que tuviera realmente sentido y significado.

Hay que considerar, también, que el surgimiento de cada una de estas novedades (aún en su pequeñez inicial) parece haber requerido como condición de su aparecer, un larguísimo proceso de evolución de la realidad precedente, que prepara su aparecer. En efecto, la vida no pudo aparecer hasta que se formó al menos un planeta suficientemente integrado y diversificado en su propia constitución física interna, que hiciera posible que en él emergiera la vida. A su vez la cognición sensitiva no pudo emerger hasta que se formaron especies animales dotadas de sistema nervioso y de cerebro como resultado de una larga evolución de la vida. Y también la cognición intelectiva/racional/autoconsciente requirió la prolongada evolución previa de las especies animales hasta que surgió el homo sapiens sapiens.

Pero lo más significativo e importante es la constatación de que, una vez que aparece la 'novedad' de la vida en el mundo material, aquella inicia un proceso de crecimiento y diversificación, que supone la integración a sus propias estructuras y dinámicas, de elementos de la realidad previamente inertes que están en su entorno y con los que entra en contacto e interacción, los cuales pasan progresivamente a ser parte de la realidad viviente en su proceso de expansión. Digamos, para simplificar, que un volumen creciente de moléculas de realidad inerte se convierten en células de realidad viviente, de manera que una parte creciente de la realidad material se convierte en realidad biológica.

De un modo similar, surgida la realidad cognoscente autoconsciente, ésta va integrando crecientes elementos de conocimiento, de conciencia y de subjetividad en la realidad viviente y material en que surge y donde se va expandiendo y diversificando. Dicho de un modo más simple, se observa que la realidad material y la realidad viviente se encuentran cada vez más interconectadas y comunicadas por la información y los procesos subjetivos generados por las inteligencias humanas; en tal sentido, aquellas realidades material, vegetativa y cognitiva/sensitiva van siendo -en cierto modo y sentido- integradas o subsumidas en la realidad cognoscente/intelectiva/autoconsciente.

Es así que, si bien las ‘novedades’ o ‘propiedades emergentes’ son inicialmente muy pequeñas en relación a la realidad en la que aparecen, al ir ellas integrando y/o absorbiendo lentamente elementos de éstas en sus propias estructuras y dinámicas, la afirmación de la direccionalidad del proceso evolutivo parece reforzarse y validarse, encontrando importantes soportes empíricos.

De modo semejante que en las anteriores, también esta cuarta proposición resulta difícil de asumir, no tanto esta vez por el sentido común y el pensar filosófico y religioso, sino desde las ciencias en su formulación positivista. Éstas, en efecto, durante gran parte de su desarrollo y en la mayoría de sus corrientes teóricas, niegan la idea de una orientación finalista de las dinámicas evolutivas, entendiendo que los fenómenos se explican solamente por sus causas precedentes, careciendo de algún tipo de ‘causación finalista’ que pueda direccionar los procesos previos. La ciencia física explica los fenómenos materiales en base al exclusivo operar de las cuatro fuerzas o interacciones fundamentales (gravitacional, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil), mientras la biología explica la evolución de la vida por efecto de la ‘selección natural’ o la ‘deriva genética’, mutaciones y migraciones genéticas, etc., apareciendo las novedades como consecuencia de fenómenos que se producirían por azar.

En nuestra proposición, que constata y afirma la dirección que ha seguido el proceso evolutivo de la realidad universal (en la rama o ‘filón’ que ha llevado hasta el surgimiento del ser intelectivo/racional/autoconsciente), no estamos formulando una determinada explicación finalista del paso de un nivel de realidad al siguiente, ni indicando la existencia de causas finales que orientan el surgimiento de las respectivas cualidades emergentes que marcan los hitos de cambio. Lo que hacemos es solamente constatar y reconocer los hechos, la dinámica observable de un proceso que, visto desde el presente y mirando hacia el pasado, ve aparecer los sucesivos cambios que marcan la existencia de la dirección recorrida a lo largo del proceso evolutivo que conduce desde la materia inerte a la vida vegetativa y de ésta a la cognición sensitiva hasta alcanzar la cognición intelectiva racional autoconsciente. Es una dirección que se observa y se reconoce en retrospectiva, sin proponer de ella una explicación necesariamente finalista.

 

PROPOSICIÓN 5

 

En cuanto a la dirección del devenir de la realidad universal, la información científica permite no solamente indicar la dirección que ve aparecer sucesivamente la realidad material, en ella la realidad viviente y en ésta la realidad cognoscente primero sensitiva y luego intelectiva, racional y autoconsciente, sino que además pone en evidencia que a lo largo de tal proceso se desenvuelven ciertas dinámicas que marcan tendencias más específicas, que también pueden ser identificadas conceptualmente.

A partir del conocimiento y de los conceptos que han formulado las ciencias que estudian la dinámica de los procesos físicos, la evolución de los seres vivos y la historia de las realidades cognoscentes, cada una de ellas en su propio campo de investigación, es posible proponer ciertas especificaciones y precisiones respecto de la dirección del devenir universal.

Lo que sostenemos en esta quinta proposición es que el devenir se presenta marcado por algunas dinámicas tendenciales que atraviesan el transcurso temporal de la realidad evolucionante en su totalidad, y que también connotan el devenir de cada uno de los sucesivos ‘órdenes’ de realidad que aparecen en aquél. Entre tales dinámicas tendenciales podemos mencionar:

a) La expansión en el espacio a medida que transcurre el tiempo. En efecto, se expande el universo material en el espacio, se expande la vida vegetativa y animal en la tierra, se expande el conocimiento en las individuos y en la historia.

b) La agrupación y el acorpamiento de elementos que en períodos o momentos anteriores se encontraban más dispersos. En efecto, es fácilmente observable que a lo largo del tiempo se han venido constituyendo, tanto a nivel de la materia como entre los seres vivos y en las realidades conscientes, 'unidades sistémicas' cada vez más individualizables y diferenciadas unas de otras, al interior del conjunto general del que forman parte. (La búsqueda de unificación del conocimiento se inserta en esta perspectiva).

c) La diversificación de las estructuras internas de esas unidades sistémicas distintas. Es así que a nivel cósmico se han constituido las más variadas estructuras astronómicas, y a nivel microscópico las más diversas estructuras moleculares. Similarmente los seres vivos se han venido diferenciando crecientemente, y lo mismo ocurre a nivel de las estructuras cognitivas.

d) La cohesión e integración interna de las 'unidades sistémicas' que, de este modo, se manifiestan crecientemente individualizadas. En efecto, tanto los cuerpos materiales como los seres vivos y las conciencias cognoscentes se han venido constituyendo como realidades crecientemente individualizables, separadas y distintas unas de otras, e incrementando cada una la cohesión de sus componentes.

e) La complejización de la composición y estructura interna de las unidades sistémicas. Los cuerpos materiales, los seres biológicos y los intelectos cognoscentes, en sus respectivas dinámicas temporales han evidenciado ser cada vez más complejos, sea debido a que integran nuevos elementos en sus estructuras o a causa de cierta multiplicación o diferenciación de los nexos entre sus componentes ya integrados.

f) La emergencia de niveles cada vez más acentuados de organización.

g) La autonomización de las dinámicas internas de cada unidad sistémica respecto de los condicionamientos e influencias de su entorno.

h) La creciente durabilidad de las unidades sistémicas, esto es, la formación de organizaciones cada vez más capaces de permanecer en el tiempo, debido a que son menos dependientes del entorno y más determinadas por sus dinámicas internas.

Estas tendencias al surgimiento progresivo de ‘unidades sistémicas’ individualizadas cada vez más extendidas, más diversificadas, más organizadas, más complejas, más autónomas, y más capaces de generar dinámicas de creciente organización, complejidad y autonomía, se manifiestan tanto en la realidad material como en la realidad biológica y en la realidad consciente y cognoscente.

Todo parece indicar, en efecto, que la evolución de la realidad, tanto en su sentido general como al interior de cada uno de los 'ordenes' de realidad que ha ido configurando, procede en la dirección de una progresiva mayor organización de sus elementos, que implica simultáneamente una creciente complejidad sistémica, una acentuada autonomía respecto de los condicionamientos del entorno, y una mayor perdurabilidad de las ‘unidades sistémicas’ que se van constituyendo.

Así lo documentan las ciencias. La evolución de la realidad material, determinada por la fuerza de gravedad y demás fuerzas elementales, muestra que a partir del big-bang y la formación de la 'sopa primigenia' se fueron individuando progresivamente 'sistemas' astronómicos crecientemente diversificados e integrados, desde las protogalaxias y las galaxias hasta las estrellas con sus sistemas planetarios. En la evolución geológica del planeta Tierra se observan procesos de concentración y aglomeración de los diferentes elementos, de modo que fueron formándose los mares, los continentes, las montañas, las yacimientos minerales, etc. Así también observamos que desde las primeras bacterias que aceptamos como vivientes hasta la emergencia de los animales superiores hay todo un proceso de formación de especies de individuos crecientemente organizados, complejos e integrados. También en la historia de las sociedades humanas se percibe la formación de unidades societales cada vez más diferenciadas, integradas, organizadas, complejas, autónomas y perdurables. El nivel más alto de organización, integración, complejidad, autonomía y perdurabilidad, estaría dado por la cognición intelectiva racional autoconsciente de la que son capaces los individuos humanos, que son los más recientes hechos emergentes que sabemos que ha generado la evolución de la realidad.

