EL COSMOS NOÉTICO Y UNA IDEA ALUCINANTE SOBRE LA CREACIÓN - Luis Razeto

Tercer ex-curso: (Agregado al libro en enero de 2022)

EL COSMOS NOÉTICO Y UNA IDEA ALUCINANTE SOBRE LA CREACIÓN.


 

1. Una similitud sorprendente y una hipótesis alucinante.

Debo advertir al lector que no creo que la hipótesis que formularé en este texto pueda demostrarse algún día como verdadera o falsa; y dado que hipótesis de este tipo suelen dar lugar a creencias, debo añadir que - no obstante carecer de razones para desecharla - personalmente me resulta difícil creer en ella. Pero es una hipótesis legítima, que merece ser considerada en cuanto existen diversas informaciones científicas e interesantes elucubraciones filosóficas que justifican formularla racionalmente. Comencemos, pues, con ciertos datos que proporcionan algunas investigaciones científicas.

Empleando los más avanzados telescopios, radiotelescopios y otros instrumentos de observación y medición, los astrónomos han descubierto que existe un sorprendente parecido entre las estructuras y dinámicas de formación del universo cósmico, y las estructuras y dinámicas de formación del cerebro humano tal como son descritas por la neurociencia.

El cerebro y el cosmos son los sistemas más increíblemente complejos que existen; y lo sorprendente no sería solamente su similitud morfológica, sino que además estarían moldeados conforme a principios subyacentes similares.

Destacan algunas coincidencias notables: el cerebro tiene aproximadamente 86 millones de neuronas, y la cantidad de galaxias conocidas es de algo más de 100 millones, si bien se estima que pueden ser muchas más. Aproximadamente el 77 % de la masa del cerebro es agua, y alrededor del 75 % de la materia energética del univero es energía oscura, siendo que en ambos casos se trata de componentes aparentemente pasivos. El 30 % de la masa del Cosmos está compuesto por galaxias, e igual es el porcentaje que corresponde a las neuronas en el cerebro. En ambos sistemas, estos componentes (galaxias o neuronas) se encuentran organizados en largos filamentos, con nodos entre los filamentos.

Una investigación dirigida por Franco Vazza, publicada en la revista Frontiers in Physics, comparó la densidad espectral de ambos sistemas, concluyendo que la distribución de la fluctuación dentro de la red neuronal del cerebelo en una escala de 1 micrómetro a 0,1 milímetros, sigue la misma progresión de la distribución de materia en la red cósmica en un escala que va de 5 millones a 500 millones de años luz. El agrupamiento y el número de conexiones que emanaban de cada nodo también serían extrañamente similares.

Los investigadores también calcularon algunos parámetros que caracterizan tanto la red neuronal como la red cósmica: el número promedio de conexiones en cada nodo y la tendencia de agrupar varias conexiones en nodos centrales relevantes dentro de la red: la red cósmica, basada en una muestra de 3.800 a 4.700 nodos, tenía un promedio de 3,8 a 4,1 conexiones por nodo. La corteza humana, para una muestra de 1.800 a 2.000 nodos, tenía un promedio de 4,6 a 5,4 conexiones por nodo. Además, ambos sistemas mostraron una tendencia a agrupar conexiones alrededor de nodos centrales. Ello supiere, según los investigadores, que la conectividad dentro de las dos redes evoluciona siguiendo principios físicos similares.

La cosmología y la neurociencia continuarán investigando, y probablemente descubrirán otras mililitudes como también diferencias entre las estructuras y dinámicas del Cosmos y del cerebro humano. Pero ya lo que se conoce de ellos permite sugerir la hipótesis de que, siendo sistemas morfológicamente similares, pudieran también cumplir funciones análogas. ¿Es que, acaso, el Cosmos constituye el asiento material de un gigantesco intelecto, o más precisamente, de una mente capaz de pensar y de querer? ¿Podemos hablar de un Cosmos Noético no solamente en el sentido que hemos expuesto en las Tesis de este libro - en cuanto generador de una mente consciente y racional capaz de conocer el Cosmos que lo originó evolutivamente -, sino en un sentido aún más propio del término, como un Cosmos que es Noético en sí mismo, en sus propias gigantescas dimensiones?

