VII. EL HISTORIADOR AMBROSIO MORENO ESTABA ENTUSIASMADO Y EXCITADO

VII.

 

El historiador Ambrosio Moreno estaba entusiasmado e intelectualmente excitado al emprender la tarea que le había encomendado el senador Larrañiche. Él, que era un historiador de las civilizaciones, que las había estudiado en profundidad y en detalle, en sus fases de creación, desarrollo y crisis, se encontraba ahora nada menos que ante la posibilidad de orientar intelectualmente la creación de una nueva civilización, a partir de la realidad civilizatoria existente: una civilización colapsada por efecto de las contradicciones de unas estructuras políticas, económicas y culturales incoherentes entre sí.

Pensó que lo primero que debía explicar con claridad a los Constituyentes eran las causas de la caída de la civilización moderna, a fin de que ni siquiera pensaran en basarse en el modelo de la civilización que debían dejar definitivamente atrás. Después, en la elaboración de las propuestas, sería el caso de recuperar de aquella y de las civilizaciones históricas anteriores, lo que pudiera ser rescatado y mantenido, por tener un valor humano y social permanente.

Ambrosio escribía directamente los textos pulsando el teclado con sus dedos, a diferencia de su hermana que empleaba un más moderno transcriptor de textos que iba poniendo en palabras lo que ella dictaba. Escribió el título y sin interrupción, en un solo impulso, redactó el primer acápite del informe cuyas partes ya había diseñado mentalmente. Había decidido emplear un lenguaje directo, fácilmente comprensible, no académico, y sobre todo, conciso, breve, pues sospechaba que los señores senadores no tendrían tiempo para largas y complejas lecturas.

PREÁMBULO

El objetivo principal de una política sana es unificar a la sociedad en torno a un proyecto de beneficio colectivo (el bien común), en el que se respeten los proyectos legítimos de las personas, las familias, las comunidades y las organizaciones intermedias, que son partes de la colectividad y que también contribuyen al bien común.

El mayor defecto de la política que llevó al colapso de la civilización moderna, fue que los partidos, en vez de buscar unificar a la sociedad en torno a un proyecto común, la dividían, luchando por el control del poder estatal. Para obtener los apoyos ciudadanos los partidos políticos proponían programas demagógicos, populistas, imposibles de realizar y de integrar en un proyecto común. Cada partido luchaba para sí mismo, para aumentar su propio poder, y no por el bien común de la colectividad humana. Creaban, promovían y fomentaban conflictos entre sectores de la sociedad.

Cuando pensamos en recuperar la vida política, en una sociedad como la actual en que si no nos mantenemos verdaderamente unidos pereceremos, lo principal será organizar la política para unificar, para mantener unida a la sociedad. Es por ello que se necesita la participación libre y voluntaria de todos, en una verdadera democracia. Pues si se restringe la posibilidad de que todos participemos en la búsqueda del bien común, será inevitable la división de la sociedad entre los que pueden participar y los que permanezcan excluidos.

El desafío es inmenso, y requiere re-pensar enteramente la política, pues la que se ha conocido históricamente ha sido casi siempre una política de enfrentamientos entre grupos, clases, creencias e ideologías, que luchan unos contra otros, buscando cada uno hacerse con el poder para fomentar sus propios intereses, creencias, ideologías y proyectos.

Para que todos puedan participar, una condición necesaria es que la nueva política esté máximamente desconcentrada, descentralizada, y que en ella estén reducidos al mínimo los incentivos para que grupos particulares deseen controlar el poder del estado.

Ambrosio leyó lo que había escrito. Estaba conforme con las ideas expresadas; pero que debía precisar muchas cosas que estaban implícitas en el texto. Se limitó por el momento a hacer pequeñas correcciones a la que no era más que una primera página en borrador.


 

* * *


 

Kessler abrió el IAI que le anunciaba que alguno de los miembros del ‘grupo’ tenía algo que informarle. Eran las 10 de la mañana y había recién completado los ejercicios que realizaba todos los días en los aparatos que mantenía en el living de la casa donde vivía.

— AJ4 informando novedades sobre vigilancia Op-9.

— Proceda.

— Estoy realizando mi ronda habitual por las inmediaciones del Sitio 23 del Consorcio CONFIAR. Pude ver a Matilde Moreno junto a Ambrosio Moreno detenerse un momento frente al ingreso del Restaurante don Rubén. Allí los esperaban Alejandro Donoso y Antonella Gutiérrez, que subieron al automóvil y partieron en dirección norte. Ocurrió hace dos minutos, exactamente a las 10.02 AM.