 

PROPOSICIÓN 6

 

Identificada la direccionalidad del devenir que muestra el paso desde la realidad material a la realidad viviente y de ésta a la realidad cognoscente sensitiva e intelectiva, e identificadas las tendencias que muestran el aparecer de unidades sistémicas crecientemente diversificadas, organizadas, complejas, autónomas y perdurables, en cada uno de esos 'órdenes' de realidad, hay todavía que encontrar la continuidad de este devenir universal, que implica proporcionar la explicación del paso de un 'orden' de realidad al siguiente.

Si excluimos la hipótesis de una intervención externa, milagrosa, que en cada paso o 'salto' de un 'orden' al siguiente introduzca la novedad a través de un acto creador, habrá que asumir que hay una racionalidad en esta evolución de la realidad, que se expresa diferenciadamente en las racionalidades especiales de cada 'orden' de realidad que estudian las distintas ciencias, pero que debe dar cuenta del paso o tránsito de un 'orden' al siguiente.

Cuando decimos que ‘hay una racionalidad’ estamos afirmando aquí solamente que las estructuras de la realidad son racionalmente cognoscibles, lo que implica que ‘ha de haber alguna explicación racional’ inherente al proceso evolutivo mismo. Las proposiciones que estamos aquí elaborando pudieran ser una expresión, ciertamente parcial e incompleta, de dicha racionalidad inherente.

Pero la tarea de unificación del conocimiento humano exigirá conocer más amplia y profundamente aquella racionalidad universal que preside y subyace en la evolución universal y en el tránsito en ella de las realidades material, vegetativa, cognitiva/sensitiva e intelectiva/ racional/ autoconsciente.

Si llegásemos a identificar y develar dicha racionalidad, se podrá comprender también si exista, más allá de la direccionalidad conocida (Proposición 4), una direccionalidad aún desconocida, conforme a la cual se desenvolvería la realidad evolucionante en el futuro. El problema y la pregunta filosófica sobre la finalidad (entendida como aquello que aparecerá en la futura evolución de la realidad) pudieran así quedar integrados en el conocimiento científico unificado de la racionalidad universal, que presidiría no solamente el pasado sino también el tránsito desde éste hacia el futuro.

Pero cabe advertir que reconocer que exista una 'racionalidad' en las estructuras y dinámicas de la realidad no implica postular la existencia de un 'diseño inteligente', preestablecido en el universo por un sujeto creador y/o programador. Cuando decimos 'racionalidad' nos limitamos a reconocer que las estructuras y dinámicas de la realidad son cognoscibles racionalmente, y que pueden ser expresadas mediante conceptos coherentes, racionalmente organizados, y/o mediante formulaciones matemáticas inteligibles para la razón humana. Lo cual no debiera extrañarnos, atendiendo a lo expresado en proposiciones anteriores, que ha sido la propia realidad en su evolución la que ha hecho emerger los sujetos cognoscentes racionales, que somos parte de ella.

 

PROPOSICIÓN 7

 

Excluimos la hipótesis de la ‘intervención’ externa (a través de actos creadores particulares o de ‘milagros’) y del ‘diseño inteligente’ instalado por un diseñador externo. Las excluimos no porque las hayamos demostrado falsas o encontrado racionalmente incoherentes, sino porque pretendemos mantenernos en el campo de las ciencias y buscamos una explicación interna, inherente a la realidad evolucionante, del direccionamiento que hace aparecer en ella, sucesivamente, las realidades material, vegetativa, cognitiva/sensitiva e intelectiva/ racional/ autoconsciente. Llegamos de este modo a formular otra proposición:

Asumiendo que la evolución de la materia genera el grado de complejidad y de organización física que son necesarias para que pueda aparecer y presentarse la vida; y que la evolución de la vida llevó los organismos al grado de organización y complejidad que permitieron que en ella se hiciera presente la cognición, en sus sucesivas manifestaciones; entonces la vida y la cognición deben ser reconocidas como elementos o componentes propios de la realidad evolucionante en cuanto tal, por el hecho simple y obvio que están presentes en ella, que son partes emergentes en ella.

Y deberá reconocerse igualmente que desde siempre, o desde los orígenes del universo, o sea desde antes que aparecieran y se manifestaran, estaba en la realidad material la potencialidad de dar lugar a la vida y a la cognición. Dicho de otro modo, la vida y la cognición han estado presentes desde siempre en el universo como posibilidad de constituirse: antes de emerger y manifestarse, eran de algún modo realidad posible, potencial, en la única realidad evolucionante.

Lo material sería, entonces, una dimensión de la realidad; la vida y la cognición serían otras dimensiones de la misma realidad evolucionante, que considerada como un todo único (conforme a la primera proposición) tendría en sí las dimensiones material, viviente, cognoscente/sensitiva y cognoscente/intelectiva, que se hacen manifiestas progresivamente, en su devenir.

Podríamos incluso afirmar que son las dimensiones viviente y cognoscente las que, presentes desde siempre como potencialidad, en latencia, en la única realidad evolucionante, impulsan a ésta y la llevan desde su configuración material hacia los niveles de organización y complejidad que les permiten a ellas mismas aparecer y evolucionar, llegando así la realidad a conocerse a sí misma y a ser consciente de sí misma.

Si era posible que la vida y la cognición surgieran, ellas tenían que surgir en algún momento de la evolución, no podían permanecer para siempre ocultas, mantenerse en un estado de pura potencialidad y latencia no manifiesta. Incluso aceptando que la vida y la cognición hubiesen surgido por azar, es obvio que existía desde siempre alguna determinada probabilidad de que surgiesen. Y existiendo alguna probabilidad, ellas necesariamente habrían de aparecer si se considera una evolución en un tiempo suficientemente extenso.

Digámoslo de otro modo: si la realidad es una sola, siempre la misma, que ha evolucionado desde la materia original hasta la emergencia de la conciencia autoconsciente, pasando por el surgimiento de la vida vegetal y animal, debemos asumir que la realidad es viva y cognoscente, en cuanto es esa misma y única realidad fluyente la que se torna viva y se hace cognoscente a sí misma, mediante la vida y el conocimiento que ella misma hace aparecer en algún lugar del tiempo y del espacio, al emerger el ser viviente y el ser cognoscente.

La correcta comprensión de esta afirmación supone haber asumido en plenitud la primera de nuestras proposiciones sobre la 'unicidad' de la realidad evolucionante. En efecto, si resulta difícil comprender que la realidad que es material sea (haya llegado a ser) viviente, cognoscente y consciente, es porque perdura una concepción dualista que divide la realidad en materia y conciencia, cuerpo y espíritu, etc. Cuando en cambio afirmamos que la realidad evolucionante como tal es cognoscente, debe entenderse en el mismo sentido en que afirmamos que 'el individuo humano es un ser consciente' (en cuanto es materia-viviente-cognoscente/sensitiva-intelectiva/racional/ autoconsciente), con lo cual no estamos diciendo que sean intelectivos, racionales y autoconscientes todos los átomos y moléculas de la materia, ni cada célula y órgano que forman parte del cuerpo humano, sino que el individuo humano como tal es intelectivo/racional/autoconsciente mediante los órganos correspondientes que residen en su cuerpo, en su mente o en su cerebro.

Dicho de otro modo, la realidad evolucionante es material, vegetativa, cognitiva/sensitiva e intelectiva/ racional/ autoconsciente, porque todo esto está en ella, ocurre en ella, ha surgido en ella, y siendo todo parte de ella, la constituye en lo que es y en cómo es. Si mi mente intelectiva, racional y autoconsciente es parte de este universo y ha surgido en este universo, es éste universo el que en mí ha llegado a ser y es intelectivo, racional y autoconsciente.

 

PROPOSICIÓN 8

 

Del conjunto de las proposicones anteriores surge una nueva forma de comprender el conocimiento, y más exactamente, la relación entre lo que habitualmente consideramos 'realidad', y lo que asumimos que es el conocimiento de ella. Lo podemos formular como proposición en los siguientes términos: la realidad en su evolución genera (produce) los sujetos y órganos del conocimiento en sus varios niveles y formas (empírico, fenomenológico, racional). Esto implica al mismo tiempo que el conocimiento (actuado por los sujetos y órganos del conocimiento) va constituyendo a la realidad como empírica, consciente, racional.

Si los sujetos cognoscentes/conscientes/racionales somos parte de la realidad y hemos sido generados evolutivamente por ella misma, debemos asumir que la realidad es cognoscente y conocida, sujeto y objeto, no como dos realidades distintas, sino como una sola realidad constituida evolutivamente. En esta realidad única hay que reconocer los 'órdenes' o dimensiones diferentes que las diversas experiencias cognitivas de los sujetos ponen de manifiesto: la realidad empírica, que conocemos por medio de los sentidos y la percepción; la realidad fenomenológica, que experimentamos internamente en la conciencia y la autoconciencia; la realidad intelectiva y racional, que se manifiesta en los conceptos, números, figuras geométricas y símbolos con que la representamos. Ha sido la realidad misma la que a través de su proceso evolutivo ha generado esos órganos cognoscitivos que no sólo ponen de manifiesto sino que, actualizado sus pretéritas potencialidades, constituyen como reales y actuales esos 'órdenes' o dimensiones de la realidad, que se manifiesta y llega a ser conocida hoy como empírica, fenomenológica y racional. Dicho de otro modo, esas dimensiones de la única realidad evolucionante, son propias de la realidad tanto como sujeto que como objeto.

Al aparecer evolutivamente el sujeto empírico, que tiene experiencia empírica de la realidad, ésta es conocida (reconocida) como realidad empírica. Al aparecer el sujeto del conocimiento fenomenológico, que tiene la experiencia fenomenológica (consciente, de la conciencia), la realidad se constituye y es conocida como realidad que es también fenomenológica, consciente y autoconsciente. Al aparecer el sujeto de la experiencia racional, que tiene de la realidad experiencia intelectiva racional, la realidad se constituye y es reconocida como intelectiva racional.