Como dije al comienzo, tan sorprendente hipótesis no puede ser afirmada ni negada al nivel de la investigación científica porque trasciende absolutamente el campo de la observación empírica y del análisis lógico y matemático que son propios del conocimiento científico. Disponemos, sin embargo, de la facultad de especulación filosófica, que operando sobre la base de la información que proporcionan los sentidos, las ciencias y la propia razón, ha permitido a la humanidad acceder a saberes de extraordinaria profundidad, amplitud y utilidad. La filosofía no se pone límites en cuanto a sus potencialidades de formular preguntas y de pensar y elucubrar (especular, precisamente) sobre los qué, los por qué y los cómo de la realidad. Y, en efecto, la interrogante y consiguiente hipótesis del Cosmos Noético se nos presenta en cierta dirección que ha seguido históricamente la filosofía que interroga por el ser, esto es, por la existencia y la naturaleza de la realidad como un todo; cuestión que ha intrigado a los seres humanos desde que comenzamos a pensar.


 

2. El Cosmos Noético como Creación.


La idea de que el Cosmos, tal como el cerebro, pueda contener una gigantesca Mente consciente, puede parecernos absolutamente inverosimil toda vez que pensamos que el Universo con todas sus galaxias está constituido exclusivamente de materia, tanto de la materia física que conocemos como de la materia oscura cuya composición desconocemos; y que todos sus elementos interactúan según las cuatro fuerzas que se han identificado: gravedad, electromagnetismo, interacción débil e interacción fuerte. Pero el cerebro humano está conformado por los mismos elementos materiales y está afectado por las mismas cuatro fuerzas, y no son sus componentes elementales sino su compleja articulación sistémica lo que lo determina como instrumento u órgano del pensamiento y la voluntad. Análogamente, no serían las galaxias que lo forman sino el Universo como un todo lo que constituiría la base material de una inmensa Mente Cósmica.

Ahora bien, esa Mente Cósmica no podría haberse creado a sí misma, toda vez que la conformación sistémica del Cosmos ha sido el resultado de un largo proceso evolutivo, a partir de un momento inicial que nos hemos acostumbrado a llamar Big-Bang, ocurrido hace unos 13.800 millones de años, momento en el cual la supuesta Mente Cósmica no podía existir.

Por lo anterior, la hipótesis de que el Universo haya llegado a conformar un enorme Cerebro-Mente implica afirmar la existencia de un Creador del Universo: un Ser Perfecto, Existente Absoluto y por tanto increado y no-causado, uno y único, que posee en plenitud todas las perfecciones que se nos ocurra imaginar y concebir: Inteligencia Perfecta, Omnipotencia, Omnisciencia, Eternidad, Infinitud, Sumo Bien, Amor infinito, Belleza Suprema, Inmanencia en todo, Trascendencia de todo. Algo o alguien que, para simplificar, podemos llamar Ser Supremo, Creador, Dios, Causa Primera, Originador, o cualquier otro término que utilicemos para hacer referencia a lo que haya originado la existencia del Universo desde su misterioso origen. Se trataría de un Ser que no podemos conocer directamente, sino solamente por vía indirecta a partir de lo que conocemos del mundo y de nosotros mismos, y de lo que la razón nos permite elucubrar, deducir y postular.

La idea de un posible Cosmos que sostenga una mente consciente traspasa el umbral del horizonte científico en que hemos razonado y expuesto las Tesis que componen este libro. En cuanto ella comporta una concepción del Universo como Creación, su comprensión nos mueve a integrar conceptos de origen científico, filosófico, religioso y espiritual. Esto es coherente con lo que afirmamos al referirnos en la primera parte del libro, al desafío de la unificación del conocimiento: “Una teoría comprensiva de la realidad debiera ser capaz de integrar los conocimientos provenientes de estas distintas fuentes, y tener además la capacidad de explicar la naturaleza y la razón de que existan esas diferentes estructuras cognitivas”.


