ESTACIÓN SESENTA Y NUEVE - RUMBO AL PARAÍSO CON LAS TRES DAMAS DEL CONOCIMIENTO

ESTACIÓN SESENTA Y NUEVE

RUMBO AL PARAÍSO CON LAS TRES DAMAS DEL CONOCIMIENTO


Cuando Filosofía se internó en la floresta y quedó fuera de mi vista, los elogios encendidos que ella hizo de Sabiduría hicieron que el recuerdo de la sublime belleza de ésta ocupara mi mente entera y despertara en mi corazón un ardiente anhelo de volver a verla.

Recordando el lugar donde fue nuestro encuentro regresé por la ribera, esperando llegar antes de que se pudiera el Sol al remanso donde la había visto reflejarse en las aguas cristalinas.

Llegué cuando el Sol ya se había ocultado de mi vista pero todavía iluminaba las altas cumbres de la cordillera. Sobre ésta asomaba la Luna llena, más grande y luminosa de lo que jamás la hubiera visto.

La blancura de la Luna y de las nieves cordilleranas titilaban en el agua dando al paisaje una belleza tan conmovedora que corrieron lágrimas por mis mejillas.

 

Joseph Mallord William Turner

(Joseph Mallord William Turner)

De pronto comenzaron a llegarme los sones de un suave canto que se venía acercando. Reconocí la dulce voz de Sabiduría que entonaba unos versos del Cantar de los Cantares de Salomón.

El canto expresaba con una belleza y perfección de la que yo no hubiera sido nunca capaz, los más íntimos anhelos de mi propio corazón:

¡Levántate, mi amada, belleza mía, ven hacia mí! ¡Ya pasó el invierno y la lluvia terminó!. ¡Las flores brotaron en la tierra, llegó el tiempo de los cánticos y en nuestra tierra ya se oye el arrullo de la tórtola! ¡Va ofreciendo sus frutos la higuera y la viña en flor derrama su perfume! ¡Levántate, oh mi amada, belleza mía, ven! ¡Tú, mi paloma en las grietas de los peñascos, escondida en lugares escarpados, enséñame tu rostro, hazme oír tu voz, tu voz tan cariñosa y tu faz encandiladora!”.

Al escuchar el canto un escalofrío recorrió mi piel y comencé a temblar. Entonces la beldad que antes estaba oculta por los arbustos se me apareció danzando alegremente. Me sentí desfallecer cuando fijó sus ojos en los míos.

Cuando llegó al borde del río dejó de cantar y me habló en un tono de amable reproche;

¡Oh tú, que estás en la otra orilla! ¡Mírame bien, y escucha las verdades que debo decirte sobre tu vida!.

Me conociste cuando eras poco más que un niño. De adolescente te enamoraste de mí por voluntad de la divina gracia. Me mirabas a la distancia y me buscaste cuando me ausentaba.

Pero después te dejaste seducir por los cantos de sirena que prometían el cielo en la tierra al alcance de la mano, siendo apenas necesaria una revolución social y política.

E igual que el campo sembrado que deja de ser cultivado se desordena y se pone ingrato, te olvidaste de mí y perseguiste falsas quimeras.

Yo imbuía en ti santas inspiraciones intentando atraerte, tanto en sueños como en vigilia. Pero tus pasos se desviaron y anduviste por caminos equivocados, siempre yendo tras falaces sombras que creías buenas, pero que no eran más que ilusorias voces que no cumplen nunca sus promesas.

Como no me atendías, no tuve más opción que abandonarte. Ahora dime si es verdad lo que te digo.”

La confusión que me produjeron sus palabras y el temor a ser rechazado ahogaron mi voz, de modo que apenas esbocé un sí casi inaudible, aunque perceptible por la vista de mis labios.

E igual que los niños que avergonzados callan y bajan la vista al suelo cuando consideran que es justa la reprimenda que reciben, así estaba yo, mientras Sabiduría agregaba:

Pues ya que tanto te duele oírme, levanta tu barba para que tu dolor sea mayor al mirarme. Porque es necesario que te arrepientas completamente para que puedas cruzar el río y seguirme a donde quiero llevarte”.

Entonces me animé a levantar la vista; pero al encontrar la belleza que por tantos años había perdido, sentí un dolor tan grande que se me quebrantó la voz y rompí en suspiros y llantos. Apenas pude distinguir lo que Sabiduría continuó diciendo:

Suspende el llanto y mírame bien, hasta que te inunde la sublime belleza de lo que has perdido, de modo que se fortalezca tu voluntad para oponerte a los cantos de las sirenas cuando las vuelvas a escuchar”.

 

Miguel Angel Creación de Eva

(Miguel Ángel)

Aunque ella seguía con el velo encima, su belleza era tan superior a todo lo que yo hubiera visto o imaginado. Yo temblaba entero, hasta que las lágrimas nublaron mi vista y al dejar de verla, me desvanecí y perdí la conciencia.

No sé cuánto tiempo pasó antes de que recobrara la conciencia. Cuando desperté estaba con el corazón aligerado. A mi lado estaban dos bellas jóvenes, que al limpiar los ojos del llanto que los había nublado reconocí que eran Ciencia y Filosofía.

Me tomaron de las manos, Ciencia a la izquierda y Filosofía a la derecha, y me introdujeron en el agua. Al llegar a la mitad del río el agua me llegaba al cuello y la corriente me arrastraba.

Cógete firme de nuestros brazos y no temas”, me dijeron al unísono con dulzura, y enseguida me tomaron la cabeza con las manos y me sumergieron completamente en el agua. Dulce era el líquido que tragué.

Fue sólo un instante, porque inmediatamente me llevaron hacia la otra orilla, donde me abrazaron hasta que el fluido que escurría por mi cuerpo se secó completamente.

Ahora estás limpio y preparado – me dijo Filosofía – para presentarte dignamente ante quien tanto anhelas y amas, de quien te enamoraste cuando eras poco más que un niño y que ahora, ya anciano, has vuelto a encontrar y a amar”.

Reconfortado el cuerpo por el agua que bebí en el río, y alegrada el alma por la esperanza del pronto reencuentro, me dejé conducir hasta donde nos esperaba Sabiduría.

Al llegar, Ciencia, Filosofía y Sabiduría se tomaron de las manos y danzaron gozosamente. Sus flexibles, ondulados y deliciosos cuerpos irradiaban arco iris aureolados, que por momentos las liaban y envolvían, y luego las separaban permitiendo que cada una exhibiera su propio encanto seductor.

Yo estaba extasiado. Había asistido al más hermoso encuentro que hubiese podido jamás imaginar que fuera posible.

Cuando Ciencia y Filosofía se alejaron abrazadas, Sabiduría tomó mi mano en la suya y nos internamos en el Paraíso terrenal, camino al Paraíso celestial.

Me sentía iluminado por las tres beldades, cuya visión habría de acompañarme durante todo el tercer itinerario que estaba por comenzar.

 

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FIN DE LA SEGUNDA ETAPA

 

Luis Razeto

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