Porque ¿podría decirse que la realidad es racional sin que hayan surgido sujetos racionales? ¿O que la realidad es consciente sin la existencia de sujetos conscientes? ¿O empírica sin la existencia de la percepción sensorial?

Lo que puede pensarse es que la realidad se constituye evolutivamente, primero como realidad empírica, luego como realidad fenomenológica y después como racional. O bien, si se quiere, que desde siempre la realidad es empírica, fenomenológica y racional; pero antes de que fueran conocidas como tales, estas dimensiones eran reales sólo en potencia, como posibilidad de ser, de llegar evolutivamente a realizarse, constituyéndose como reales y actuales a medida que van apareciendo los órganos (sujetos) de tales experiencias cognitivas.

 

PROPOSICIÓN 9

 

Las proposiciones hasta aquí formuladas abren la pregunta - que se hace inevitable - respecto al posible direccionamiento futuro del proceso de permanente devenir de la realidad, y en consecuencia, a la interrogante finalista (de la cual se ha ocupado hasta ahora la filosofía): ¿Hacia dónde se dirige la realidad en su proceso evolutivo? ¿Existe una direccionalidad predeterminada en la evolución de la realidad?

Las proposiciones que hemos expuesto hasta ahora, en sí mismas no suponen una afirmación teleológica, finalista, del devenir universal, en el sentido de que se encuentre predeterminado un objetivo o una dirección hacia un final cognoscible que la realidad evolucionante deba necesariamente alcanzar o cumplir en el futuro.

Ello no lo podemos excluir a priori; pues lo que hemos sostenido es que la secuencia de los procesos y de las tendencias se pueden constatar empíricamente, y son la afirmación de aquello que las ciencias descubren que ha ocurrido en el tiempo hasta ahora transcurrido. Pero la pregunta sobre el futuro del devenir del ser fluyente y sus eventuales direcciones queda abierta, y podemos proponer hipótesis que la respondan.

Por ahora podemos afirmar lo que todas las ciencias comprueban constantemente: Una vez que surgieron y quedaron establecidas las realidades material, vegetativa, cognitiva/sensitiva e intelectiva/ racional/ autoconsciente, ellas continúan cambiando y evolucionando, formando siempre parte de una misma realidad y de un mismo devenir universal.

No puede en consecuencia descartarse que la evolución de la realidad material genere en el futuro nuevas formas de organización de la materia, y también nuevas realidades biológicas, y que ésta dé lugar a nuevas formas de realidad cognoscente. Pero los cambios y el surgimiento de novedades más avanzadas deben esperarse considerando que la evolución futura de la realidad física estará influida por la realidad biológica, así como la realidad biológica y la realidad física resultarán influidas por la realidad cognoscente. En este último sentido, y puesto que el ser cognoscente autoconsciente actúa conforme a objetivos y fines que él mismo se propone, las dinámicas evolutivas de las realidades biológica y física podrán ser orientadas - en alguna medida – finalistamente, por la propia realidad cognoscente autoconsciente.

Con esta proposición reconocemos el hecho que se ha introducido ya en la realidad evolucionante el finalismo, en la medida en que han surgido y operan en ella esas particulares realidades conscientes y cognoscentes que actúan finalistamente, esto es, que se proponen fines que ellas mismas crean y que están en condiciones de realizar. En efecto, la realidad intelectiva/racional/autoconsciente es finalista, opera conforme a fines que ella misma se plantea. Así es que han surgido y podrán seguir produciéndose en el futuro nuevos elementos materiales, nuevos tipos de energía, nuevas configuraciones de la realidad física, y también nuevas variedades y especies vegetales y animales, e incluso nuevas formas de vida y nuevas formas de conocimiento, como resultado del operar y del devenir de la realidad material-viviente-animal-cognitiva/sensitiva-intelectiva/racional/autoconsciente que somos los individuos humanos.

Un 'corolario' o consecuencia lógica importante de esta proposición es que el surgimiento de realidades emergentes correspondientes a un 'orden' de realidad más evolucionado, en cuanto pueda ser finalistamente proyectado y organizado por los seres autoconscientes y racionales, no sucedería al modo ni en los términos del surgimiento de nuevas 'especies' animales que pudieran ser más avanzadas o evolucionadas que las hasta ahora conocidas, ni tampoco que pueda esperarse una evolución biológica que abarque globalmente a la humanidad, o sea a la especie humana como un todo. En efecto, como hemos ya visto, las realidades cognitivas/sensitivas-intelectivas/racionales/auto-conscientes son 'individuos', personas humanas individuales, aunque no vivan, conozcan ni actúen en soledad sino en relación con otros individuos humanos. Pues no es la 'especie humana' la que conoce y piensa y es autoconsciente y libre, sino el individuo humano, siendo éste el que se propone fines y actúa para realizarlos, el que conoce y se transforma a sí mismo, estableciendo relaciones particulares con otros individuos similares. En este sentido podemos decir que si hay evolución futura guiada de modo consciente y libre, será la evolución de individuos humanos que realicen desde sí mismos y en sí mismos las transformaciones que impliquen el surgimiento de un 'orden' de realidad superior a los que hasta ahora conocemos. Sobre esta afirmación volveremos en una proposición posterior.

 

PROPOSICIÓN 10

 

Si bien el devenir de la realidad universal constituye un único proceso, en el que es posible identificar una racionalidad general, las ciencias nos plantean la necesidad de aceptar también lo siguiente: las realidades física, biológica y cognoscente no evolucionan de la misma forma, en base a los mismos principios o dinámicas de movimiento y cambio, sino que proceden cada una de ellas según diferenciadas fuerzas e interacciones, que requieren explicaciones racionales diferentes, o que implican identificar sus racionalidades especiales.

En efecto, en la explicación del devenir y de la evolución de las realidades física, biológica y cognoscente, las ciencias encuentran diferentes tipos de fuerzas o energías que causan el paso, los cambios, las dinámicas y la evolución al interior de cada uno de estos tres 'órdenes' de realidad que diferenciamos. Los diferenciamos, precisamente como realidades diferentes (de una misma 'realidad evolucionante'), porque los observamos proceder en su evolución de distintos modos y formas, en base a diferentes fuerzas e interacciones operantes en ellos.

El estudio de las dinámicas evolutivas de esos diferentes 'órdenes' de realidad ha permitido a las ciencias descubrir, o al menos postular, lo que podemos sintetizar en la proposición siguiente: la evolución de las realidades material, vegetativa, cognitiva/sensitiva e intelectiva/racional/autoconsciente procede conforme a diferentes racionalidades, que presiden la evolución de cada uno de estos 'órdenes' de la realidad. Las identificamos como 'racionalidades' porque pueden ser expuestas de modo racional, esto es, mediante conceptos interrelacionados, ecuaciones matemáticas, fórmulas y leyes científicas, hipótesis y teorías, etc.

La racionalidad de la materia en su devenir es estudiada por las ciencias física y química, que han descubierto las energías y las interacciones que llevaron la materia desde la 'energía primordial' que explosiona en el Big-Bang hasta el grado de organización del universo que hoy conocemos, tanto a nivel macrocósmico como microfísico.

Las racionalidades de la vida vegetativa y animal son estudiadas por la ciencia de la biología, desde la botánica a la etología y la neurociencia, que descubren las lógicas que presiden la aparición de la vida, la evolución de las especies y las dinámicas que afectan a los vegetales y animales en toda su diversidad.

La racionalidad de la realidad cognoscente es estudiada por las ciencias del conocimiento, la epistemología, la lógica, la matemática, la semiología y la psicología, que estudian los contenidos y las formas de los procesos cognitivos en sus variadas modalidades y procedimientos.

Como se trata de racionalidades diferentes, no podemos comprender la vida con las leyes y ecuaciones (la racionalidad) de la física. No podemos comprender la cognición con los conceptos y las regularidades (la racionalidad) de la biología.

 

PROPOSICIÓN 11

 

La proposición anterior nos impide asumir una concepción reduccionista, en el sentido de explicar plenamente las realidades de los 'ordenes' superiores y más complejos conforme a las racionalidades de los 'órdenes' inferiores y más simples. Sin embargo es posible identificar algunos elementos de 'continuidad y cambio' que aparecen en el tránsito de un 'orden' de realidad al siguiente.

Esto nos lleva a formular algunas nuevas proposiciones que podremos considerar como 'intermedias', pues no corresponden a las racionalidades especiales de cada 'orden' de realidad pero tampoco a la racionalidad general de la evolución universal, refiriéndose particularmente al paso o tránsito de un 'orden' a otro. Estas proposiciones nos permitirán avanzar algo más en la dirección de esa ciencia unificada, de ese conocimiento comprensivo que buscamos.

Para formular la primera de estas proposiciones 'intermedias' tomaremos prestada una idea planteada por Hegel a nivel filosófico como parte de su concepción de la lógica dialéctica, que elaboró en base al análisis del proceder histórico de los contenidos de la conciencia. Lo que pregunta y se responde Hegel es ¿cómo accede la conciencia desde un sistema teórico coherente, a otro distinto, superior e incluyente del anterior? Su respuesta es que al interior de un sistema dado se van verificando pequeñas transformaciones y novedades menores, que no alteran el sistema en su conjunto; pero que la acumulación y diversificación de esos cambios que llama 'cuantitativos' (que se verifican al interior de un sistema), dan lugar en un momento, a un nuevo ordenamiento del conjunto de los elementos, en lo que llama un cambio 'cualitativo', que hace aparecer de pronto, como en un salto, el nuevo sistema. Es así que formula la idea del 'tránsito de los cambios cuantitativos a cambios cualitativos'.

