Lectura complementaria Nº 3-B.

SEGUNDA LECTURA COMPLEMENTARIA DE LA TERCERA UNIDAD DEL CURSO 'ECONOMÍAS Y EMPRESAS ALTERNATIVAS'.

Texto de Luis Razeto, tomado del libro FUNDAMENTOS DE UNA TEORÍA ECONÓMICA COMPRENSIVA. Capítulo III.

III. La organización de los factores y la formación de las categorías económicas.

l0.- Mucho se ha discutido entre los economistas teóricos sobre la prioridad, precedencia o preeminencia de unos factores sobre otros. Naturalmente, la discusión ha estado marcada por las imprecisiones conceptuales dadas por la no distinción entre recursos y factores, y por la distinción dicotómica entre tierra y trabajo, o entre capital y trabajo. Recordemos brevemente. Las fisiócratas atribuían preeminencia a la tierra, argumentando que el trabajo se limita a dar nueva forma a los elementos naturales, que no puede crear y que lo condicionan. Los clásicos establecieron la preeminencia del trabajo, en base a un concepto de trabajo que lo asimilaba al de industria o empresa humana en general. La teoría económica crítica absolutizó y extrapoló el concepto clásico identificando en el trabajo productivo directo la única fuente capaz de crear valor económico. La prioridad del capital sobre el trabajo fue postulada especialmente por los neo-clásicos sobre la base de destacar la valorización del capital como el objetivo que guía las decisiones de los agentes organizadores de las actividades económicas. Otros, en fin, como Schumpeter, consideran que “ambos factores son igualmente indispensables en la producción, y por el mismo motivo y en igual forma".
 
La cuestión, que aparentemente tiene un carácter puramente académico, es de la mayor importancia práctica, teniendo consecuencias sociales y económicas e incidiendo del modo más relevante en los debates en torno a la "cuestión social". Ha sido precisamente el haberse enmarcado en el conflicto de intereses entre terratenientes, empresarios y trabajadores, y en una discusión ideológico—política, lo que ha dificultado mucho la adecuada resolución teórica del problema. En realidad las argumentaciones que sostienen las mencionadas posiciones proceden en niveles de abstracción diferentes, y no pueden enlazarse en un análisis coherente porque no se tocan unas con otras. Nadie puede negar, en efecto, que el trabajo requiere como condición la existencia de la tierra; tampoco que los recursos naturales solos no realizan producción de valores propiamente económicos; ni que la producción requiere la operación conjunta y simultánea de los distintos factores combinados, y si es verdad que en la organización capitalista el capital predomina sobre el trabajo, no menos cierto es que éticamente debiera reconocerse la prioridad del trabajo humano sobre los medios materiales de producción. Pero todas estas afirmaciones Se superponen en diferentes niveles de abstracción, correspondientes a cuestiones metafísicas, éticas, históricas, etc.; niveles éstos que son teóricamente relevantes, pero que es preciso distinguirlos de uno específicamente económico que también requiere solución teórica. En este plano. la observación y el análisis debe centrarse en la concreta organización y funcionamiento de los factores en las unidades económicas y en los circuitos económicos complejos, tal como se dan en las formaciones sociales reales.
 
Es preciso, ante todo, mantener firme el hecho que los seis factores económicos que hemos distinguido son todos necesarios para que la actividad económica se efectúe, y que cada uno de ellos hace un aporte específico y cumple una función particular en la producción. En efecto, si un factor no contribuyera con su propia productividad no habría razón alguna para su integración al proceso económico. Pero es indispensable aclarar mejor en qué sentido afirmamos que todos los factores son igualmente necesarios, lo que en otras palabras quiere decir que en ausencia de alguno cualquiera de ellos la unidad económica no puede operar convenientemente y pronto detendrá su actividad.
 
Al presentar el "factor C" dijimos que no en todas las unidades económicas se le reconoce existencia como factor independiente, como la tiene en algunas de ellas, que precisamente identificamos como empresas alternativas que forman parte de la economía de solidaridad. Al decir aquello, hacíamos referencia a la constitución del factor en cuanto separado, individuado a través de un determinado proceso histórico; pero antes de su separación (en el sentido que ya explicamos) el elemento cooperativo y comunitario estaba presente en la actividad económica, en algún grado, cumpliendo su específica misión, integrado a los demás factores. Y es fácil comprender que no hay unidad económica ni actividad económica donde no exista algo de cooperación en el trabajo, uso compartido de conocimientos e informaciones, alguna integración psicológica entre las personas, cierta comunidad de objetivos e intereses que impida que el conflicto social lleve a la desintegración de la unidad misma. algún grado de satisfacción de las necesidades de comunicación y sociabilidad, etc., que son precisamente los contenidos identificables del "factor C".
 
Pues bien, lo que sucede con este factor —en cuanto a su existencia indiferenciada antes de su individuación como factor especial- ha sucedido igualmente con los otros, de los cuales constatamos también su separación y constitución a través de procesos históricos identificables en el tiempo. Antes de que el factor tecnológico se constituyera como tal había ciertamente unidades económicas;   elemento tecnológico se encontraba allí integrado a los demás factores, como un "saber hacer" y una masa de informaciones adherida —por decirlo asÍ— al trabajo productivo directo (por ejemplo, en el caso del artesano), o bien a los medios materiales de trabajo, o a la dirección o administración, etc.
 
Todo esto nos aclara en qué sentido afirmamos que la actividad económica requiere la presencia y operación conjunta de los seis factores económicos que identificamos; y nos permite comprender también que la distinción entre factores distintos no ha de entenderse como distinción entre cosas u objetos que son recíprocamente excluyentes porque ocupan espacios físicos separados, sino como una distinción que corresponde a realidades humanas. sociales, subjetivas; distinción que teniendo fundamentos en la realidad (en la efectiva diferenciación de tales realidades humanas y sociales) la hacemos especialmente con fines analíticos y gnoseológicos, o sea, para los efectos del conocimiento y del análisis.
 
Hemos observado que los factores se forman, muestran su productividad y se presentan como necesarios, en cuanto operan conjuntamente integrados en una organización. Esto nos lleva ahora a comprender que, si alguna preeminencia o prioridad tiene alguno de los factores sobre los otros en el plano económico, ella debe constituirse y manifestarse en la organización económica de los factores, y más específicamente, en el modo en que éstos se relacionan y articulan entre sí en las empresas en que operan. Debemos, pues, centrar nuestra atención en la organización de los factores.
 
