ESTACIÓN OCHENTA Y TRES - EXPERIENCIA DE LA EXISTENCIA

ESTACIÓN OCHENTA Y TRES

EXPERIENCIA DE LA EXISTENCIA

 

Creo que me dormí pues no advertí cómo habíamos pasado de la luz declinante de la tarde a la luz emergente de la madrugada que entraba por la ventana. Anselmo había puesto sobre el escritorio dos panes y dos vasos de ambrosía.

Me invitó a tomar lo que apeteciera. Enseguida me preguntó si estaba listo para continuar la experiencia, lo cual confirmé con voz decidida. Entonces dijo:

Cierra los ojos y ponte en silencio interior. Vuelve tu atención hacia lo que encuentres en tu conciencia: recuerdos, sentimientos, aspiraciones, opiniones, convicciones, creencias, ideas.

 

René Magritte

(René Magritte)

Todo eso constituye tu mundo interior, existe sólo allí, y es distinto al mundo exterior que percibes con la vista, el oído, el olfato, el tacto, el sabor, el cuerpo.

Seguramente te parece que nada de lo que tienes en tu conciencia tiene la consistencia de las cosas exteriores, porque no son materiales. Las ideas, las emociones, las creencias, aparecen y desaparecen en tu conciencia, algunas se pierden y otras regresan, todas cambian más rápidamente que las cosas que observas en tu entorno.

Y, sin embargo, en alguna forma desconocida, todo eso que encuentras en tu conciencia, existe, y puedes actuar sobre ello con tu intelecto, y con mayor libertad de cuanto lo haces en el mundo exterior.

Pon atención a su existencia cambiante. No a lo que cada una de ellas significa o representa, sino al hecho puro de que existen en tu conciencia. No es fácil, toma el tiempo necesario.

Y ahora, deja a un lado todo contenido que pueda haber en tu conciencia, y concéntrate en tu conciencia misma. Toma conciencia de ser consciente de tu conciencia.

Toma conciencia de que ¡existes!”.

Anselmo dejó de hablar. Yo experimenté mi existir. El gozo que me produjo experimentarme existente fue aún más intenso del que sentí cuando capté la existencia del mundo exterior.

 

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No sé cuánto tiempo pasó, o si pasó o no el tiempo. Cuando abrí los ojos Anselmo sonreía con los ojos cerrados. No me atreví a interrumpirlo. Fue él quien finalmente me habló.

Dime si tu existencia, que tanto gozo te produjo, la experimentaste con mayor o con menor intensidad que la existencia de las cosas exteriores, que experimentaste en el ejercicio anterior”.

Mayor, sin duda.

¿Piensas que es la tuya una existencia perfecta?”.

No ciertamente, pues temo perderla.

Bien, procedamos ahora a un tercer ejercicio. ¿Estás dispuesto?”.

Sí, señor, lo deseo intensamente.

Bien. Cierra los ojos y ponte en silencio. Pero mantén muy despierto tu intelecto porque vamos a razonar. ¿Recuerdas que afirmaste que la realidad exterior, esas maravillas que percibes con los sentidos, no es perfecta, porque la existencia de ellas la experimentaste precaria y transitoria, sujeta al tiempo que pasa?”.

 

René Magritte

(René Magritte)

Lo recuerdo y lo confirmo.

Y afirmaste que tu propia conciencia autoconsciente, cuya existencia experimentaste con gran gozo, es también imperfecta porque temes perderla ¿verdad?”.

Es verdad.

Dime, ahora que ya sabes qué significa ser imperfecto, ¿cómo sería algo que merezca que lo llames perfecto?”.

Lo perfecto no tendría límites, no sería afectado por el tiempo, no tendría principio ni fin, tendría que ser eterno, y no depender de nada distinto de él mismo. Absoluto, total inconmovible, completo.

Al decir esto me di cuenta de que estaba repitiendo las palabras que me dijo Parménides, con quien me encontré anteriormente.

Dime ahora, y piensa bien tu respuesta. Si ese ser perfecto no existiera ¿sería perfecto?”.

Ciertamente no. Sería más imperfecto que una simple piedra, porque ésta existe y ese ser perfecto ni siquiera existiría. Si no existiese, lo perfecto que he concebido no sería perfecto, pues el existir es sin duda una perfección de la cual un ser perfecto no podría carecer.

Yo no te pido – concluyó Anselmo – que de estos razonamientos saques la conclusión de que el Ser Perfecto existe porque no puede ser pensado como inexistente. Lo que te sugiero es que concentres tu intelecto y lo lleves al límite de sus capacidades, no para formular un concepto de la Existencia, que no puede ser conceptualizada, sino para que tengas quizás una experiencia intelectual, intuitiva, de un Existente Absoluto. El gozo que produce esa experiencia metafísica es superior a todo lo que pudieras desear”.

 

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(Salvador Dalí)

 

Lo que entonces me ocurrió no lo puedo narrar, porque no tengo palabras para expresarlo. Solamente sé decir que el gozo que experimenté fue muchísimo mayor del que tuve al experimentar mi propia existencia.

Salí de la habitación de Anselmo exultando. Metafísica me esperaba en su alcoba y me entregué a ella en cuerpo y alma.

 

Luis Razeto

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