Aquí nosotros reformulamos esa idea hegeliana proponiendo una generalización de un fenómeno recurrente que - como analogía sistémica - se observa tanto en la realidad física como en la biológica y consciente. La proposición es la siguiente: La acumulación de pequeñas mutaciones o de cambios cuantitativos pequeños, superado cierto nivel de multiplicidad y diversidad, va implicando una creciente complejidad del sistema, que llegado a un cierto punto da lugar al surgimiento de una 'propiedad emergente', o a la aparición de un elemento cualitativamente nuevo, que implicaría o conllevaría un nuevo ordenamiento parcial o una reorganización del sistema en su conjunto.

Sería la acumulación de mutaciones y la aparición paulatina de elementos nuevos, lo que da lugar al surgimiento de la 'propiedad emergente', la que al interactuar con los componentes dados del sistema en que aparece, y con su entorno, produciría aquél cambio cualitativo que establece una realidad nueva y distinta, más compleja y organizada que las anteriormente existentes.

Así, se explicaría tanto la continuidad entre los tres niveles (físico, biológico y cognoscente) en una misma evolución natural, como la discontinuidad que se observa entre ellos. El pasaje desde un nivel de realidad al siguiente es preparado progresivamente por los procesos evolutivos del nivel precedente, que implicando grados crecientes de organización y complejidad en su propio nivel de realidad, conducen 'naturalmente' a crear las condiciones que hacen posible el surgimiento de la novedad que instala el 'orden' superior de realidad en el precedente. Sería éste el modo en que la realidad biológica se habría instalado en la realidad física, y la realidad consciente se instalaría en la realidad biológica.

 

PROPOSICIÓN 12

 

La observación de las interacciones entre los diferentes niveles u 'órdenes' de realidad nos conduce a formular otra hipótesis 'intermedia', relevando los modos en que una realidad emergente retroactúa sobre la realidad desde la cual ha surgido. En tal sentido, podemos afirmar que, cuando en un nivel u 'orden' de realidad aparece el siguiente, este último acelera, encauza y en cierto sentido guía ciertas dinámicas evolutivas en los niveles u órdenes precedentes. De este modo la evolución de la realidad (no globalmente pero sí en cuanto rama o 'filón' evolutivo, tal como indicamos en la Proposición 4) avanza teniendo como ‘punta de lanza’, como ‘vanguardia’, como explorador y experimentador de las novedades y cambios, al nivel u 'orden' superior alcanzado.

En tal sentido, la evolución de los 'órdenes' precedentes resulta impactada por la acción del 'orden' que apareció después, de manera que en los 'órdenes' precedentes ciertas dinámicas evolutivas resultan aceleradas, encauzadas y reorientadas cuando surge un 'orden' posterior. Es así que, cuando aparece y se instala la vida, o sea la realidad biológica en la realidad material, la evolución de la materia se orienta en el sentido de facilitar la expansión de la vida, por influjo de la propia realidad viviente. Del mismo modo, al generarse la realidad consciente, la evolución de la vida se orienta en el sentido de favorecer e impulsar el desarrollo de la conciencia, por la acción y el influjo de ésta.

Esto nos permite formular una tercera proposición 'intermedia', que complementa, aclara y precisa la anterior.

Partiendo del hecho que cada nivel implica un grado superior o más complejo de organización, podemos hipotetizar que a mayor organización de un sistema, éste presenta mayor capacidad organizativa. Sobre esta base formulamos como proposición, que: cada nivel con un grado de organización de mayor complejidad, actúa organizando en parte, en alguna medida, al nivel de organización inferior, para en cierto modo asimilarlo, subsumirlo, ponerlo a su servicio, o sea, en algún sentido, elevarlo hasta su propio grado de organización.

Así, sabemos que el surgimiento de la vida en la Tierra produjo en ésta aquella atmósfera necesaria para el desarrollo de la vida, y una multitud de otras transformaciones que facilitaron el crecimiento y la evolución de la propia realidad biológica.

Al surgir evolutivamente la conciencia, es ésta la que acelera, encauza y guía la evolución de la realidad material y de la realidad biológica. Así, por ejemplo, la actividad de los seres humanos conscientes ha dado lugar a un notable desarrollo y transformación de la realidad biológica existente en el planeta, pues mediante la agricultura, la ganadería, la bioingeniería, etc., produce cambios fundamentales en la biósfera, reorganizando y haciendo aparecer nuevas variedades y especies vegetales y animales que sirven a la expansión de la vida humana.

La realidad consciente está transformando también el mundo material (produciendo todo tipo de reacciones, procesos y fenómenos físicos, químicos, moleculares, atómicos, produciendo máquinas, artefactos, ciudades, e innovaciones como la robótica, la informática, la inteligencia artificial, etc.), para favorecer el desarrollo de la vida consciente, haciendo del planeta Tierra un lugar que mejor favorezca el desarrollo de los seres conscientes y de sus objetivos.

 

PROPOSICIÓN 13

 

En la misma dirección del razonamiento de la proposición anterior, pero ahora en referencia particular a los efectos que implica en la realidad evolucionante la emergencia del ser consciente, podemos formular la siguiente proposición:

La realidad cognitiva consciente y racional, en cuanto potencialmente capaz de conocer toda cosa y fenómeno de la realidad, integra y subsume las realidades que va conociendo, en su propio orden de realidad, reconfigurándolas en conformidad con su propio 'orden' de realidad. Así va constituyendo progresivamente la realidad universal como realidad consciente y racional. Dicho de otro modo, cuando la conciencia conoce y recrea en sí la realidad física, biológica y cognoscente, explicita una dimensión consciente y racional que antes de tomarse conciencia de ella y develarse su estructura racional estaba solamente implícita o en potencia en aquellas. La realidad cognoscente consciente y racional establece de este modo en la realidad evolucionante un ordenamiento consciente y racional.

En efecto, el sujeto consciente no es solamente consciente de sí mismo sino que adquiere conciencia de toda la realidad que llega a conocer, en sus variadas formas y manifestaciones y en su proceso evolutivo. Es consciente de la realidad física, de la realidad viviente y de la propia realidad consciente, y en tal sentido podemos decir que es la realidad evolucionante entera - material, biológica y cognoscente -, la que se vuelve consciente y racional en aquella manifestación suya que son los seres conscientes.

El sujeto cognoscente/intelectivo/consciente – que como vimos en las Proposiciones 3 y 9 no ha de entenderse como la 'especie' sino como el 'individuo' humano, que vive, conoce y es consciente no en soledad sino en relación con otros individuos -, conoce a la realidad evolucionante de la cual ha emergido y de la cual es parte, y al conocerla actualiza la potencialidad que aquella tenía, de ser conocida y de hacerse consciente y racional, de donde puede concluirse que la realidad evolucionante tiene la potencialidad, ahora actual y efectiva, de ser conocida, representada y reproducida consciente y racionalmente, mediante conceptos y razonamientos lógicos, números y ecuaciones matemáticas, símbolos y metáforas poéticas.

Esta es una proposición de la máxima importancia en la perspectiva de la unificación del conocimiento, en cuanto con ella se manifiesta y hace patente una cualidad esencial de todo lo real - físico, viviente y consciente - cual es el ser conscienciable y racionalmente cognoscible. Racionalidad y conscienciabilidad de la realidad evolucionante, que se hacen presente en ésta cuando la realidad cognoscente consciente y racional integra el universo a la conciencia y descubre su racionalidad. Dicho de otro modo, la realidad manifiesta y evidencia poseer las mismas cualidades del sujeto que la conoce fenomenológica y racionalmente.

Corolario de ello es que la conciencia y la razón humana tienen la potencialidad de acceder al conocimiento de toda la realidad (material, biológica y cognoscente), un conocimiento consciente y potencialmente unificable. Condición de posibilidad de la unificación del conocimiento de los diferentes órdenes de la realidad, es que cada uno de ellos pueda ser asumido conscientemente y tenga una estructura racional inherente.

 

PROPOSICIÓN 14

 

Si bien los elementos, fuerzas o procesos que causan el surgimiento de un nivel más alto de realidad se encuentran y han de identificarse en el nivel inmediatamente inferior (la causa de una realidad se encuentra en su pasado), la 'causación' misma como proceso sólo puede comprenderse y explicarse plenamente desde el nivel superior, que incluye la causa y su resultado que hay que explicar. Dicho de otro modo, como afirmó Federico Engels alguna vez, la clave para explicar y comprender la evolución del mono está en el hombre, y no al revés.

Estamos suponiendo que hay una racionalidad inherente a la evolución (Proposición 8), que explica el tránsito desde una realidad de orden inferior a una de orden superior. Si es así, en el orden inferior se encuentra solamente implícita, oculta, la causación de una realidad de orden superior mientras ésta no ocurra, de modo que dicha causación solamente podrá ser algo real, verificable, y en consecuencia comprensible y explicable, una vez que se haya manifestado en sus resultados evolutivos.

Corolario de esta proposición es que la vida no puede ser explicada por las ciencias que estudian y conocen la racionalidad de la materia; ello por la obvia razón de que en la materia estudiada por la química y la física, la vida no está presente más que como virtualidad, como posibilidad no realizada, de modo que no puede ser conocida porque allí no se la encuentra empíricamente, no es posible tener de ella una experiencia cognitiva en dicho nivel epistemológico. Por la misma razón, la conciencia no puede ser explicada por las ciencias que estudian y conocen la racionalidad biológica, pues en ésta la conciencia aún no ha emergido y permanece oculta, como mera posibilidad.