Un primer nivel de organización, al que hemos hecho ya referencia y al que los economistas han prestado siempre su atención, corresponde a lo que suele considerarse como organización técnica de los factores. En efecto, los factores que integran una empresa se encuentran combinados técnicamente conforme a cantidades y proporciones definidas. Las diferentes proporciones en que se dan tales combinaciones han sido denominadas por los economistas de varias maneras: "función de producción", "función tecnológica", "composición orgánica del capital", etc. Este nivel de articulación de los factores en vistas de la más eficiente actividad de la empresa corresponde a las denominadas "relaciones técnicas de producción". En base a las diferencias que en este nivel se manifiestan entre unas empresas y otras pueden distinguirse por su tamaño (micro-empresas, empresas pequeñas y medianas, grandes empresas, etc.), y por su grado de complejidad tecnológica (por ejemplo, empresas artesanales, industriales, postindustriales, etc.).[1]
   
Las distintas combinaciones entre los factores implican diferentes intensidades en el uso de cada factor, y consecuentemente también distintas productividades relativas de los mismos, y distintas productividades de las empresas como tales. Encontramos, de este modo, empresas intensivas en medios materiales de producción, intensivas en tecnología, intensivas en fuerza de trabajo, intensivas en financiamiento, intensivas en administración, intensivas en solidaridad o comunidad; ello depende de múltiples causas y circunstancias: disponibilidad y valor de los factores, tipo de actividad y rubro de producción, complejidad técnica, volumen de actividad o producción, etc. Podría decirse, en este plano, que hay una cierta preponderancia o importancia especial de aquellos factores que en una empresa, o en un circuito económico especial, o en general en el mercado determinado, sean utilizados más intensivamente. Hablamos, entonces, de "factor más intensivo".
 
Más allá de esto, la observación de las combinaciones técnicas de los factores nos pone en presencia del factor que los combina y gestiona operativamente; a éste podemos reconocerlo como el "factor combinador", que se levanta sobre los demás que se manifiestan como "factores combinados". Dicho "factor combinador” -u organizador técnico de la operación económica- es, en efecto, siempre el mismo: específicamente aquél que denominamos factor administrativo o gerencial. Este opera, de hecho, como un sistema de coordinación y dirección unificada de las funciones y actividades de la empresa. A nivel de la operación concreta y práctica de la empresa este factor asume, entonces, una específica predominancia sobre los otros, que se manifiesta en la forma de un poder jerárquico cristalizado en una línea de mando o en una estructura burocrática.
 
Pero hay otro nivel de organización de los factores, más profundo y estructural, que incide en aspectos cruciales de la _estructura económica de las empresas (y de la economía en general), constituyendo además un criterio de identificación de los tipos de empresa aún más decisivo que los que derivan de las relaciones técnicas de producción.
 
Punto de partida de su comprensión es reconocer que los factores de una empresa no sólo se hayan combinados técnicamente sino que, además, se encuentran organizados económicamente. Dicho de otro modo, la organización económica de una empresa es más que la pura combinación técnica de sus factores. Esto por varios motivos: porque los factores no son Sólo elementos técnicos sino realidades subjetivas; porque cada factor es aportado concretamente por sujetos, que esperan que el aporte que hacen sea adecuadamente remunerado o recompensado; porque los factores se hayan dispersos en el mercado, Siendo necesario convocarlos a formar parte de la empresa ofreciéndoles un determinado tratamiento económico y definidas condiciones aceptables para quienes los aportan; porque la empresa persigue no solamente resultados técnicos y productivos sino además objetivos económicos y sociales más amplios. Por todo eso la organización económica de los factores es el aspecto fundamental —y el más complejo- de la actividad empresarial. Debemos precisar su contenido.
 
La organización económica de los factores consiste en integrar a los distintos Sujetos que los aportan en una unidad de gestión que opere racionalmente tras la consecución de determinados objetivos generales de la empresa. Ello implica que todos los factores sean funcionalizados hacia el logro de esos objetivos generales, lo cual requiere que los aportadores de factores lleguen en alguna medida a compartir conscientemente o aceptar por interés aquellos objetivos generales. Para lograrlo es preciso que los objetivos e intereses particulares de cada factor (de los sujetos que lo aportan) sean también acogidos por la empresa en alguna medida, aunque sea en un plano subordinado respecto a los objetivos generales puestos por los organizadores; y que aquellos intereses particulares de cada factor sean realizados en algún grado (al menos en el suficiente para que el sujeto que lo aporta decida continuar participando en la empresa), pero no tanto que llegue a arriesgarse el cumplimiento de los objetivos de los organizadores.
 
Pues bien, si los factores se encuentran en este sentido económico organizados en la empresa, es porque alguien los organizó y los mantiene organizados. Y ese alguien que los organiza no puede sino ser alguno de los seis factores principales que hemos encontrado integrando las empresas; pues si no fuera uno de ellos, habría que decir que existe un factor económico más, y principalísimo. Pero no existe un factor especial que integre la empresa y que cumpla siempre ese rol organizador. Si el elemento organizador fuese algo o alguien distinto de los factores mencionados, habría que considerarlo como un factor más, un séptimo factor que cumpliría precisamente la función organizadora ( de manera análoga a como reconocimos el factor administrativo o gerencial por la función de combinar y dirigir técnicamente a los factores en las empresas).
 
Lo que se observa en toda empresa es que uno de sus factores Se pone como organizador mientras los demás se le subordinan. Al factor que organiza habremos de considerarlo como factor organizador, y a los demás como factores organizados. El factor organizador será aquél que pone los objetivos generales de la empresa (que serán, naturalmente, los suyos propios), mientras que los objetivos e intereses de los otros factores se presentarán subordinados. El factor organizador es el factor dirigente, que asume una preeminencia, una prioridad sobre los otros, que son los p dirigidos, subordinados, y que deben operar en función de los objetivos del factor dirigente.
 
Encontramos, así, el fundamento para identificar -entre los distintos factores necesarios- aquél o aquellos que asumen la predominancia sobre la que venimos indagando, en el nivel económico y estructural que aquí nos interesa. Nuestra indagación nos llevó a distinguir claramente entre "factor más intensivo", "factor combinador (en sentido técnico) o factor gerencial". y "factor organizador (en sentido económico)? Este último es el que cumple la función propiamente empresarial —en el sentido que indicaremos luego- y es sin duda el factor más importante en última instancia. Pero ¿cuál es concretamente ese factor?
 
11.- Para identificar cuál o cuáles factores se constituyen como organizadores de unidades económicas es preciso volver la mirada hacia las unidades mismas, y no -como ha sucedido en los debates teóricos e ideológicos sobre la preeminencia de unos factores sobre otros- hacia el sistema macroeconómico o hacia consideraciones extraeconómicas. No podría ser de otra forma, porque los factores se encuentran organizados en las unidades económicas, siendo sólo allí donde podremos ver cuáles son organizadores y cuáles resultan organizados. Si alguna preeminencia de factores habremos de identificar a niveles sectoriales, y en el mercado en su conjunto, será como resultado de las indagaciones que hagamos al nivel micro, en base a la constatación de que alguno de los factores predomine en la mayoría de las unidades que conforman el mercado determinado.
 