3. La idea bíblica del hombre como un ser creado a imagen y semejanza de Dios.

 

La existencia de Dios Creador del Universo es la creencia central de las religiones; ha sido también argumentada por grandes filósofos, y ha sido aceptada por la mayoría de los seres humanos. Pero es poco lo que las religiones y las filosofías nos pueden decir sobre lo que sea y cómo sea ese Dios cuya existencia sostienen. Entre tantas imágenes e ideas de Dios que se han formado ¿cuál puede ser más próxima a la realidad del Creador.

Leemos en la Biblia que “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza; hombre y mujer los creó”. En realidad esa afirmación no apunta a decir cómo es Dios, sino a destacar cuán grande somos y cuánto más podemos llegar a ser los humanos. Esta grandeza del ser humano la podemos intuir observando a los mejores hombres y mujeres: los más creativos, inteligentes, amorosos, bellos, libres, virtuosos, perfectibles.

Pero cabe también preguntarse si en aquella afirmación bíblica se nos diga algo sobre cómo sea ese Dios que no podemos conocer directamente. En efecto, por aquello de la semejanza podemos crearnos una imagen e idea de Dios, corriendo sin embargo el riesgo de caer en el antropomorfismo, que habría que superar.

Más que una idea sobre Dios, de la afirmación bíblica se desprende un criterio: la imagen e idea más próxima a la verdad de Dios sólo puede ser la mejor, la más bella, la más racional, la más atrayente, la más sublime que seamos capaces de imaginar y de concebir, a partir de lo mejor que podamos encontrar en los hombres y mujeres a lo largo de la historia y en todo el mundo.

Será aquella imagen e idea de Dios que nos lleve a amarlo sobre todas las cosas, pues si es inferior a lo mejor y a lo que más amamos en el mundo, no sería una buena, verdadera y hermosa imagen e idea de Dios: se trataría de un Dios inferior a nosotros mismos y a la Creación. Una imagen e idea de Dios que no nos mueva a adorarlo, es con seguridad una pobre y falsa idea de Dios.

Como mínimo, habría que asumir que es un Ser personal, consciente, inteligente y libre; pero infinitamente más perfecto, personal, consciente, inteligente y libre de lo que podemos ser los humanos.

 

4. El Universo formado según el modelo de la razón, la sabiduría y la esencia divina.


La afirmación bíblica sobre el hombre como imagen y semejanza de Dios encuentra en Platón una justificación racional, que lo lleva a ir más allá de la creencia religiosa, conectando la idea de ‘imagen y semejanza’ ya no sólo con el hombre sino con el Universo en su totalidad.

Si el Creador es perfecto ¿no sería lógico esperar que su Creación fuese la más perfecta y grandiosa que hubiese podido crear? Y ¿no es más perfecto y grandioso un Cosmos consciente y autoconsciente, que un Universo puramente material, limitando la racionalidad, el amor y la espiritualidad a estos seres tan imperfectos que somos los humanos?

Cito por extenso lo que escribe Platón en El Timeo, que no requiere interpretación por ser su argumentación suficientemente clara y precisa:

En cuanto al universo o mundo, lo primero que debemos averiguar es aquello por lo que, según hemos dicho, debe comenzarse en todos los casos, a saber: si haya existido siempre, no habiendo tenido principio; o si, habiendo tenido principio, no ha existido siempre.

“El mundo ha tenido principio. En efecto, el mundo es visible, tangible, corporal; todo lo que tiene estas cualidades es sensible: y todo lo que es sensible y está sometido a la opinión acompañada de la sensación, ya lo sabemos, nace y es engendrado. Además, decimos que todo lo que nace procede de una causa necesariamente. ¿Cuál es en este caso el autor y el padre de este universo?

En segundo lugar, es preciso examinar conforme a qué modelo el arquitecto del universo lo ha construido; si ha sido según un modelo inmutable y siempre el mismo, o si ha sido según un modelo que ha comenzado a existir.

Si el mundo es bello y si su autor es excelente, es claro que tuvo fijos sus ojos en el modelo eterno; si, por el contrario, no lo son, lo que no es permitido decir, entonces se ha servido de un modelo perecible. Pero es evidente que el imitado ha sido el modelo eterno. En efecto, el mundo es la más bella de todas las cosas creadas; su autor es la mejor de las causas. El universo engendrado de esta manera ha sido formado según el modelo de la razón, de la sabiduría y de la esencia inmutable, de donde se desprende, como consecuencia necesaria, que el universo es una copia.