Pero una vez surgida la conciencia y conocida su racionalidad, el conocimiento de la realidad biológica debe integrar el hecho que en ella la conciencia estaba en potencia, o sea el hecho ahora indiscutible, que de la realidad biológica podía emerger la conciencia. Del mismo modo, una vez que emerge la vida y es conocida su racionalidad, el conocimiento de la realidad material debe incorporar el hecho que de ésta podía emerger la realidad viviente, que estaba allí en potencia, como posibilidad.

Podemos formular esta proposición de este otro modo sintético: Si la 'causa' del paso desde un orden inferior al orden inmediatamente superior se encuentra y debe buscarse en el orden inferior, el conocimiento de dicha causación y del proceso de la misma, y en consecuencia la identificación de la direccionalidad o el 'sentido' de la evolución de un 'orden' al otro superior, son cognoscibles solamente desde el 'orden' superior, que es donde el proceso se encuentra completado y donde es verificable.

Esto nos lleva a la proposición siguiente.

 

PROPOSICIÓN 15

 

Constatamos que al nivel de la realidad consciente humana se instala como realidad indiscutible el 'finalismo' consciente, esto es, la posibilidad de dirigir conscientemente los cambios y la evolución conforme a fines u objetivos predefinidos. De este modo y en este sentido es preciso reconocer la existencia de teleología en la evolución de la realidad. En efecto, los seres conscientes actúan conforme a fines que ellos mismos se plantean, lo cual implica que los procesos que se manifiestan a este nivel de la realidad se encuentran racionalmente direccionados, persiguiendo fines conscientemente establecidos.

Aunque la evolución de la realidad material y biológica han llevado al surgimiento de la realidad consciente, no podemos saber si ello ha sido un proceso teleológicamente guiado; pero una vez surgida la realidad consciente, con el ser humano, se instala la teleología (la direccionalidad consciente) como un componente de la evolución de la realidad, que deberá ser reconocido en cualquier proceso evolutivo que ocurra con posterioridad.

Así, lo menos que podemos afirmar respecto al finalismo, es que se encuentra inequívocamente establecido en el universo cuando en éste aparece la realidad intelectiva/consciente/autoconsciente, la cual se demuestra capaz de auto-orientar su propio proceso evolutivo y de incidir en alguna medida en la evolución de las realidad biológica y material.

Conforme a esta proposición, el 'finalismo' que aparece en el ser fluyente y que establece en su devenir un futuro previsible, es puesto por la propia consciencia. La conciencia puede prever el futuro en la medida en que sea ella misma quien direcciona el devenir de alguna parte de la realidad.

De este modo la realidad evolucionante, que se constituyera como un ‘cosmos autopoiético’ con la emergencia de la vida, y como un ‘cosmos noético’ en el momento que emerge la cognición consciente/autoconsciente, se constituye también como teleológica (del griego τέλος, finalidad, y logía, conocimiento o explicación). El universo llega así a manifestarse como un ‘cosmos teleológico’ cuando surge el individuo humano capaz de proponerse consciente y libremente, en y por sí mismo, los fines de su actividad y de su propia evolución.

 

PROPOSICIÓN 16

 

Con base en la proposición anterior podemos descubrir cuál sea la dirección y el sentido que tiende a asumir actualmente la evolución de la realidad. Podemos hacerlo mediante la observación y el análisis de la actividad de los individuos conscientes que la realidad evolucionante ha generado, e investigando cuáles sean los fines últimos hacia los cuales ellos orientan sus actividades conscientes. Porque si el finalismo se instala en la realidad evolucionante cuando aparece la actividad consciente de los individuos humanos, serán los fines u objetivos últimos perseguidos conscientemente por éstos los que indiquen cuáles sean las direcciones en que evolucionará la realidad, en la medida y en cuanto sea dirigida por los seres conscientes hacia los fines que ellos mismos se pongan.

Pues bien, las actividades conscientes de los individuos, las que realizamos en cuanto específicamente conscientes (y no aquellas que realizamos en cuanto formamos parte de la realidad física y de la realidad biológica) son fundamentalmente tres: el conocimiento y la intelección racional, la volición y el amor altruista, y la apreciación y creación estética.

En cuanto somos capaces y aptos para realizar estas tres actividades de carácter finalista consciente, afirmamos que los seres humanos disponemos de tres facultades superiores, a saber, la inteligencia por la que conocemos y buscamos la verdad, la libertad por la que optamos y perseguimos el bien, y la imaginación estética por la que apreciamos y creamos la belleza.

Para saber cuáles sean los fines u objetivos hacia los que se orientan estas actividades conscientes debemos identificar cuál sea el 'objeto propio' de cada una de estas facultades. Pues bien, todas ellas están volcadas u orientadas hacia la realidad, y son atraídas por ésta. El 'objeto propio' de estas tres facultades conscientes es la misma realidad evolucionante; pero cada una de esas facultades se focaliza en un aspecto o dimensión de la realidad que ellas mismas descubren y ponen de manifiesto, resultando especificadas por esos diferentes aspectos o dimensiones.

La inteligencia o intelecto se orienta a conocer y comprender la realidad, lo cual implica identificar sus elementos, sus articulaciones y sus interacciones, sus contenidos y sus formas, sus estructuras y sus procesos, sus transformaciones y sus causas y efectos, sus lógicas y sus estructuras racionales. Sintetizamos todo esto diciendo que mediante el intelecto buscamos acceder a la verdad de la realidad evolucionante, que deseamos poseer en nuestra conciencia.

¿Hay límites en esta búsqueda del conocimiento? No parece haberlo en cuanto a lo buscado, en el sentido que aspiramos a conocerlo todo, a alcanzar un conocimiento pleno y universal; y no hay aspecto de la realidad que no nos interese conocer. En los hechos, logramos un conocimiento parcial y limitado, pero por ello mismo el conocimiento no se detiene nunca ni abandona la búsqueda de la universalidad. Ocurre también que el intelecto se equivoca y se aleja de la verdad, incurriendo en errores diversos; pero no es el error lo que busca o persigue el conocimiento, siendo el error en que incurre, solamente el resultado de las limitaciones propias de una facultad intelectual imperfecta.

La libertad o volición es naturalmente atraída también por la realidad evolucionante, en cuanto ésta se presenta como un bien para la conciencia. Lo que en la realidad busca y ama el individuo son aquellos elementos, aspectos o dimensiones de la realidad que sirven o contribuyen directa o indirectamente a la realización del propio sujeto consciente y de sus fines libremente asumidos. La voluntad consciente se orienta hacia lo que considera que es deseable, amable, bueno, útil, conveniente, realizador, todo lo cual resumimos como búsqueda del bien.

Tampoco hay límites en cuanto al bien buscado como 'objeto propio' de la voluntad, aunque el sujeto consciente pueda errar o no obtener el bien perseguido por limitaciones de distinto tipo que desvían o distorsionan la acción de la libertad en su orientación natural hacia el bien.

La imaginación o facultad estética se orienta naturalmente hacia la belleza que observa y descubre en la realidad evolucionante, llevando al sujeto consciente a admirar cada armonía, proporción, simetría, contraste, sinuosidad, movimiento, figura, ritmo, melodía, colorido, brillo, tono, matiz, relieve, textura, finura, elegancia, distinción, donaire, fuerza, gracia, encanto, esplendor, pulcritud, lozanía, virtuosidad, delicadeza, refinamiento, magnificencia, sublimidad y perfección que descubra y aprecie en la realidad.

No hay límites en la belleza buscada como 'objeto propio' de la facultad estética del ser humano, que incluso crea bellezas nuevas desplegando todas las artes con las que trata de acceder a bellezas incluso superiores a las que encuentra y distingue en la realidad dada.

Ahora bien, estas tres actividades del ser consciente tienen en común el hecho de introducir en la propia realidad del sujeto consciente, la realidad externa que conoce con el intelecto, que desea y ama con la volición y que aprecia y crea con la imaginación estética. En cierto modo esas realidades externas son duplicadas, llevadas a existir al interior de la conciencia, donde adquieren una nueva existencia, una existencia de naturaleza distinta a la de su existencia real y exterior, una existencia subjetiva, una existencia consciente.

Al conocer la verdad, amar el bien y apreciar la belleza de la realidad evolucionante, el individuo consciente la introduce progresivamente en la propia conciencia, se apropia de sus bondades, de sus bellezas y de sus verdades, que comienzan a vivir y operar en su conciencia. De este modo la conciencia se expande, se enriquece, se potencia al asimilar e integrar en sí las realidades externas, absorbiendo cada vez más realidad, sin otro límite que el universo entero. Y con ello, al mismo tiempo, la realidad consciente va penetrando e introduciéndose en la realidad externa, cada vez más ampliamente, en la perspectiva de llegar a identificarse con el universo entero.

Podemos expresar sintéticamente todo esto formulando la siguiente proposición: El objetivo o finalidad natural de la realidad cognitiva/consciente-autoconsciente, que se expresa en sus actividades intelectivas, volitivas y estéticas, libres y creativas, no es sino el desarrollo de la propia consciencia mediante el conocimiento de la verdad, el amor del bien y la recreación de la belleza, todo lo cual lo va descubriendo y creando en la realidad evolucionante.