La observación de las distintas modalidades y tipos de empresas y organizaciones económicas permite concluir que cualquiera de los seis principales factores puede constituirse como organizador de unidades y actividades económicas.
 
En efecto, quienes poseen medios financieros pueden contratar en el mercado la fuerza de trabajo, la tecnología, los medios materiales de trabajo, la administración gerencial, e incluso pagar por el fomento de relaciones comunitarias, o sea, los factores necesarios para organizar una empresa, y hacerlos luego operar combinadamente en función de valorizar el propio factor financiero. Es lo que sucede en las llamadas "empresas capitalistas", en que el factor financiero es el elemento organizador que pone como objetivo general de la empresa la generación de ganancias que signifiquen la máxima rentabilidad del financiamiento invertido. En función de ese objetivo el capitalista combina y utiliza la fuerza de trabajo, la tecnología, la administración, los medios materiales y el factor comunidad, tratando que el aporte que hagan a la empresa (su productividad en términos de valor) sea mayor a su costo para el empresario (o sea, mayor que los precios en que los contrata, que son a la vez la remuneración que reciben los sujetos que los aportan).
 
Pero no sólo los poseedores del factor financiero pueden organizar unidades económicas. Pueden hacerlo también quienes poseen medios de producción (tierras, instalaciones, maquinaria, etc.). Un caso típico de esta clase de empresas es la explotación terrateniente, donde el propietario de tierras está en condiciones de contratar (o atraer de otro modo, por ejemplo, garantizando medios de subsistencia, permitiendo el uso de parcelas de tierra a los trabajadores, ofreciendo cuotas de poder, etc.) a los demás factores necesarios, y de hacerlos operar organizadamente en función de t valorizar la tierra y demás medios de producción que posee. Otros casos pueden identificarse también en las actividades edilicias, comerciales e industriales, allí donde los propietarios de los medios materiales de trabajo consiguen de terceros los demás factores (incluido el financiero, que contratan en bancos y poniendo bajo hipoteca alguna parte de los medios materiales que poseen) y organizan unidades económicas con el objeto de maximizar las rentas que obtienen.
 
También pueden formar una empresa quienes hayan inventado o estén en posesión de un proceso tecnológico de alto rendimiento y calidad; en vez de ofertar y vender dicho factor tecnológico a otros empresarios, ellos pueden optar por utilizarlo económicamente bajo su propio control. Para hacerlo podrán contratar un crédito sobre la base de su proyecto empresarial, y adquirir así los demás factores necesarios. Existen empresas de ingeniería, sociedades de profesionales, entidades asesoras y de asistencia técnica, etc. que procediendo en tal forma pueden ser consideradas como unidades económicas organizadas por el factor tecnológico. Los campos de la educación, las comunicaciones, la investigación científica y la salud, son particularmente propicios para este tipo de empresas. Su objetivo será la valorización máxima del factor tecnológico que aportan sus organizadores, para lo cual procederán a recompensar (o remunerar) a los demás factores en términos que resulten los más favorables para los organizadores de la empresa.
 
El factor administrativo o poder de coordinación y dirección también puede desplegar propias capacidades empresariales y constituirse como organizador de unidades económicas. Es el caso de las empresas creadas por el poder público, que asume para tales efectos la función organizadora de unidades y actividades económicas. Los organismos y reparticiones de la administración pública los regimientos y unidades militares, las empresas dependientes del Estado o de poderes regionales y locales, empresas editoriales y periodísticas creadas por partidos políticos, son ejemplares típicos de esta clase de empresas. Pero también distintas formas de empresas privadas y asociativas pueden encontrarse bajo el predominio de quienes aportan a su funcionamiento con el factor administrativo, en base al que logran organizar y liderar a los demás factores en función de su propia valorización y potenciamiento.
 
También la fuerza de trabajo puede ponerse como factor organizador, formando por ejemplo cooperativas de trabajo o empresas autogestionadas de trabajadores. En tales casos los trabajadores asociados estarán utilizando en forma autónoma sus capacidades laborales. en vez de contratarlas por un salario fijo en empresas que no controlan. Lo mismo hacen los que efectúan trabajo autónomo en forma individual, como "trabajadores por cuenta propia", que en realidad constituyen actividades desplegadas por pequeñas empresas unipersonales o familiares. Sea de manera asociativa o individual, los trabajadores deberán conseguir en alguno de los circuitos económicos existentes aquellos otros factores económicos que necesitan, recompensándolos con una parte de los resultados de la empresa. El objetivo económico racional de estas empresas de trabajadores será, evidentemente, la máxima valorización del trabajo, en función de lo cual subordinarán a los demás factores persiguiendo de ellos el máximo aporte por el menor costo.
 
Por último, el "factor   puede reconocerse también en ciertos casos como organizador de unidades y actividades económicas. en las que se presenta como factor preeminente que pone los objetivos generales perseguidos por la empresa. Comunidades de trabajo. cooperativas de servicio de varias clases, instituciones de fundamento religioso, unidades de trabajo voluntario, comunidades solidarias. centros asistenciales, etc. pueden constituirse como unidades económicas formadas a partir de un consistente factor solidario y comunitario, que aspira a Su "reproducción ampliada" a través del ejercicio de actividades económicas determinadas, que requieren la utilización de los demás factores manteniéndolos en un plano subordinado.
 
Así, en base a cual sea el factor que se pone como organizador y dirigente, se distinguen los diferentes tipos de empresas con un criterio que resulta estructural: empresas capitalistas, empresas de rentas, empresas de tecnología, empresas de administración (públicas o privadas), empresas de trabajadores, empresas comunitarias o solidarias. En tales distintos tipos, los objetivos económicos serán diferentes, como diferentes serán también los modos en que se articulen y se traten los distintos factores; se verificarán, consecuentemente, también diversas lógicas operaciones y modos de funcionamiento. Sobre ello hemos tratado anteriormente.[2]
 
De este análisis se desprende que todos los principales factores económicos (y los sujetos y grupos que los representan) pueden encontrarse en las empresas y en las economías en general, en dos situaciones diferentes: en cuanto organizadores, que se autocontrolan al tiempo que dirigen actividades económicas -situación que podemos considerar de autonomía-; o en cuanto organizados, contratados por otro factor que los controla y utiliza -situación que podemos considerar heterónoma o de subordinación. Dicho de otro modo, quienes poseen alguna cierta cantidad suficiente de cualquiera de estos factores puede operar económicamente con ellos en dos formas diferentes: ofrecerlos en el mercado y contratarlos a terceros que los utilizarán en función de sus intereses y objetivos, recibiendo por ello una cierta recompensa o remuneración previamente acordada; o pueden utilizarlos por cuenta propia, bajo su propio control y en función de su valorización, consiguiendo o contratando en el mercado los demás factores necesarios para la operación.
 