“En cuanto a los discursos que se refieren a lo que ha sido copiado de estos objetos, basta que sean probables, mediante la analogía con el objeto. En efecto, lo que la existencia es a la generación, es la verdad a la creencia. Por lo tanto, después de tantos como han hablado de los dioses y del origen de las cosas, si no puedo llegar a darte una explicación exacta de todo punto y exenta de toda contradicción, no lo extrañes; y antes bien, si adviertes que mi explicación no cede a ninguna otra en el terreno de la probabilidad, date con eso por satisfecho, y acuérdate de que yo que hablo, y vosotros que me juzgáis, todos somos hombres; y que en asuntos de esta naturaleza debemos aceptar una explicación probable, sin aspirar a profundizar más.

Veamos por qué causa o motivo el Ordenador de todo este universo le ha formado. Era bueno, y el que es bueno no puede experimentar ningún género de envidia. Extraño a este sentimiento, quiso que todas las cosas, en cuanto fuese posible, fueran semejantes a él mismo. Dios quería, pues, que todo fuese bueno y nada malo, en cuanto de él dependiese; y por esto, habiendo tomado todas las cosas visibles, que lejos de estar en reposo se agitaban en un movimiento sin regla ni medida, las hizo pasar del desorden al orden, estado que le pareció preferible. Un ser bueno no podía ni puede hacer nada que no sea excelente.

A la luz de la razón encontró que de todas las cosas visibles no podía absolutamente sacar ninguna obra que fuese más bella que un ser inteligente, y que en ningún ser podría encontrarse la inteligencia sin tener un alma. En consecuencia puso la inteligencia en el alma, el alma en el cuerpo; y ordenó el universo de manera que resultara una obra de naturaleza excelente y perfectamente bella. De suerte que la probabilidad nos obliga a decir que el mundo es un ser animado e inteligente, producido por la providencia divina.

Sentado esto, el orden de las ideas nos conduce a la averiguación de cual es el ser, a cuya semejanza Dios ha formado el mundo. No creeremos que haya sido a semejanza de ninguna de las especies particulares que existen. Nada de lo que se parece a lo imperfecto, puede ser bello. El ser que comprende como partes todos los animales tomados individualmente o por géneros; he aquí, diremos, el modelo del universo. Este modelo, en efecto, encierra en sí todos los animales inteligibles, como el mundo abraza a nosotros mismos y a todos los seres visibles. Porque Dios, queriendo hacerle lo más semejante posible a lo más bello y a lo más perfecto entre las cosas inteligibles, ha hecho un solo animal visible, el cual envuelve a todos los animales particulares, unidos por lazos de parentesco.

El autor de las cosas ha creído que el mundo sería más perfecto, bastándose así mismo que no necesitando el auxilio de otro. Fundado en estas razones el dios, que existe eternamente, meditando en el dios que existiría un día, le dio un cuerpo uniforme, completo, perfecto y compuesto de cuerpos perfectos. Ahora bien, en medio de este cuerpo universal puso un alma, la extendió por todas las partes de aquél, y hasta le envolvió con ella exteriormente. De este modo formó un cielo esférico que se mueve circularmente, único y solitario, que tiene la virtud de unirse consigo mismo y de bastarse a sí propio, sin tener necesidad de nada que le sea extraño; y que se conoce y se ama a sí mismo en la medida conveniente. De este modo produjo un dios completamente dichoso.