Al constituirse de este modo y en este sentido la finalidad de la actividad del ser consciente, queda marcada la dirección que sigue la realidad en esta fase de su evolución. La dirección - que es ahora finalidad conscientemente buscada – es la expansión y el perfeccionamiento del conocimiento, del amor y de la belleza inherentes a la realidad evolucionante, realizado todo ello desde y por el propio ser cognoscente/consciente-autoconsciente al que ha conducido la evolución universal.

 

PROPOSICIÓN 17

 

Teniendo como base lo que conocemos sobre la realidad evolucionante podemos adelantar esta nueva proposición: La evolución no ha terminado, y pudiera evolucionar hacia un nuevo 'orden' de realidad. Esta afirmación no se refiere a lo ya expresado en la Proposición 7, en cuanto que las realidades física, biológica y consciente continúan evolucionando cada una en su 'orden' de realidad, sino que alude al proceso evolutivo que ha llevado desde la realidad física hasta la realidad consciente/autoconsciente, y que con esta última adquiere la posibilidad de auto-direccionarse.

Sabemos que el tiempo continuará fluyendo indefinidamente. De este modo, teniendo en consideración la evolución experimentada por la realidad a lo largo del tiempo hasta ahora transcurrido, que es sólo una fracción del tiempo disponible en términos físicos para la evolución, podemos concebir nuevos y superiores, sucesivos en el futuro, procesos evolutivos que lleven desde la realidad consciente hacia realidades aún superiores a la realidad consciente/autoconsciente conocida, implicando un grado de subjetividad, capacidad de autoorganización, complejidad y autonomía hasta ahora desconocidos.

Hemos visto que la materia lleva a la expansión de la materia y la proyecta hacia la vida; que la vida lleva a la expansión de la vida y la proyecta hacia la cognición y la conciencia; y que la cognición y la conciencia buscan la expansión de la conciencia, y cabe entonces preguntarse ¿hacia dónde la proyectan?

Intentando responder a esta pregunta formulamos la siguiente proposición: la realidad cognoscente/intelectiva/autoconsciente, constituida actualmente en el individuo humano, no es la fase terminal de la evolución, siendo esperable que ella conduzca hacia algún 'orden' de realidad superior al constituido por la cognición consciente. A tal supuesto quinto 'orden' de la realidad lo denominaremos provisoriamente 'realidad supraconsciente'.

Para comprender correctamente el significado y las implicaciones de esta idea hay que asumir que aquél que pudiéramos considerar como un quinto 'orden' de realidad, no es posible que surja por evolución biológica, o sea por la evolución de la realidad en cuanto viviente, de modo que no ha de esperarse que se manifieste como una nueva especie animal, al modo en que surgieron evolutivamente de la materia viviente las distintas especies vegetales y animales hasta dar lugar a la especie humana. En efecto, una vez que ha surgido el 'orden' de la realidad cognitiva intelectiva/racional/autoconsciente, concretamente constituida en los individuos humanos, son éstos los que pudieran evolucionar hacia un orden de realidad superior, eventualmente hacia el que hemos denominado 'supraconsciente'.

 

PROPOSICIÓN 18

 

Esta proposición es más arriesgada pero es coherente con todas las anteriores. Es también la más difícil de probar, o incluso pudiera ser imposible en el estado actual de la evolución de la realidad universal. Por todo ello, antes de formularla es preciso que nos detengamos en más amplias explicaciones y fundamentación.

Los individuos cognoscentes autoconscientes que somos los humanos, pensamos y probablemente comprobamos que somos en nuestro planeta la realidad más evolucionada que se haya dado hasta ahora, el más alto grado de complejidad, organización y autonomía que la evolución natural ha generado. Somos, por decirlo así, los últimos, o sea los más recientes y actuales seres a que ha dado lugar la evolución. Al mismo tiempo, estamos conscientes de que en cuanto seres materiales, vivos y cognoscentes somos notablemente defectuosos, imperfectos, si nos examinamos en relación a lo que aspiramos y queremos ser. Nuestras conciencia e intelecto, nuestra libertad y volición, nuestra facultad estética, son limitados, inseguros, precarios, defectuosos, sujetos a error y engaño, y están en constante proceso de aprendizaje.

Podemos pensar y concebir estas limitaciones porque tenemos conciencia de una posible o potencial perfección que no hemos alcanzado y a la cual podríamos aspirar. En base a ello es que hemos llegado a concebir y a proponernos como finalidad el acceder a un 'orden' de realidad superior al que hemos alcanzado, y aspirar a él y actuar en función de realizarlo.

De hecho, los sujetos cognoscentes autoconscientes nos planteamos conscientemente como objetivo, superar las limitaciones e imperfecciones que descubrimos en nosotros mismos. Es propio de nuestra conciencia y en cierto modo una tendencia natural, que queremos ser más que lo que somos, y de hecho concebimos y nos movemos hacia alguna realidad superior, que anhelamos y buscamos concretamente lograr. En otras palabras, muchos individuos humanos, si no todos, se conciben a sí mismos con la potencialidad de evolucionar hacia algún nivel de realidad superior al de la mera conciencia autoconsciente lograda; y con tal finalidad direccionan búsquedas llamadas 'espirituales' de diferentes tipos.

Hemos visto que los individuos humanos conciben ideas, proyectos, propósitos que los orientan hacia una perfección superior. Ello se expresa en las ciencias, en las artes, en las búsquedas espirituales, en las acciones tendientes al perfeccionamiento individual, en las iniciativas y acciones altruistas orientadas hacia el perfeccionamiento y desarrollo de la sociedad, etc. La historia proporciona evidencias múltiples de este proceso por el cual individuos conscientes asumen consciente y libremente la tarea de superarse a sí mismos, evolucionando hacia algún 'orden' de realidad superior.

De hecho, históricamente los humanos hemos levantado ya, por sobre nuestra naturaleza humana biológicamente dada, una especie de ‘segunda naturaleza’, culturalmente constituida, como una realidad superior y de algún modo más evolucionada respecto al hecho de la conciencia misma, y que es el resultado de nuestra actividad autoconsciente.

Si observamos más de cerca la dirección en que se orienta la conciencia/autoconsciente en su finalidad de 'ser más' que lo que es, vemos que intenta expandirse a sí misma, orientándose hacia algo que pudiera ser o estar más allá de las realidades empírica, fenomenológica y racional. Lo hace actuando sobre sí misma mediante un proceso orientado a desapegarse de la realidad material y biológica en que se funda, buscando incluso trascender la propia realidad cognoscente racional. Lo que observamos en tal sentido es que la conciencia persigue y logra en cierto modo trascender la materia, trascender la vida biológica, y trascender la propia conciencia racional en cuanto atada a las formas y estructuras de la materia, la biología y la razón, que la limitan temporal y espacialmente. Dicho de otro modo, todo indica que la finalidad que persiguen aquellos individuos que inician la que denominan una 'búsqueda espiritual', es trascender lo material, lo biológico y el propio yo empírico, sensible, racional y consciente, intentando acceder a algo que en la historia del pensamiento ha sido identificado precisamente con el término 'espíritu'.

De este modo llegamos a formular nuestra siguiente proposición: Parece ser propio de la realidad intelectiva/racional/ consciente/autoconsciente, el moverse en la dirección de trascender la realidad material, la realidad biológica, y la propia realidad autoconsciente, avanzando hacia un 'orden' de realidad superior al que hasta ahora ha alcanzado la evolución.

Diríamos que, si no todos, al menos algunos individuos autoconscientes se proponen libre y conscientemente acceder a un nuevo 'orden' de la realidad que podemos denominar 'realidad supraconsciente' o 'realidad espiritual'. En tal sentido podemos concebir al individuo humano como 'una estructura que quiere ser – y que busca activamente llegar a ser - otra estructura'. O como un 'orden' de realidad que se pone como finalidad el hacer emerger desde sí mismo un nuevo 'orden' de realidad, que constituiría un paso ulterior en la evolución universal.

Esta proposición sostiene que la realidad evolucionante, a partir del 'orden' de la realidad consciente/autoconsciente generado evolutivamente por ella y en ella, puede evolucionar más allá, hacia una realidad supraconsciente, que llamaremos 'espíritu supraconsciente', una expresión terminológica que quiere expresar algo que estaría más allá de la realidad material, biológica y racional autoconsciente. Pero no estamos postulando una realidad espiritual separada del mundo físico, biológico y cognitivo, porque hacerlo implicaría recaer en el 'dualismo' ya descartado en la primera proposición, sino que se trataría del emerger de un nuevo 'orden' de realidad en el mismo y único universo evolucionante que conocemos.

El proceso evolutivo de la realidad consciente hacia una realidad supraconsciente o espiritual sería parte de la evolución, una nueva realidad emergente en el universo, tal vez iniciada ya y en curso de verificación. Pues cabe preguntarse si podamos excluir a priori la existencia de individuos que hayan accedido o que estén en curso de transitar hacia el 'orden' de realidad espiritual supraconsciente del que hablamos. Al respecto, cabe señalar que de experiencias espirituales supraconscientes, llamadas habitualmente experiencias místicas o también 'raptos o arrebatos espirituales', dan testimonio numerosos textos filosóficos, religiosos y poéticos atribuidos a autores de alta sabiduría moral y de sublimes creaciones intelectuales y artísticas.

Hegel, uno de los más grandes filósofos modernos, postuló el surgimiento del que denomina 'espiritu absoluto' como aquello hacia lo cual conduciría inevitablemente la dialéctica de la historia humana. Lo que proponemos aquí es algo muy distinto, pues habiendo descartado la idea de un finalismo universal, y en consecuencia también la de un destino predeterminado de la historia social de nuestra especie, pensamos que un eventual 'espíritu supraconsciente' pudiera surgir solamente desde aquellas conciencias individuales que lo asuman como finalidad de su propia evolución autodirigida.