Para los que actúen en calidad de organizadores, el objetivo de la actividad económica será siempre su propia valorización, no en términos de una remuneración o recompensa fija sino en forma de un beneficio o utilidad variable, que dependerá de la calidad de la gestión y de los resultados de la operación empresarial. Reconocemos, así, beneficio o ganancia no sólo del capital, sino también del trabajo, de la administración, de la tecnología, de los medios materiales y de la comunidad.
 
En las situaciones de subordinación, en cambio, lo que obtienen los factores contratados es aquella remuneración previamente fijada o contratada con el organizador, y que se expresa habitualmente con un diverso término respecto a cada factor: salario del trabajo, interés del dinero, canon de arrendamiento de los medios materiales, honorarios o participación de la administración, royalties o derechos de la tecnología; pero es preciso comprender que la remuneración de los factores subordinados -y también las utilidades de los organizadores- no solamente han de verificarse en formas monetarias, siendo posibles también otros tipos de recompensas, tales como ascensos, prestigio, seguridad, poder, afecto, dependiendo de los tipos de empresas y de las motivaciones que tengan los sujetos aportadores de los factores al integrarse a ellas.
 
12.- La diferencia que existe entre las situaciones de autonomía y heteronomía en que pueden encontrarse los sujetos aportadores de factores es decisiva, tiene un hondo significado, y merece ser expresada mediante conceptos apropiados que las distingan e identifiquen. Si hemos aprovechado el término "factor" económico para designar aquellos recursos que se encuentran integrados y participan en organizaciones y actividades económicas, reservaremos ahora el término de "categoría" económica para referirnos a aquellos factores que participan en cuanto organizadores de unidades económicas. Pero el concepto exige ulteriores aclaraciones y profundización, empezando por un examen más detenido del proceso de constitución de las categorías.
 
La simple observación empírica nos muestra que, para que un factor pueda constituirse como categoría organizadora, es preciso que los sujetos que los poseen desarrollen algunas características y cumplan ciertos requisitos. Como es obvio, es indispensable tener capacidades organizativas y lo que podríamos denominar un cierto "espíritu empresarial": que estén dispuestos a correr los riesgos que implica la gestión y la operación económica, con la expectativa de obtener beneficios mayores a los que podrían obtener ofreciéndose en el mercado a otros organizadores. Asociado a lo anterior, el levantarse como organizador de empresas supone el despliegue de una "voluntad de logro" de los propios objetivos, y la consiguiente iniciativa e independencia personal. Para el éxito de las actividades empresariales es necesario también poseer un conjunto de informaciones y conocimientos relativos al modo de funcionamiento de las empresas y a las condiciones externas (del mercado, del contexto jurídico, de las condiciones políticas, etc.) en que deben operar. Se necesita una cierta capacidad de previsión del futuro, para adelantarse a posibles situaciones favorables o desfavorables, y para prever las consecuencias que pueden tener a corto, mediano y largo plazo las decisiones tomadas hoy, todo lo cual es necesario para planificar y programar las actividades. El desarrollo de las empresas exige, además, que sus organizadores tengan capacidad de innovación e imaginación creativa, y al mismo tiempo constancia y dedicación para asegurar la continuidad en el tiempo de las operaciones iniciadas. Por último, cabe señalar un conjunto de otras cualidades y aptitudes morales e intelectuales necesarias para mantener en buen plano las relaciones con todos los sujetos involucrados en las actividades de la empresa. Como es natural, la posesión de estas cualidades y características puede estar presente en distintos grados de desarrollo, siendo necesarias en un grado superior a medida que el tamaño y la complejidad de las unidades y actividades económicas crecen. La misma ampliación y desarrollo de las unidades económicas, a partir de situaciones iniciales menores y más simples va permitiendo y favoreciendo aquél desarrollo de las capacidades en los sujetos organizadores.
 
Este conjunto de aspectos y cualidades involucrados en la transformación de los factores económicos en categorías organizadoras, significa que los factores experimentan un crecimiento en subjetividad con dicha transformación, lo que podemos considerar como una expansión del sujeto por el desarrollo de sus capacidades y potencialidades.
 
Esta observación nos lleva a considerarlos tres conceptos que hemos distinguido en este análisis, en una secuencia o graduación de niveles de subjetividad. En efecto, dijimos que los recursos tienen un elemento subjetivo intrínseco y constitutivo, y que su transformación en factores implica un desarrollo sustancial de su carácter subjetivo. Siguiendo la misma dirección, ahora observamos que las categorías son, a su vez, factores que han expandido y potenciado aquél contenido subjetivo.
 
Recursos, factores y categorías económicas representan tres grados sucesivos de creciente participación y desarrollo de los elementos que componen la realidad económica. Es conveniente detenernos nuevamente sobre esta distinción conceptual que proponemos, ahora que podemos considerarla globalmente. Antes nos referimos a la inexactitud —fuente de numerosas confusiones- de la ciencia económica dada por la insuficiente distinción entre fuerzas productivas potenciales y fuerzas productivas actuales. Descubrimos ahora que aquella inexactitud es mayor aún, porque incluye la ausencia de otra distinción necesaria de hacerse. Más concretamente, en la habitual clasificación de los recursos económicos entre la tierra, el trabajo y el capital (0 en cualquiera de sus formas binarias), descubrimos ahora no sólo la confusión entre recursos y factores, sino entre tres niveles de la realidad económica, cuya distinción conceptual es indispensable para clarificar una amplia gama de problemas teóricos. En síntesis:
 
Los recursos económicos son la infinita variedad de medios ofrecidos o generados por la naturaleza, los hombres y la Sociedad, que pueden ser utilizados en las actividades económicas: fuerzas materiales e inmateriales, energías e informaciones, natural y socialmente disponibles para ser incorporadas al proceso económico. Así, cuando se habla de "la tierra" (entendida como "los dones de la naturaleza") se está identificando un elemento económico al nivel de los recursos.
 
Los factores económicos son esos mismos recursos en cuanto económicamente movilizados, combinados y organizados en las empresas, valorizados por los sujetos y participantes en las actividades y funciones del circuito económico. A través de procesos históricos determinados se han individuado seis principales de estos factores, que distinguimos analíticamente. "El trabajo" es uno de ellos, que se constituye por la actualización (valorización y utilización económica) del recurso "fuerzas y capacidades laborales" de los hombres.
 
