LA MUSA DEL ARROYO

texto

de Emilio Carrere

 

I

Cruzábamos tristemente

las calles llenas de luna,

y el hambre bailaba una

zarabanda en nuestra mente.

Al verla triste y dolida,

yo la besaba en la boca.

-¿Por que aborreces la vida,

risa loca?

No llores, rosa carnal,

que yo robaré el tesoro

de la tiara papal

para tus cabellos de oro.

Y un espíritu burlón

que entre las sombras había,

al escuchar mi canción

se reía, se reía...

II

De la fría fuente clara

en el sonoro cristal,

la luna brillaba igual

que una moneda de plata.

Temblaba su mano breve

de blanca y sedeña piel.

-¡Que bonita cae la nieve

y que cruel!

-No tiembles yo haré un corpiño

para tus senos triunfales,

con la pompa del armiño

de los mantos imperiales.

Y un espíritu burlón

que entre las frondas había,

al escuchar mi canción

se reía, se reía...

III

Noche de desolaciones

eterna, que llamé en vano

con la temblorosa mano

en los cerrados mesones.

Lloraba un violín distante

con tanta melancolía

como nuestra vida errante.

-¡Reina mía!

Da tu dolor al olvido;

yo te contaré la historia

de una princesa ilusoria

de un reino que no ha existido.

Y un espíritu burlón

y cruel que en la calle había,

al escuchar mi canción

se reía, se reía...

IV

¡Triste voluntad rendida

al dolor de la pobreza!

-¡Oh la infinita tristeza

de la amada mal vestida!

Palabra de amor que esconde

la llaga que va sangrando,

y andar, siempre andar. ¿Adonde?

¿Y hasta cuándo?

-Ya apunta la claridad...

Ya verás como se muestra

propicia y mágica nuestra

madre, la Casualidad.

Y en la encrucijada umbría

de la suerte impenetrable,

la Misera, la implacable,

se reía, se reía...