Así como no toda la realidad material se torna viva, y no toda la realidad viviente se torna consciente, así tampoco toda la realidad cognitiva/autoconsciente accedería a la supraconsciencia espiritual. Pero pudiera esperarse, en conformidad con la racionalidad de la evolución tal como se ha manifestado con el surgimiento de cada uno de los 'órdenes' anteriores, que surgida la realidad supraconsciente espiritual en y desde unos pocos individuos humanos, ella pueda generar una dinámica de atracción a sí, de integración a su propio nuevo 'orden' de realidad, de otros individuos humanos. Pero esto pudiera verificarse solamente como 'invitación', pues ya vimos que al 'orden' supraconsciente espiritual se accedería de modo finalista, implicando que cada individuo sería el único que pudiera proponérselo conscientemente y realizarlo libremente por sí mismo.

Algo parecido a esto es sostenido por quienes han investigado las experiencias 'místicas' o espirituales que dicen haber tenido diferentes 'sabios' de Oriente y de Occidente, que a lo largo de la historia se han constituido y/o han sido reconocidos como 'maestros' de la humanidad. Con el estudio de tales experiencias se ha configurado, en efecto, un cuerpo de conocimientos, una disciplina inteligentemente trabajada por estudiosos serios, que ha adquirido su propio espacio en importantes universidades y centros de investigación bajo el nombre genérico de 'espiritualidad'. Si reconociéramos que esa disciplina ha sido y puede ser fuente de verdadero conocimiento, no podría excluírsela en el intento de acceder a una ciencia comprensiva, integradora del conocimiento humano.

 

PROPOSICIÓN 19

 

Cabe preguntarse si en base a lo que ya conocemos respecto al paso de un 'orden de realidad' a uno superior (la emergencia de la vida a partir de la realidad física, y la emergencia de la cognición y la conciencia a partir de la realidad viviente), podamos formular alguna proposición más específica sobre el eventual paso a un 'orden' espiritual, o sea respecto a la posible emergencia de esa realidad espiritual a partir de la realidad cognoscente-consciente/autoconciente.

De acuerdo con la racionalidad de la realidad evolucionante tal como aparece en las proposiciones anteriores, la emergencia de la realidad supraconsciente/espiritual habría de iniciarse en el nivel de la realidad consciente/autoconsciente, que a través de su propio devenir iría preparando paulatinamente el 'cambio cualitativo'.

En tal sentido, las actividades superiores, las más libres y más conscientes y más creativas ejecutadas por la realidad cognoscente autoconsciente, entre las que destacarían las ciencias, las filosofías, las artes, la poesía, y en general las búsquedas de la verdad, la belleza y el bien, constituirían aquél proceso de cambios acumulativos y progresivos a que se refiere la Proposición 11, que pudieran en un cierto punto implicar la emergencia del cambio cualitativo del que surja el 'orden espíritual supraconsciente'.

Desde el momento que la realidad cognoscente/autoconsciente instaura en el devenir universal la finalidad consciente y libre, el surgimiento del espíritu supraconsciente sería el resultado de un proceso consciente y libremente 'finalizado'; y siendo el conocimiento autoconsciente el grado más alto de realización alcanzado por la realidad evolucionante, el surgimiento del espíritu supraconsciente debiera aparecer como un perfeccionamiento ulterior en la dirección del conocimiento y la autoconsciencia, esto es, como un modo nuevo de conocimiento y de autoconciencia, superior a todo conocimiento y conciencia al que haya podido acceder el individuo racional/consciente-autoconsciente.

Ha de ser un modo de conocimiento que instale al sujeto cognoscente en un 'orden' de realidad superior al del yo consciente en que vivimos habitualmente los humanos, implicando una transformación del sujeto mismo del conocimiento.

Ahora bien, para que tal transformación pueda concebirse y realizarse, el objeto de dicho conocimiento superior no podría ser la realidad física, biológica y cognoscente que estudian las ciencias ya constituidas, pues éstas instalan la conciencia en su propio 'orden' de realidad y no lo trascienden.

Pero entonces, conocimiento y supraconsciencia ¿de qué? ¿Cuál pudiera ser el objeto del conocimiento supraconsciente capaz de hacer emerger en el universo la realidad cognoscente-espiritual/ supraconsciente?

Pudiera pensarse, sobre la base de lo que afirman muchos autores que narran sus experiencias místicas, que el objeto de la experiencia espiritual sea Dios, que tendríamos en consecuencia que concebir como una realidad ontológica diferente a la realidad evolucionante, o sea una realidad absoluta, espiritual, perfecta, trascendente, no evolucionante. Tal respuesta implicaría restaurar el 'dualismo ontológico' al que hicimos mención en la Proposición 1 y que es propio de las creencias religiosas. Pero tal afirmación de los autores místicos no es suficiente, pues pudiera ser simplemente que el hacer referencia a Dios no es sino la lógica consecuencia del pensar su experiencia espiritual desde el horizonte conceptual de las creencias religiosas en que se encuentran culturalmente inmersos.

Y hay que considerar, por otro lado, que no todos los místicos hacen referencia a Dios, siendo también muchos (especialmente budistas y taoístas, pero también místicos cristianos y de otras confesiones) los que se limitan a afirmar que acceden a la experiencia espiritual en lo más íntimo de su propia realidad interior. Esta manera de concebir la experiencia mística se aproxima a la intelección de la experiencia espiritual supraconsciente tal como la hemos supuesto, a saber, que se trata de un 'orden' de realidad (el propio sujeto cognoscente supraconsciente) que emerge evolutivamente en el acto mismo del conocimiento espiritual.

Es coherente también con lo que afirma la Proposición 16, en cuanto las actividades superiores (intelectivas, volitivas y estéticas) del individuo humano se orientan a apropiarse cognitivamente de la realidad evolucionante, siendo su objetivo el desarrollo de la propia consciencia mediante el conocimiento de la verdad, el amor del bien y la recreación de la belleza que va descubriendo y creando en ella.

Concebido de este modo, el objeto del conocimiento espiritual sería el mismo sujeto cognoscente supraconsciente que se conoce a sí mismo en el acto de su propia emergencia. Si fuera así, en este nuevo 'orden' de la única realidad evolucionante no habría distinción entre objeto y sujeto. Estaríamos ante un 'orden' de realidad espiritual que emerge del propio proceso cognitivo en que el sujeto cognoscente/autoconsciente se transforma a sí mismo, accediendo a ese 'orden' emergente superior que llamamos realidad supraconsciente espiritual.

Este quinto 'orden' de realidad que emergería en la realidad evolucionante, surgiría desde la realidad cognoscente/autoconsciente como resultado de su propia evolución (tal como ha ocurrido en todos los tránsitos de un 'orden' de realidad al siguiente). Dicho más concretamente, sería el resultado de un proceso cognitivo finalistamente realizado por el individuo cognoscente que accede a una realidad anteriormente oculta y desconocida.

Ahora bien, si nos atenemos a la racionalidad general de la evolución universal tal como la hemos concebido en las proposiciones anteriores, tendremos que asumir que el 'objeto' (que sería al mismo tiempo el 'sujeto') de este nuevo conocimiento que llamamos espiritual supraconsciente, para que pudiera aparecer y constituirse como tal, debiera estar de algún modo ya presente y desde siempre, pero sólo como potencialidad o virtualidad, en la misma y única realidad evolucionante.

El espíritu supraconsciente realizaría, actualizaría, tal virtualidad, la haría existir realmente, de modo que con él y en él la realidad evolucionante accedería a la plenitud del conocimiento de sí misma. La realidad espiritual emergería y se instalaría como un 'orden' de realidad nuevo y superior, en el propio proceso del autoconocimiento de la realidad evolucionante, a partir de la autoconsciencia o conocimiento de sí mismo iniciado por individuos humanos conscientes.

Pero ¿es posible pensar que el conocimiento espiritual supraconsciente genere su proprio objeto - el espíritu supraconsciente - en cuyo conocimiento él mismo se constituya? ¿No es éste un pensar en círculo y por tanto un vicio lógico? Existe una sola manera de concebir tal devenir que evita el círculo vicioso del pensamiento, y es precisamente lo que hemos ya planteado: concebir que el espíritu supraconsciente - igual que la vida y la conciencia - está presente como potencialidad o virtualidad, desde siempre en la realidad, y que se actualiza y realiza cuando el proceso evolutivo de la conciencia autoconsciente lo busca, lo prepara, lo hace manifiesto y lo llega finalmente a conocer.

Sería una explicación similar a la del surgimiento de la vida y de la conciencia en el proceso evolutivo de la realidad. De hecho, sólo cabe hablar de la realidad de la vida desde el momento mismo en que emerge desde la realidad material, y de la existencia de la realidad cognoscente autoconsciente desde el momento mismo en que emergen seres cognoscentes autoconscientes. Vida y cognición que estaban sólo virtualmente presentes, como potencialidades, en la realidad evolucionante, surgen con la actualización o realización de aquellas virtualidades. Del espíritu supraconsciente tendríamos que decir igualmente, que estando desde siempre presente como potencialidad en el universo, se hace real en el momento en que emerge desde el interior de la realidad consciente/autoconsciente.

En todo caso, sea que el 'objeto' del conocimiento espiritual sea Dios, o que se constituya como el espíritu que emerge en el devenir de la realidad, se trataría de un 'orden' de realidad que no podría ser conocido desde los niveles cognitivos correspondientes a los 'órdenes' de realidad precedentes. Por eso, desde las ciencias físicas, biológicas o de la conciencia racional aquél quinto 'orden' de realidad no es accesible.