Las categorías económicas son esos mismos factores económicos en cuanto se hayan constituido en la calidad de organizadores de unidades económicas, adquiriendo las Características necesarias para convocar, subordinar y guiar a los demás factores necesarios. "El capital" es precisamente una de tales categorías, aquella que corresponde al desarrollo del factor financiero como elemento organizador en cierto tipo de empresas (llamadas habitualmente capitalistas).[3]
 
 
 
La distinción entre factores y categorías, el proceso de conversión de aquellos en éstas, y el significado exacto del concepto de "categoría económica", pueden ser ulteriormente precisados y profundizados examinando más ampliamente lo que significa organizar actividades económicas, y lo que ello implica tanto para los que organizan como para los que resultan organizados.
 
En las principales tradiciones teóricas la actividad organizadora de empresas suele comprenderse como el proceso de "combinación de factores". Ya anotamos que éste es un aspecto de la función gerencial o administrativa, que debemos distinguir netamente de lo que aquí entendemos por organización económica. Schumpeter, al identificar la actividad empresarial como esencialmente "innovadora" y creativa, distinguiéndola de la actividad administrativa y gerencial, avanza un paso importante, pero no penetra suficientemente en profundidad ni abarca toda la complejidad de la función. Más que una actividad combinatoria e innovadora, lo que hacen las categorías económicas es una actividad organizadora en el más amplio y profundo sentido de la expresión.
 
Organizar, en sentido económico, consiste en integrar un conjunto de factores (combinados técnicamente) en un sistema de actividades racionalmente estructurado. Ello implica encontrar los factores apropiados, a partir de los recursos inactivos diseminados socialmente, o directamente en otras unidades económicas en que están siendo utilizados u ofertados; encontrarlos y luego interesarlos en participar en las propias actividades (o en el proyecto de las mismas), ofreciéndoles alguna recompensa o remuneración; interesarlos en integrarse a la empresa, y en ella subordinarlos al propio objetivo de la valorización de la categoría organizadora.
 
Para ello el organizador debe establecer y consolidar los objetivos generales y principales de la empresa, haciendo que los factores integrados colaboren todos en su realización. Esto Significa que los debe integrar Subordinándolos. Ahora bien, para interesarlos, integrarlos y Subordinarlos, es preciso que la categoría organizadora logre también que la empresa permita y asegure a cada uno de los factores subordinados algún grado de satisfacción de los intereses particulares que tienen, o sea el logro —aunque sea parcial— de los objetivos propios de los sujetos que aportan esos factores, y algún grado de satisfacción de sus necesidades que consideren satisfactorio o aceptable. La unidad económica organizada es, pues, un sistema de acción en que participan diversos sujetos, cuyos diferentes objetivos e intereses —aún cuando mantengan entre sí oposiciones y contradicciones- alcanzan una adecuada jerarquización, presididos por los objetivos de la categoría organizadora.
 
Organizar implica, así, un doble movimiento cumplido por el factor que se convierte en categoría. Por un lado, el de alcanzar conciencia de sus propios objetivos e intereses, y de sus propias capacidades y potencialidades para cumplirlos autónomamente, y disponer consecuentemente la voluntad necesaria para poner en ' actividad esas capacidades y realizar esos objetivos. Es un movimiento de levantarse por encima de los demás factores, comprenderse como sujeto, plantearse objetivos autónomos, considerarse en cierto sentido como un todo relativamente independiente y no sólo como una parte que está disponible y se ofrece para actuar con otros y para otros en una unidad ajena. Si queremos expresar este primer movimiento en un lenguaje un tanto hermético aunque muy ( difundido, podemos decir que consiste en el paso de una situación de factor "en sí" a un estado "para sî’. En nuestros términos, lo identificaremos como movimiento hacia la autonomía, o de autonomización.
 
Pero si este movimiento es suficiente para definir objetivos propios y proyectarlos al conjunto de una empresa, no basta para interesar y lograr la participación de los otros factores necesarios en ella. El otro movimiento complementario, mediante el cual se logra jerarquizar los objetivos subordinados de esos factores distintos, implica ante todo tomar conciencia de los intereses particulares de aquellos, reconociendo sus objetivos como legítimos y haciéndolos en cierto sentido propios; y a la vez introducir y colocarlos propios objetivos autónomos (los del organizador) en la actividad y funcionamiento de los factores subordinados. Esto significa con-formar a los factores subordinados, en el sentido de subsumirlos como parte y expresión de sí mismo, dándoles la propia forma (de la categoría organizadora). Podemos expresar éste como un movimiento de universalización.
 
Es conveniente detenernos aún sobre este aspecto de la noción de categoría económica, pues su aprehensión intelectual resulta más difícil dado el nivel de mayor abstracción que supone.
 
Si bien —como afirmamos- es teóricamente cierto que cualquiera de los factores puede llegar a ser organizador de empresas consiguiendo de terceros los demás factores, empíricamente observamos que habitualmente crean empresas los sujetos que llegan a disponer en sus manos, o a controlar directamente, no sólo el factor organizador sino también algunas porciones de varios otros: alguna capacidad de pago, diversos conocimientos técnicos, cierta capacidad de trabajo, algunas aptitudes gerenciales, algo de espíritu de cooperación y solidaridad, un cierto acopio de medios materiales. Para crear una empresa de trabajadores éstos no han de contar sólo con su fuerza de trabajo, sino que deberán aportar asociativamente sus ahorros, sus conocimientos del proceso técnico, sus capacidades administrativas y de gestión, sus valores solidarios, algunas herramientas de trabajo. De igual modo, quien posee dinero podrá fundar una empresa sólo si pone en ello su propio trabajo, sus conocimientos técnicos, sus capacidades administrativas, etc. Y así en los demás casos. Cuando los factores se encuentran en manos de los organizadores de la empresa se los considera "propios", mientras se los denomina "externos" cuando quienes los aportan los colocan en la empresa por tiempos definidos y bajo condiciones prefijadas, en base a un contrato o acuerdo previo.
 
Esto que observamos empíricamente, nos introduce a un significado teórico profundo del movimiento de universalización que experimenta el factor con su transformación en categoría económica.
 
Cuando un sujeto aportador de un factor en base al cual pretende organizar una empresa busca en el mercado los otros factores que le faltan para completar la unidad económica, debe recompensarlos entregándoles una determinada cantidad de valor económico. Si analizamos el contenido de tal valor, descubriremos que -en último término- no puede ser sino una porción del propio factor que se pone como organizador. En otras palabras, el sujeto organizador debe extraer de sí mismo lo necesario para recompensar a los factores que convoca y contrata. Para incentivarlos a incorporarse a su empresa y realizar en ella las prestaciones que les exige, ofrece una parte del propio valor (actual, o bien del incremento de valor que le resultará de la operación de la empresa misma). Podemos verlo más concretamente analizando algún caso en especial.
 