— ¿Tienes la posibilidad de seguirlos?

— Puedo intentarlo con mi moto.

— Procede de inmediato. Identifica el lugar a donde lleguen; pero ten cuidado de que la vigilancia no sea demasiado notoria ni evidente. Y mantenme informado

— OK

Kessler alcanzó a oír el motor de la moto que era puesto en marcha. Cerró el IAI y quedó en espera. Tomaba nota de que se habían juntado cuatro individuos que incluía entre sus peores enemigos, por haber tenido participación en los acontecimientos que pusieron fin a sus servicios al Estado. No pasaron cinco minutos que nuevamente sonaba el IAI.

— Soy AJ4 nuevamente. Tuve suerte y ya los sigo. Se dirigen en dirección noroeste a velocidad ligeramente mayor a la permitida.

— Bien, síguelos.

Diez minutos después AJ4 informaba al Kessler que el automóvil había enfilado rumbo al norte por la Carretera Panamericana.

Kessler tuvo la intuición de que se dirigían a Batuco, y en particular, a la Parcela de la Comunidad Ecológica a donde había llegado la escritora cuando la CIICI la secuestró para impedir que diera la conferencia aquella. Instruyó a AJ4 que se retirara del lugar. ¿Qué estarán tramando? No tenía cómo saberlo. Por ahora. Tomó nota de que debía ver el modo de establecer algún sistema de vigilancia en Batuco.


 

* * *


 

Matilde se había sorprendido cuando Ambrosio, hacía casi dos semanas, manifestó su interés en acompañarla en esa visita. Imaginó que, sobreprotector como era desde que eran muy jóvenes, su hermano pudiera estar preocupado de que a ella le afectase visitar el lugar donde hubiese muerto si no la hubieran salvado los jóvenes de la Comunidad. Ahora, ya en el lugar y reunidos con varios del grupo, Matilde se sorprendía aún más al verlo entusiasmado y extraordinariamente atento, dedicado a preguntar todo lo que pudiera ocurrírsele conocer sobre cómo vivían, cómo tomaban decisiones, cómo organizaban el trabajo, cómo se distribuían las actividades y las responsabilidades entre los miembros de la comunidad, con qué recursos contaban, qué fuentes de energía empleaban, cuáles eran las actividades que realizaban a lo largo del día y también de noche, cómo eran las relaciones de pareja, cómo entendían la sexualidad, cómo educaban a los niños, qué pensaban de la política, cómo resolvían los conflictos que surgieran entre ellos, y muchas cosas más.

Los jóvenes respondían a todas las preguntas entregando la mejor información que tenían. Porque confiaban en Matilde y en Ambrosio, y si Antonella y Alejandro habían sido invitados por ellos, no tenían razón alguna para desconfiar. Además, les gustaba contar cómo eran y lo que hacían, porque estaban orgullosos de la organización que habían creado y de cómo vivían.

Ambrosio se calló sólo cuando no se le ocurrió nada más que preguntarles. Fue entonces que los jóvenes los invitaron a recorrer la parcela y a ver directamente todo lo que quisieran conocer. Pudieron así comprobar que la comunidad se había desarrollado llegando ya a confomar una verdadera aldea ecológica altamente creativa, autónoma y solidaria.

En el trayecto de regreso a Santiago Matilde le comentó a su hermano lo sorprendida que estaba por tan gran interés que había mostrado por esa experiencia social. Ambrosio no respondió nada hasta después de que dejaron a Antonella y Alejandro frente al Restaurante don Rubén.

— Como estudioso de la historia de las civilizaciones he aprendido que casi todas ellas, antes de desplegarse y consolidar sus estructuras, han sido prefiguradas por pequeños grupos de personas que se adelantaron a vivir como después se generalizaría en toda la sociedad. Pequeños grupos son semillas, embriones de la civilización nueva. Me pregunto si sea éste el caso. Y no te lo comenté antes porque estaban Antonella y Alejandro, y no olvido que Tomás Ignacio nos encomendó total sigilo en la solicitud que nos hizo de pensar, concebir y proponer la forma que pudiera asumir la nueva política. Una nueva política, digo yo, propia de una nueva civilización.

Mientras Ambrosio explicaba esto, Kessler recibía la información de que el automóvil de Matilde Moreno había regresado, dejado a los dos muchachos en el mismo lugar en que los habían recogido en la mañana, y continuado con rumbo probablemente a la casa de Ambrosio.