Cuando el autor de las cosas hubo formado el alma del mundo a su gusto, arregló dentro de ella el cuerpo del universo, y los unió ligando el centro del uno con el del otro. El alma derramada así por todas las partes, desde el centro a las extremidades del cielo, hasta excederle y envolverle en todas direcciones, estableció, al girar sobre sí misma, el principio divino de una vida perpetua y sabia por todo el curso de los tiempos. Así nacieron el cuerpo visible del cielo y el alma invisible, la cual participa de la razón y de la armonía de los seres inteligibles y eternos, y es la más perfecta de las cosas que el Ser perfecto ha formado. Cuando el padre y autor del mundo vio moverse y animarse esta imagen de los dioses eternos, que él había producido, se gozó en su obra, y lleno de satisfacción, quiso hacerla más semejante aún a su modelo. Y como este modelo era un ser vivo eterno, se esforzó para dar al universo, en cuanto fuera posible, el mismo género de perfección. (…).

En cuanto a la naturaleza del alma, a la distinción entre una parte mortal y otra parte divina, a su separación y a su localización, y en cuanto a las razones que han determinado esta distribución, para poder decir: hé aquí la verdad, sería preciso haberlo aprendido de Dios mismo.

Así fue formado este mundo, que comprende a los animales mortales e inmortales, de los que está lleno; el universo es un animal visible donde están encerrados todos los animales visibles; es también un dios sensible, imagen del dios inteligible; es un mundo único y de una sola naturaleza, que es muy grande, muy bueno, muy bello y absolutamente perfecto.”

Eso argumenta Platón, de algún modo en coherencia con el texto bíblico según el cual el ser humano fue hecho por Dios a su imagen y semejanza; pero no se dice en la Biblia que el Cosmos en su conjunto fuera creado a imagen y semejanza de Dios. Muchos intérpretes cristianos han argumentado que en el mundo físico y biológico se encuentran ‘vestigios’ del Creador, especialmente valorados por la grandiosidad y exuberancia, la belleza y el orden que se aprecia en la naturaleza; pero no se ha llegado a sostener que el Cosmos fuera, igual que el ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, pues ello implicaría que el Cosmos fuese un ente personal, consciente, inteligente y libre.

Ahora bien, cabe interrogar, con base en la argumentación platónica, por qué un Creador tan sabio y todopoderoso se limitó a crear a su imagen y semejanza unos seres tan precarios y limitados como son los humanos. ¿Por qué limitaría la grandiosidad de su obra a una realidad que, confrontada con el Cosmos, parece tan pequeña e insignificante?

Respondiendo implícitamente a esa pregunta se ha indicado que la obra del Creador incluye a los ángeles, seres espirituales que son, los de más elevado rango, muy similares a Dios. Si bien no puede negarse que tales seres pudieran existir, debe reconocerse que de ellos no hay evidencia manifiesta. Lo mismo puede decirse sobre la existencia de otros seres corporales inteligentes, conscientes y libres en numerosos planetas del inmenso Cosmos. En todo caso, la existencia de los ángeles y de seres inteligentes y amantes extraterrestres no invalidaría, sino incluso vendría a reforzar la hipótesis de una Mente Cósmica en cuanto componente de la más perfecta y completa Creación generada por el Ser Perfecto.

 

5. Si existiera ¿cuál sería el fin del Cosmos-Mente?


Si el Universo como Cerebro o Mente Cósmica hubiese sido creado por un Ser Perfecto Inteligente, surge la pregunta sobre la finalidad que su Creador haya tenido al crearlo. ¿Por qué y para qué el Ser Perfecto generaría un Cosmos Noético?

Si nos atenemos a la Tesis central de este libro que afirma que el Universo evolucionó con el fin de generar esa realidad intelectiva / racional / consciente / autoconsciente que somos los humanos, parece lógico suponer que la supuesta Mente Cósmica tendría también como finalidad propia el conocerse y amarse a sí misma, con todo lo que ella contiene y que la constituye.

Y si asumiéramos la idea de fundamento espiritual y religioso que sostiene que el fin último de los seres humanos es “conocer y amar a Dios sobre todas las cosas”, podríamos colegir que no otro sería el fin último del Cosmos Noético: el conocimiento y el amor de Dios su Creador. Todo lo existente apuntaría a la Gloria de Dios, hacia el cual toda la realidad iría a unirse e integrarse al final.

Si fuera así, podríamos esperar que la Mente Cósmica no solamente nos conozca y sea consciente de nuestra propia realidad cognoscente, consciente y autoconsciente, sino que también se comunique de algún modo con nosotros. Y ¿qué otra cosa sería esperable que comunicara a los humanos, sino su propia existencia como Cosmos Noético, o sea la conformación del Universo como una gran mente cósmica?