Quien quiere organizar una empresa en base al dinero, debe comprar equipos, contratar trabajadores, administradores, diseños y procedimientos tecnológicos, etc., utilizando para ello partes del dinero inicial que posee, o bien asegurándoles el pago con partes del dinero que recabará de la misma empresa. De este modo, esos factores externos, al ser integrados a la empresa, representan y constituyen para él (el organizador) y en su empresa, cantidades de dinero: al incorporarlos a la empresa y convertirlos en factores "propios" les ha dado la forma del factor organizador; al apropiárselos los ha subsumido, convirtiéndolos en una parte de sí. Y al hacerlo, el mismo factor organizador se ha transformado en ellos, en el sentido de que el sujeto organizador ya no tiene en sus manos el dinero, sino que tiene maquinarias, tecnologías, fuerza de trabajo, etc. en su empresa. Esos factores representan y constituyen para el distintas porciones de su dinero: son su dinero transformado, convertido (invertido, dicen los economistas).
 
Ambos aspectos —la adopción de la forma dinero por los factores contratados, y la transformación del dinero en la materia o contenido de esos factores-, expresan un mismo y único proceso: la transformación del dinero (factor ) en capital (categorías). En efecto, la tecnología es (se presenta como) capital, en la medida que se ha invertido dinero en ella y que puede ser cambiada por dinero en el mercado; incorporada a la empresa "capitalista", es considerada por el empresario como una parte de su patrimonio, que tiene un determinado valor monetario y de la que espera una rentabilidad en dinero. Lo mismo sucede con los medios materiales de trabajo (con la tierra, las instalaciones, los equipos, maquinarias y materias primas), que son considerados el "capital físico" que posee. También es capital la fuerza de trabajo en la medida que ha sido contratada y que tiene para la empresa un costo en dinero; se le ha denominado en tal sentido como "capital variable". Evidentemente son también parte del capital los fondos propios y la capacidad que tiene la empresa para obtener financiamiento crediticio; e igualmente la administración y el factor gerencial son parte del patrimonio de capital que tiene esa empresa. Hasta la confianza recíproca que se ha logrado crear en ella entre sus miembros, los conocimientos socialmente compartidos y acumulados en ella, el espíritu de cooperación que se manifiesta en su interior, y los demás componentes del "factor C", llegan a ser considerados como parte del Capital que tiene una empresa, cuando esta orienta y mide todo en función de valorizar el capital. Así, la empresa organizada por la categoría capital, queda constituida por una combinación de varias partidas de capital, que se distinguen sólo por la distinta función que cumple cada una. Tienen en esa empresa un distinta "materia" o contenido, pero han asumido todas la misma forma.
 
Lo que hace el empresario capitalista al organizar y dirigir su empresa es, de hecho, considerar todos los factores que utiliza como cantidades de capital, y buscar de ellos su máxima rentabilidad, es decir, hacerlos operar de modo que le permitan reproducir y ampliar su propio capital. Integrados en ese tipo de empresas, todos los factores pueden y comienzan a ser medidos mediante unidades de dinero, y su aporte a la producción y a la generación r del valor puede ser ya es evaluada igualmente en términos de dinero. El resultado de la operación empresarial —las utilidades o beneficios- no serán otra cosa que capital, o sea, alguna porción de dinero que viene a acrecentar el capital disponible por el empresario, o bien ampliaciones e incrementos en el valor monetario de los factores propios (consideradas "inversiones de capital" o valorización del capital).
 
En este caso concreto vemos confirmado lo que afirmamos antes teóricamente: el capital (como categoría) es el factor financiero universalizado. Procesos equivalentes y análogos a éste del dinero y del capital, correspondientes al desarrollo y transformación de los otros factores en categorías económicas autónomas y universales, los examinaremos en próximos capítulos. Pero antes de hacerlo queremos proponer todavía algunas consideraciones generales, que nos permitirán precisar y profundizar aún más el significado de la distinción que hemos efectuado entre recursos, factores y categorías, y del proceso de desarrollo y transformación desde los primeros hasta las últimas.
 
13.- Recursos,.factores y categorías constituyen tres niveles de la realidad y del análisis económico; pero son niveles que -como hemos visto- no están separados, sino que se relacionan estrechamente. Es importante comprender a fondo los nexos y relaciones que loS unen, pues ello es clave para la comprensión de la dinámica, funcionamiento y desarrollo de la economía. Aunque sobre estos temas nos concentraremos más adelante, es conveniente dejar por lo menos adelantados algunos importantes elementos teóricos.
 
Al presentar y analizar los tres conceptos hemos enfatizado un primer nexo entre ellos, dado por el desarrollo de sucesivos, crecientes, y cada vez más complejos grados de subjetividad, implicados en el paso de un nivel al otro. En definitiva, se trata en cada caso (de conversión de un recurso en categoría, cualquiera ellos sean) de un mismo sujeto que va creciendo en subjetividad a medida que pasa de la situación de recurso, a la de factor y a la de categoría.
 
Ahora bien, este crecimiento en Subjetividad no se da solamente al interior del sujeto que se transforma, sino que se manifiesta en una distinta presencia en la economía, tal que con el paso de un nivel al siguiente su inserción en la economía se hace más intensa o fuerte. Recursos, factores y categorías corresponden a tres niveles crecientes de participación en la economía,'en el sentido de que los recursos están intencionados a participar, los factores participan de hecho, y las categorías participan desde posiciones centrales y determinantes- Este progresivo nivel de participación implica al mismo tiempo un incremento en el número y calidad de las relaciones que mantienen con los demás elementos de la economía; en otras palabras, esos sujetos se hayan cada vez más relacionados económicamente, y con creciente intensidad y profundidad. Lo que esto significa ya lo analizamos extensamente.
 
Pero hay otro nexo decisivo, que aún no hemos destacado suficientemente. Es el que corresponde al hecho de que el paso de j la situación de recurso a la situación de factor, que efectúa cualquier elemento o sujeto que se incorpora a las actividades económicas, se encuentra siempre mediatizado por alguna categoría organizadora, que en tal sentido se muestra como causa y agente de dicha transformación. En efecto, un recurso se convierte en factor cuando entra a formar parte de una unidad económica, y lo hace en la medida que es convocado y organizado en ella por alguna categoría que descubrió Sus potencialidades, valoró su posible aporte a la empresa, y decidió concretamente contratarla e integrarla.
 
Este nexo tan sencillo de comprender es de extraordinario significado teórico. Significa, en efecto, que son las categorías las que deciden o determinan qué recursos (qué unidades de energía e información), entre los tantos y abundantes que ofrecen la naturaleza, los hombres y la sociedad, se convierten en factores y se utilizan económicamente, y cuáles por el contrario quedan sin   utilizar, e incluso no son siquiera vistos ni reconocidos como recursos disponibles.
 