Pero a la inversa, desde aquella realidad espiritual y desde aquél conocimiento supraconsciente, las realidades cognitiva/ autoconsciente, cognitiva/sensible, vegetativa y material que la antecedieron evolutivamente, serían susceptibles de una nueva y más profunda intelección de lo que son y de lo que en su fluir han llegado a ser.

¿Qué pudiera concluirse del conjunto de estas proposiciones respecto a lo que es la realidad evolucionante considerada en su conjunto? ¿Y qué podríamos hipotetizar respecto a su origen?

Si observamos el conjunto del proceso evolutivo desde su resultado superior, esto es, desde el que sería el quinto 'orden' de realidad que haya generado, podríamos comprender que tal vez aquella que hemos hasta aquí asumido como el 'orden' primero del que se derivan todos los siguientes, esto es, la materia tal como es conocida por la física, pudiera no ser la realidad originante primigenia, sino el primero de los 'órdenes' de realidad surgidos de alguna forma de realidad originante primigenia pero permanente y subyacente a lo largo del proceso evolutivo en su integridad, la cual tuviera en potencia la generación progresiva de los diferentes 'órdenes' de realidad sucesivos, y de los cuáles pudiera por tanto considerarse como la causa de su emergencia.

Pudiéramos, en tal sentido, hipotetizar que en el origen y a la base de toda la realidad se encuentre alguna entidad desconocida para nosotros, que si debiéramos nombrar de algún modo podríamos denominar 'Energía Generativa Subyacente', respecto de la cual la materia que conocemos como constituida de campos de fuerza y de masa fuera el primero de los 'órdenes' de realidad que haya generado, y el espíritu supraconsciente el último. Esa Energía Generativa Subyacente estaría sucesivamente en el origen del surgimiento de los 'órdenes' de la realidad material (el ‘cosmos físico’), de la realidad viviente (el ‘cosmos autopoiético), de la realidad cognitiva/sensitiva (el ‘cosmos noético’), de la realidad intelectiva/autoconsciente (el ‘cosmos teleológico’) y, finalmente, de la realidad espiritual supraconsciente, que pudiéramos denominar un ‘cósmos místico’ (del griego ‘mystikós’, que significa cerrado, arcano o misterioso).

Si tenemos en cuenta esta hipótesis surgiría una tercera posible respuesta a la pregunta sobre cuál pudiera ser el objeto del conocimiento espiritual supraconsciente. En efecto, se abriría la posibilidad de que el objeto del conocimiento al que se accede mediante el conocimiento espiritual supraconsciente pudiera ser precisamente esta entidad primigenia que hemos denominado Energía Generativa Subyacente. En tal experiencia el sujeto cognoscente encontraría, en lo más hondo de sí mismo, aquella fuente originaria generadora que habría hecho emerger en la realidad evolucionante, la materia, la vida y la cognición, y que finalmente emerge ella misma, desde la realidad consciente autoconsciente, como espíritu supraconsciente que en la experiencia espiritual se identifica cognitivamente consigo misma.

Podemos en todo caso concluir que en cualquiera de las tres hipótesis mencionadas, la unificación del conocimiento requeriría necesariamente integrar aquella forma nueva y superior de conocimiento que hemos denominado 'espiritual supraconsciente'.

 

PROPOSICIÓN 20

 

¿Podemos formular alguna otra proposición sobre esa eventual realidad espiritual emergente que hemos denominado 'espíritu cognoscente supraconsciente'?

Poco y tal vez nada podemos decir sobre la realidad espiritual supraconsciente mientras empleemos los conocimientos que nos proporcionan las ciencias de las realidades física, biológica y cognoscente. Pero es legítimo proyectar las tendencias evolutivas de la realidad que hemos formulado en las hipótesis anteriores, y extraer de este modo algunas ideas susceptibles de aplicarse al espíritu supraconsciente.

Ante todo, habrá que asumir que se trataría de una 'nueva realidad', distinta de la realidad consciente que se manifiesta en el individuo autoconsciente. Con el espíritu supraconsciente una nueva dimensión, un nuevo 'orden' habría emergido en la realidad evolucionante, no reductible al 'orden' de la realidad cognoscente autoconsciente. Sería la superación de éste último, del mismo modo como el ser vivo es distinto y superior a la realidad inerte, y el ser cognoscente es distinto y superior al ser sólo viviente. Digámoslo de otro modo: el espíritu supraconsciente trascendería el ser cognoscente autoconsciente, en cierto modo lo habría superado, habiéndose constituido en él, como resultado evolutivo conscientemente finalizado, la materia – vegetativa – animal/cognitiva/sensitiva – cognitiva/intelectiva/ autoconsciente – cognitiva/espiritual/supraconsciente.

Podemos hipotetizar también que este más reciente 'orden' de realidad que emerge en la culminación del devenir de la realidad debiera ser: máximamente integrado, o sea unificado internamente; máximamente organizador y auto-organizador, o sea libre y auto-finalizado; máximamente complejo en el sentido de incluir en sí, en su nivel específicamente espiritual, la realidad evolucionante entera; máximamente autónomo respecto a las realidades física, biológica y cognoscente; y máximamente perdurable.

¿Perdurable? ¿Sería éste el modo en que los individuos cognitivos/autoconscientes, llegados a ser espíritus supraconscientes, alcanzarían la anhelada 'vida después de la vida'? ¿Es que al llegar a tal 'orden' de conocimiento y realidad espiritual se verificaría aquella aspiración y finalidad de vida 'fuera del tiempo', alcanzando la inmortalidad en la que tienden a creer los sujetos autoconscientes? Imposible verficarlo desde el 'orden' cognitivo de la realidad fenomenológica, pues como fue indicado en la proposición anterior, ello pudiera ser conocido solamente desde la propia realidad supraconsciente conociéndose a sí misma. Y al respecto es relevante observar que todos los místicos sostienen que las experiencias espirituales ocurren fuera del tiempo, y es común a ellos el dejar de temer la muerte del cuerpo, e incluso desearla entendiendo que al liberarse de las ataduras espacio temporales del cuerpo esperan acceder a una condición de realidad que suelen denominar 'vida eterna'.

Ahora bien, aún sin recurrir a tales supuestos conocimientos derivados de las experiencias espirituales supraconscientes podemos hipotetizar algo más, aplicando a la supuesta realidad espiritual supraconsciente las anteriores proposiciones formuladas para la unificación del conocimiento. Por de pronto, habría que aceptar que la realidad espiritual supraconsciente no sería estática sino que estaría también ella en devenir y evolución. Ella se orientaría a sí misma con el máximo grado de libertad y autonomía, instaurando su propia y especial racionalidad, distinta y superior a las racionalidades propias de los 'órdenes' de realidad precedentes.

Y sería coherente también pensar que, una vez emergida la realidad espiritual, las realidades cognoscente, viviente y material resultarían impactadas por el operar de aquella nueva que, en alguna medida las iría integrando parcialmente a sí, subsumiendo y - por decirlo así - espiritualizando. Esto implicaría que la realidad espiritual presente desde siempre en la realidad evolucionante como pura virtualidad, iría emergiendo poco a poco, expandiéndose - la propia realidad espiritual supraconsciente - por la integración a sí misma de cada vez más elementos de la realidad cognoscente/autoconsciente.

Así como la realidad cognoscente/autoconsciente integra en sí las realidades que llega a conocer, subsumiéndolas en su propio 'orden' mediante la abstracción, el análisis y la síntesis, podría hipotetizarse que la realidad espiritual/supraconsciente pudiera integrar en sí, o sea en el 'orden' espiritual que le es propio, las realidades anteriores que ha llegado a conocer por vía espiritual supraconsciente. Como la vida vivifica a la materia y la conciencia concientiza a la vida, la espiritualidad espiritualizaría la conciencia y todo lo que hay en ésta y que ésta produce (cultura, conocimiento, afectividad, arte, etc.).

Si una vez emergido el ‘orden’ espiritual se expande de manera similar a como lo han hecho evolutivamente los ‘órdenes’ de realidad precedentes, podríamos hipotetizar que, experimentado el espíritu supraconsciente por uno o por pocos individuos humanos, desde éstos se inician procesos de atracción e integración de muchos otros a ese nuevo ‘orden’ de realidad emergente, de modo que el conocimiento espiritual supraconsciente se expanda socialmente. Afirmamos, en efecto, en la Proposición 12, que cuando en un ‘orden’ de realidad aparece el siguiente, este último acelera, encauza y en cierto sentido induce y guía dinámicas evolutivas en los niveles u ‘órdenes’ precedentes que lo conducen, al menos en parte, al ‘orden’ superior.

Dicho más directamente, así como el surgimiento inicialmente pequeñísimo de la realidad biológica en la realidad material implicó dinámicas evolutivas tales que crecientes porciones de materia se fueron integrando en el ‘orden’ viviente, por influjo de la propia realidad viviente; y así como al generarse la realidad consciente la evolución de la vida se orientó en el sentido de favorecer e impulsar el desarrollo de la conciencia, por la acción y el influjo de ésta; así puede pensarse que al aparecer la realidad espiritual supraconsciente en un individuo, ella misma inicie dinámicas que favorezcan e impulsen el desarrollo espiritual en otros muchos individuos humanos. Hipotesis ésta que pareciera verse confirmada por la atracción y el influjo que han ejercido aquellos personajes notables por su vida espiritual en torno a los cuales se han generado dinámicas espirituales de gran alcance histórico.

 

Luis Razeto

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