 

* * *

 

Desde que hacía ya cuatro meses Kessler había logrado liberarse de los aparatos que lo denunciaban públicamente como delincuente peligroso condenado, y en que desde la clandestinidad había iniciado la formación de su “grupo” — como lo llamaba, o “comando de inteligencia y control” como lo pensaba — juntando a los que fueron sus subordinados en la CIICI, no habían sido muchas las nuevas informaciones de interés que había obtenido. Y había ocurrido que, de improviso y en rápida sucesión, le llegó información que pudiera ser relevante, relativa a muy encumbradas personalidades que, por añadidura, eran sus propios enemigos personales. Nada menos que el senador y miembro del Triunvirato republicano Tomás Ignacio Larrañiche; la escritora Matilde Moreno, de renombre y fama mundial y que fuera tan determinante en los acontecimientos que pusieron fin a la Dictadura Constitucional Ecologista; su hermano el famoso historiador Ambrosio Moreno, que la había acompañado en todos aquellos acontecimientos subversivos; Alejandro Donoso, joven, nieto e hijo de uno de los fundadores del consorcio CONFIAR, y que ahora había sido elegido como miembro del Consejo Directivo de esa enorme y prestigiosa organización económica; y Antonella Gutiérrez, nieta e hija de subversivos ajusticiados por orden de la Dictadura, a la que él mismo interrogó junto al joven Arturo Suazo de la ONG defensora de los derechos humanos.

Kessler no sabía más que el hecho de que esas personas estaban en contacto y que se reunían misteriosamente. Pero su instinto y su experiencia lo llevaban a la convicción de que algo tramaban; algo que cualquier cosa que fuera, no sería beneficiosa para su organización ni para el Partido por la Patria. Y aunque nada podía demostrar, lo excitaba el hecho de verse nuevamente tras los pasos de sus enemigos, a quienes vigilaría en adelante con todos los recursos que pudiera disponer.

En los tiempos en que ejerció la dirección de la CIICI Kessler se había habituado a conectar siempre la información que recibía con las operaciones de control sobre los individuos sospechosos. Por eso le fue ahora espontáneo pensar que en base a la información recibida algo tenía que hacer. No era conveniente mantener inactivos durante mucho tiempo a los miembros operativos del grupo clandestino que comandaba, y que eran pagados aun cuando no realizaran ninguna actividad. Pero ¿qué podía hacer? Los personajes en cuestión eran todos muy importantes y poderosos, y no estaba aún en condiciones de ni siquiera imaginar algún tipo de acción contra ellos.

Después de pensarlo mucho llegó a la conclusión de que, entre todas esas personas poderosas, había una particularmente débil: la joven Antonella Gutiérrez, que era sólo una estudiante universitaria pobre, que contaba con un único familiar, su madre Mayela, que trabajaba como secretaria en una dependencia de menor importancia en el CCC, y que ya no podía contar con la protección que antes le brindó Juan Solojuán. Sería, pues, sobre ella que debía desplegar alguna acción, que consideraba necesaria aunque aún no sabía qué podía ser ni por qué, ni con qué fin realizarla. Sólo sabía que Antonella estaba a su alcance, al alcance de su brazo operativo, y que había llegado el momento de ponerse en acción.

Kessler se sobó las manos con entusiasmo. Era en las operaciones de control de personas donde se concretaba y demostraba el poder, el verdadero poder. Pero lo primero era recabar más información. Abrió el IAI y marcó un número.


 

* * *


 

Ambrosio dedicaba las primeras horas del día a estudiar las diferentes formas que había asumido la política en las distintas naciones modernas, y a repasar las más importantes elaboraciones de ciencia política y administrativa, en todas las corrientes de pensamiento. Se pasaba después muchas horas meditando en silencio, con los ojos cerrados. En medio de sus reflexiones volvía a menudo sobre los textos y continuaba reflexionando. Solamente cuando comenzaba a anochecer se ponía a escribir. El borrador contaba ya con bastantes páginas, pero al releerlas cuando comenzaba cada tarde la escritura, recortaba aquí y allá, suprimía párrafos, acortaba frases, esforzándose por dejar en el texto solamente lo que consideraba esencial. Estaba ahora abocado a un tema muy específico: el modelo teórico del estado democrático moderno y las principales formas y deformaciones que había tenido al aplicarse en distintos regímenes políticos.