Esto es relevante para comprender y precisar mejor la cuestión de la abundancia de recursos y la escasez de factores, a la cual aludimos al comienzo de esta sección. En efecto, distintas categorías económicas son capaces de ver, interesarse en, y movilizar a distintos recursos económicos, porque ellos pueden hacer diferentes aportes y tener más o menos importancia, según cuales sean los objetivos y beneficios económicos que se pretende alcanzar. Así, por ejemplo, la categoría trabajo podrá interesarse en activar las capacidades económicas de recursos por los cuales el capital no se interesa, o a la inversa, y así en los casos de distintas categorías.
 
Y es relevante también para comprender importantes aspectos de la teoría del desarrollo, pues, como veremos oportunamente, las posibilidades de desarrollo están dadas y condicionadas fuertemente por la disponibilidad de factores y, sobre todo, por la capacidad que tenga una economía para movilizar recursos inactivos. Así, las potencialidades de desarrollo de una economía serán distintas según cuáles y cuántas sean las categorías que estén presentes y que predominen en ella.
 
Pero no se trata sólo de si los recursos se convierten en factores o no, de si son o no valorados económicamente. También es importante observar que las distintas categorías les dan a los diferentes recursos y factores una distinta valoración e importancia. Los remuneran de diferente modo y en distinta proporción, y les asignan diferentes (superiores o inferiores) posiciones, más o menos centrales, en la jerarquización de objetivos, funciones y actividades dentro de las empresas.
 
El factor trabajo, por ejemplo, lo mismo que el factor tecnología o cualquier otro, según el caso, no se encontrarán en iguales condiciones dentro de una empresa de trabajadores, en una de tecnología, en una comunitaria, en una capitalista o en una empresa pública. La diferencia podrá observarse en su remuneración, pero también en las condiciones de trabajo, en el reconocimiento y prestigio que se obtiene por su ejercicio, etc. En estos distintos tipos de empresas será muy diferente también el modo en que se encuentre el elemento comunitario y las posibilidades que tenga para desarrollarse.
 
Lo que las distintas categorías descubren y valorizan en los recursos económicos, no son probablemente las mismas energías e informaciones que se encuentran presentes en ellos, de modo que los factores mismos que Se constituyan en base a unos mismos recursos serán diferentes. Así, las categorías determinan diferentes modos de Ser de esos factores: no es lo mismo la fuerza de trabajo, la tecnología, la administración, la comunidad, etc., en empresas organizadas por el capital, por la administración, por la tecnología o por el trabajo.
 
Y no son lo mismo no Sólo superficialmente o por características secundarias, sino muy en profundidad. En efecto, vimos como las categorías impregnan a los factores que valorizan y subordinan, con su propia forma y carácter, atribuyéndoles y asignándoles una parte de su propio valor, y así convirtiéndolos en parte de sí mismas, al mismo tiempo que ellas adoptan la materialidad de los distintos factores. El valor del trabajo asalariado, medido en unidades de dinero, no tiene equivalencia con el valor del trabajo voluntario, evaluado en una empresa comunitaria por los elementos de solidaridad que representa; y así en tantos casos. Por cierto, esto que aquí afirmamos teóricamente y en general, puede abrir campo a muy significativas investigaciones prácticas y comparativas.
 
Hasta aquí hemos prestado atención a los nexos que implican influencias de las categorías sobre los factores y recursos; pero hay también —aunque sean de menor intensidad y relevancia- significativos nexos que influyen desde los grados inferiores hacia los superiores, o sea, desde los recursos hacia los factores, y desde estos hacia las categorías. Expresados tales nexos en términos generales, significan que el tipo y características de los recursos que tiene una sociedad o que se decide desarrollar en ellas incide en alguna medida sobre cuáles factores sean utilizados económicamente; y el tipo y características de los factores que existan en una economía (o en una empresa) inciden sobre la formación y constitución de unas u otras categorías. También esto lo expresaremos a través de algunos ejemplos simples, pudiendo ser su análisis objeto de interesantes investigaciones especiales.
 
La cultura de un país, de un grupo social o de una persona, son constitutivas de recursos económicos que pueden tener características bien diferenciadas de caso a caso; Características que incidan significativamente en el tipo y en las cantidades de factores que esa economía pueda utilizar y organizar. El desarrollo de un recurso o factor, por ejemplo, de conocimientos científicos o tecnológicos, puede permitir y/o favorecer la formación de ciertos otros factores a partir de recursos dados; así, el uso de ciertas aguas u otras fuentes energéticas está condicionada por el desarrollo de ciertos conocimientos tecnológicos especiales, o por la disponibilidad de recursos financieros y administrativos.
 
También el paso de ciertos factores a la condición superior de categorías autónomas y universales puede ser favorecido por la presencia y disponibilidad de determinados factores de ciertas características definidas. En otros estudios anteriores hemos, por ejemplo, destacado cómo el desarrollo de ciertas tecnologías socialmente apropiadas favorece el levantamiento del trabajo como categoría organizadora de empresas autogestionadas, mientras que la disposición de otros tipos de tecnologías más difícilmente controlables por los trabajadores pone obstáculos a su autonomización.
 
Algunos factores ayudan a otros en su proceso de levantamiento a la condición de categoría. El factor medios de trabajo, intensivo en determinados tipos de actividades económicas, favorece la constitución del capital como factor económico; un intensivo "factor C" es altamente favorable al levantamiento del trabajo como categoría organizadora. Estos y otros nexos similares pueden ser explicativos de algo que señalamos anteriormente, en el sentido que habitualmente se observa que se constituyen como categorías organizadoras aquellos sujetos que están en posesión, junto al factor en base al cual forman la empresa, de porciones más o menos significativas de otros factores complementarios en los cuales se apoyan y que le facilitan su esfuerzo organizativo. Pero no es sólo esto. Se observa, además, que hay factores que se asocian y combinan más fácilmente con unos que con otros, con lo cual favorecen el acceso de aquellos a la condición de organizadores de actividades y unidades económicas. Por nuestra parte, en los estudios microeconómicos y sectoriales de la economía de solidaridad, comprobamos ampliamente la estrecha y fluida conexión que se establece entre el factor trabajo y el factor comunidad.
 
Estos diferentes nexos nos permiten plantearnos una pregunta que quedó semi esbozada cuando distinguimos entre "factor más intensivo", "factor combinador o administrativo" y "factor organizador o empresarial", a saber, qué relaciones existen entre estos tres niveles de preponderancia en que se encuentran los factores en las empresas. Siguiendo las distintas pistas esparcidas en este parágrafo el lector podrá desplegar su propia capacidad de respuesta, limitándonos por nuestra parte a sugerirle que reflexione especialmente sobre las posibilidades de levantamiento de las categorías Trabajo y Comunidad en las situaciones en que los factores más intensivos sean el trabajo y/o el "factor C"; y a la inversa, en qué medida aquellas categorías favorecen la utilización más intensiva de estos factores. Y aún, cómo unas y otras situaciones modifican los requerimientos y las formas que adopte el factor administrativo: piénsese, por ejemplo, en el fenómeno de la autogestión.
 