Cabe preguntarse si exista algún indicio, alguna experiencia humana, que valide tal conjetura. ¿Hay algo en la cultura de la humanidad que no provenga de la experiencia sensible ni del intelecto propio de los humanos sino de una mente externa, y que aluda o haga referencia a la existencia de una Mente Cósmica?

Nada sabemos al respecto; pero permítaseme referir a los Mandala, una curiosidad de la cual sin embargo no podemos extraer conclusión alguna, pero que es interesante considerar.

 

6. Los Mandala como posible representación del Cosmos Noético.

 

Mandala es una palabra de origen sánscrito, y es empleada particularmente en el budismo y el hinduísmo, pero también está presente en la cultura cristiana y en la psicología científica moderna, manteniendo en todos los casos una estructura figurativa similar.

Los Mandalas son representaciones simbólicas y espirituales del macrocosmos y el microcosmos. En todos los Mandala se encuentra representado el centro del Universo como un círculo, el cual está inscrito al interior de una forma rectangular en la que se encuentra una gran variedad de figuras menores. A partir de los ejes cardinales se diversifican partes o regiones que conectan el círculo central con los sectores del rectángulo.

En las culturas que los emplean ritualmente, el círculo central se entiende como un espacio sagrado que constituye tanto el centro del Universo como el lugar donde se debe concentrar la mente durante la meditación. Las formas concéntricas de los Mandalas sugieren la idea de perfección y de equidistancia de todas las cosas respecto a un centro superior.

El psiquiatra y filósofo Carl Gustav Jung otorga gran importancia a los Mandala, a los que considera como probables expresiones del inconsciente colectivo o de una mente común de los seres humanos. El origen de los principales Mandalas es desconocido, pero numerosos indicios sugieren que son generados en visiones ocurridas en estados de éxtasis o durante luminosas experiencias místicas.

Hildegarda von Bingen, mística y vidente cristiana del siglo XII, describe en sus obras una serie de visiones que tuvo en momentos de intensa meditación, cuyas figuras tienen la misma estructura de los Mandalas orientales. Ella las interpreta como una gran ciudad espiritual que desciende del cielo a la Tierra. Sobre tales visiones Hildegarda explica que les fueron reveladas por la Dama Sabiduría, que se le presenta aureolada por una luz muy intensa. La Dama Sabiduría le habría dicho que fue generada por Dios antes de la creación del mundo, y que ella impregna todo lo existente en el cosmos.Todas las cosas en su esencia están vivas y no han sido creadas en la muerte, porque yo soy vida. También soy la capacidad de razonar, por cuanto tengo el hálito de la palabra, por la cual toda criatura ha sido engendrada. Y en la creación de todas las cosas he introducido mi soplo de tal forma que ningún ser de la creación es efímero en su especie, porque yo soy la vida. Si digo que estoy ardiendo en el sol y la luna, es una alusión a la inteligencia: ¿no son las estrellas innumerables palabras de la inteligencia?”.

Para el psiquiatra Carl Gustav Jung, quién dibujó varios afirmando que no sabe por qué los hacía ni cómo le fueron inspirados, los Mandala son “símbolos de la totalidad”, y probablemente representan el inconsciente colectivo o la mente común de la humanidad. Jung afirma que sus Mandala son “fantasías o imágenes repentinamente aparecidas en mi psique”. Así describe a uno de ellos: “En el medio brilla la luz blanca en el firmamento. En el primer círculo: semillas de vida protoplasmáticas; en el segundo: principios cósmicos que rotan, los cuales contienen los cuatro colores fundamentales; en el tercero y el cuarto: fuerzas creadoras que actúan hacia dentro y hacia fuera. En los puntos cardinales: las almas, masculina y femenina, divididas de nuevo según brillante y oscura”.

Como advertí, no es posible extraer alguna conclusión con base en los Mandala; pero me pareció interesante ponerlos en relación con la hipótesis de la Mente Cósmica.

Luis Razeto