Esa noche añadió varias páginas al documento que estaba escribiendo:

EL MODELO TEÓRICO DE LA DEMOCRACIA MODERNA.

El más importante aporte civilizatorio de la época moderna fue el reconocimiento de la libertad individual como un principio fundamental de la convivencia humana. La libertad individual es el valor constitutivo de las personas, el fundamento de sus deberes y derechos, conforme al cual cada uno puede decidir autónomamente sobre las cuestiones esenciales de su vida, haciéndose responsable ante la sociedad de las consecuencias de sus decisiones y de los resultados de su propia acción.

En la época moderna la libertad individual se reconoció en tres niveles: la libertad de pensamiento y de opinión, la libertad política y de asociación, y la libertad de trabajo e iniciativa económica. No cabe duda de que a la afirmación progresiva de estas libertades se puede atribuir el inmenso desarrollo que tuvieron las ciencias, la política y la producción entre los siglos XVIII y XX.

La democracia moderna fue una forma de Gobierno pensada para construir el orden social en una sociedad que reconocía a los individuos la libertad de pensamiento, de asociación y de trabajo. Con esas libertades, la sociedad adquirió una movilidad y dinamismo tal que el problema de establecer el orden social y la unidad nacional adquirió especial complejidad. Surgieron formas de pensamiento diferentes y opuestas; se formaron intereses económicos individuales y de grupos que se contraponían entre sí; los hombres se organizaron por afinidades ideológicas y de intereses, dándose lugar a múltiples fuerzas sociales que perseguían objetivos contrastantes. En esas condiciones el problema era: ¿cómo unificar a los individuos en torno a objetivos comunes?, ¿cómo articular los distintos intereses en un proyecto compartido?. ¿cómo integrar funcionalmente las distintas organizaciones y asociaciones en un sistema institucional coherente? Y en síntesis: ¿Cómo hacer compatible la libertad individual y el orden social, impidiendo que un exceso de ordenamiento comprima las libertades, o que la liberación de las actividades humanas disuelva el orden general?

Como puede advertirse, las preguntas que surgieron en los comienzos de la civilización moderna son muy semejantes a las que nos planteamos hoy, en que debemos crear una nueva civilización. Debemos analizar atentamente cuáles fueron las respuestas que se dieron en aquel tiempo, cómo se aplicaron, y por qué entraron en crisis. Tenemos mucho que aprender de todo aquello.

Ambrosio se levantó y fue a prepararse un café. Diez minutos después continuó escribiendo.

El “modelo” que elaboraron en aquellos años y que progresivamente se fue organizando primero en Europa y extendiendo luego a otras regiones del mundo, incluía los siguientes principios fundamentales, que delimitan lo que se entendía por democracia:

1. Autonomía de las actividades culturales, religiosas, científicas, políticas y económicas respecto del poder del estado. La llamada ‘sociedad civil’ tiene su espacio de desarrollo libre y competitivo, de modo que la apertura a todas las búsquedas y expresiones creativas sea lo que define la evolución de la sociedad. Garantía de la autonomía de la sociedad civil es la sujeción del Gobierno a un orden constitucional que establece los límites de su poder y los derechos de los ciudadanos.

2. El poder político debe ser representativo de los ciudadanos y respetuoso de su diversidad, lo que implica que la legitimidad de los poderes se construye en la sociedad civil y se manifiesta a través del voto libre, universal y secreto, con el cual se escoge a los gobernantes y se delegan los poderes legislativos en una Asamblea en la que tienen expresión proporcional todos los intereses, corrientes de pensamiento y tendencias políticas que tengan relevancia en la sociedad civil. Si bien el gobierno recae en la mayoría, debe ejercerse respetando a las minorías, que tienen derecho a mantener una oposición política organizada.

3. El Estado no tiene una ideología oficial permanente; debe ser institucional y formalmente neutro respecto de las ideologías y formas de pensamiento (incluidas las concepciones religiosas) que se desarrollan en la sociedad civil. Sólo así las distintas expresiones culturales pueden sentir que el Estado no las excluye a priori, pudiendo confiar en que su expansión en la sociedad civil las puede llevar a cumplir funciones políticas dirigentes.

4. Con el objeto de impedir los excesos del poder y su auto-reproducción por parte de un grupo determinado que pudiera controlar todos los instrumentos decisivos del estado, se establece la separación institucional de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que deben ser independientes en cuanto a su origen y en su funcionamiento.