Debemos dejar aquí la observación y análisis de estos interesantes nexos. Como dijimos, todos ellos inciden de algún modo y en ciertos grados en los tipos de empresa que se constituyen en una economía determinada, y tienen relevancia para la cuestión más general del desarrollo, tanto respecto a su ritmo y velocidad como a su modelo o modo de implementación. Dejando el análisis del tema para más adelante, adelantemos solamente una última observación: todos los nexos anotados son decisivos en la definición de cuál desarrollo se verifique históricamente. Porque son muy distintos los desarrollos económicos concebidos y realizados como acumulación de capital, como acumulación de tecnología, como acumulación de medios materiales, como acumulación de poder, o como acumulación de trabajo y de sociabilidad o comunidad. Pues la riqueza puede asumir todas estas distintas formas -en la práctica se tratará siempre de distintas proporciones y combinaciones de ellas- según cuáles sean las categorías, los factores y los recursos que predominen socialmente.
 


[1] En los modelos de la economía convencional la combinación técnica de los factores no lleva a distinguir las empresas por su tamaño, suponiéndose que pueden mantenerse constantes las proporciones entre los factores independientemente del tamaño de las empresas. De hecho, las diferencias de tamaño no aparecen ante un análisis matemático y formal de la relación capital/trabajo, sino bajo la noción de "rendimientos no constantes a eScala"; pero en la realidad se da siempre una estrecha relación entre combinación tecnológica y tamaño de las empresas, dado que los factores (excepto quizás el financiero en su forma de dinero) no son nunca elementos que se mantienen homogéneos cuando cambia su volumen. Si se tiene en cuenta que la combinación tecnológica no es sólo la proporción capital./trabajo sino la articulación entre seis factores concretos, la distinción de las empresas por su tamaño a partir de la consideración de las relaciones técnicas se hace aún más evidente, como lo atestigua el hecho de que la gestión , como también el "saber hacer" tecnológico y el factor comunitario-, es cualitativamente diferente si se trata de empresas pequeñas, medianas o grandes.
[2] Cfr. Empresas de trabajadores ..., cit., cap. 1 a 4.; y Las Empresas Alternativas, cit. segunda y tercera unidades.
[3] La economía teórica se empantanó como consecuencia de no haber efectuado la distinción entre recursos, factores y categorías como tres niveles analíticos correspondientes a los sucesivos grados de constitución del sujeto económico. La confusión conceptual resultante tuvo efectos catastróficos en la disciplina denominada "economía política": su pretensión original de proporcionar una teoría de la economía, esto es, un cuerpo de conceptos generales con los cuales explicar y fundamentar racionalmente los procesos económicos, fue de hecho abandonada por los economistas puros, que volcaron su interés hacia la elaboración de modelos formales y matemáticos, y sólo fue continuada por la tradición marxista, que no ha podido llevar a cumplimiento el propósito por partir de premisas erróneas. Podemos señalar algunos momentos decisivos en esa confusión teórica.
Los primeros fisiócratas que formularon la tesis de la predominancia de la tierra teorizaron a partir de una organización económica en que el factor medios de trabajo era efectivamente la categoria organizadora (la Tierra). Pero al fundamentar esa tesis con una argumentación inadecuada y al atribuir a esa particular predominancia el carácter de situación natural y universal ―ambos errores superables sólo mediante una adecuada distinción de los tres niveles analíticos-, hicieron vulne rable su teoría, que fue abandonada sin que fuese rescatado el elemento cognoscitivo válido que contenía.
Los economistas clásicos teorizaron a su vez la predominancia del capital a partir de una organización económica en que el factor financiero Se había constituido efectivamente como categoría organizadora y dirigente. Para fundamentar esa verdad particular careciendo de los conceptos adecuados debieron efectuar una compleja operación intelectual: como era preciso oponer a la tierra un factor que tuviera la Suficiente consistencia intelectual y moral para legitimar su preeminencia identificaron el trabajo como fuente de toda riqueza, e inmediatamente después distinguieron entre trabajo productivo (el que se emplea en la producción de bienes) e improductivo (que se desenvuelve en el comercio y los servicios); y lo que es más importante, distingueron en el trabajo productivo las dos formas de trabajo "director" (el del empresario, puesto a la cabeza del organismo productivo) y el trabajo manual, dirigido y asalariado, que se utiliza directamente en la elaboración de los productos. La mayor dignidad y preeminencia fue, obviamente, atribuida a ese trabajo director -que se encuentra asociado directamente a la propiedad del capital, porque la función dirigente deriva de ésta en esa forma de producción-, con lo cual la operación necesaria para fundamentar la predominancia del capital queda terminada. Por carecer de los conceptos adecuados para reconocer realidades diferenciadas, la teoría clásica también generalizó indebidamente aquella forma económica que había formulado intelectualmente.
La débil argumentación teórica de los clásicos fue puesta en evidencia por Marx, quien partiendo de la misma premisa del trabajo como fuente de todo valor efectuó una operación inversa: levantó el trabajo produc tivo directo a la dignidad de factor económico principal. Para fundamentar coherentemente dicha proposición debió efectuar otra operación intelectual que también evidencia la carencia del instrumental intelectual necesario; en efecto, para explicar la generación de plusvalía a partir del trabajo propuso una distinción entre fuerza de trabajo y trabajo, sin percatarse que lo que tales nociones expresan pertenece a dos niveles de realidad económica diferente (recurso y factor respectivamente).
Finalmente Schumpeter, dejando de lado los problemas más generales sobre la preeminencia de los factores ("todos los factores son igualmente necesarios"), destaca por sobre ellos un elemento empresarial y. organizador que, asegura, "no debe considerarse como un factor más sino como una función". También aquí observamos que la precisión conceptual necesaria no se alcanza por la carencia de la distinción entre recursos, factores y categorías. Pero es el autor que se aproxima más a la solución del problema. Primero, porque distingue netamente la función administrativa y gerencial (correspondiente a un factor) de la función organizadora empresarial; y segundo, porque después de identificar esta última como una función distinta se preocupa en demostrar que no se trata de un factor económico distinto a los demás. Lo que no llega a comprender es la naturaleza económica de ésta función empresarial, al no disponer del concepto necesario para entender que no un factor distinto sino uno cualquiera de los mismos reconocidos se levanta como categoría y asume esa función empresarial.
Quienes posteriormente han intentado retomar la vieja cuestión planteada por la economía política, se han encontrado con un panorama demasiado complejo y confuso como para resolverlo con éxito.