Ambrosio cerró los ojos y permaneció largos minutos inmóvil. Quien lo hubiera visto no habría dudado de que estaba profundamente dormido. Pero en realidad estaba profundamente pensativo. Cuando abrió los ojos continuó escribiendo:

Esos principios constituyen un avance civilizatorio de valor permanente, y debieran recuperarse y mantenerse en la nueva organización del estado. Sin embargo habrá que considerar que ese modelo teórico de la democracia moderna presentó, en sus aplicaciones prácticas y en su desarrollo histórico concreto, un gran problema, que podemos denominar “problema de la representatividad”.

El problema de la representatividad surgió por dos situaciones interrelacionadas. Por un lado, el hecho de que en la sociedad no existían solamente individuos libres, sino que se habían formado también clases sociales que tenían intereses distintos e incluso contrapuestos, y agrupamientos de personas unificadas en torno a ideologías. En efecto, dependiendo del lugar que ocupaban en la producción y de la división técnica y social del trabajo, se formaron en la sociedad moderna las grandes clases sociales y numerosas categorías y agrupaciones menores, cada una con funciones e intereses particulares, y con muy distintas cuotas de poder económico y social. A su vez, la libertad de pensamiento y de prensa llevó a la formación de distintos tipos de agrupaciones ideológicas y políticas, que ofrecían cada una proyectos de sociedad diferentes y respuestas y soluciones opuestas frente a los problemas sociales. La representación de esta sociedad tan compleja y dividida, en un Estado unitario, planteaba, pues, problemas más complicados que aquellos que los teóricos fundadores de la democracia creyeron resolver definitivamente con la institución del voto individual y universal.

Se hacía necesario que intereses, concepciones y proyectos distintos y contrapuestos, tuvieran representación en el Estado. La respuesta que se dio al problema fue la creación de partidos políticos. Estos debían representar los intereses e ideas de los grupos contrapuestos, en las distintas instancias del Estado. Se suponía que los partidos actuarían con gran responsabilidad, en el sentido de compatibilizar los intereses y proyectos del grupo social que representaban, con los intereses y proyectos representados por los otros partidos. Se suponía, también, que los partidos tendrían la capacidad de influir sobre los grupos sociales que representaban: de dirigirlos y no ser dirigidos por las masas. Para representar los intereses e ideas particulares de los distintos grupos, en el seno del Estado que requería mantener la cohesión social, los partidos debían ser capaces de compatibilizarlos con el bien común; y educar a los grupos que dirigían para que comprendieran la necesidad de no descuidar el bien general y los intereses de otros grupos, tan legítimos como los propios.

Esas exigencias se demostraron imposibles de cumplir, especialmente en aquellas sociedades donde la diferencia entre las clases sociales, entre las élites y las multitudes, había llegado a ser demasiado evidente. Fue la incapacidad que mostraron los partidos para lograr compatibilizar los intereses e ideas que representaban, con la necesaria unidad del Estado, lo que condujo a menudo a dictaduras y a revoluciones, a conflictos sociales, económicos e ideológicos imposibles de resolver. Así, las democracias modernas entraron en crisis, y ya sabemos cómo terminó todo aquello cuando se produjo el Levantamiento de los Bárbaros y la Gran Devastación Ambiental que condujeron a la Dictadura Constitucional Ecologista.

Ambrosio entró nuevamente en estado de reflexión. Al salir de éste escribió:

La solución que se dio al problema de la representatividad en el modelo democrático moderno no fue adecuada. La nueva política no debiera estar conformada por partidos políticos.

Ambrosio apagó el computador, se levantó y entró en la cocina. Se había organizado para prepararse la comida de manera rápida, en base a recetas sencillas que repetía cada semana. Pero, como su cabeza continuaba pensando, interrumpió ese quehacer doméstico y volvió a su escritorio consignando en su computadora una última frase, con la que quería recordarse el tema sobre el cual escribiría los días siguientes:

La afirmación irrestricta de la libertad individual no acompañada suficientemente del reconocimiento y promoción de otros valores esenciales de la persona humana como la justicia y la solidaridad, llevó a un empobrecimiento de la dimensión moral de las actividades y comportamientos individuales y colectivos, a la acentuación de las injusticias y desigualdades sociales, y a una conflictualidad permanente y destructiva.

Se quedó pensando. No era sencilla la tarea que le había encargado Larrañiche. Cerró los ojos.

Un fuerte olor empezó a molestarlo. Empezaron a picarle los ojos. ¡Humo! Se levantó de un salto. ¡La comida! Se le había quemado una vez más.

 

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