PRESENTACIÓN

PRESENTACIÓN.

La “ciencia de la historia y de la política” no es el nombre de una disciplina que se reconozca en el mundo académico y en la actual institucionalidad de las ciencias sociales. En las universidades y centros de investigación, la historia y la política son estudiadas y desarrolladas como dos disciplinas distintas y separadas.

Quien formula por primera vez la expresión “Ciencia de la Historia y de la Política” fue Antonio Gramsci, y lo hace al pasar, sin ahondar en la idea que subyace a los términos, aunque el análisis de sus Cuadernos permiten entrever lo que busca al proponerlo como el nombre de un nuevo conjunto de estudios. En efecto, Gramsci había estudiado en profundidad, y criticado analíticamente, la ciencia política, la sociología, la economía política y el materialismo histórico, que eran las disciplinas o saberes que en su tiempo se presentaban con pretensiones de cientificidad, que articulaban el conocimiento de los procesos históricos y sociales, y que guiaban las propuestas de acción transformadora de la economía y la política. [1] A partir de la crítica a esas disciplinas Gramsci formula la necesidad de una nueva ciencia que sirviera para sustentar con rigurosidad la acción social transformadora.

La sociología, la ciencia política, la ciencia de la administración pública, la economía política, la economía, el derecho, han sido las disciplinas que recogen, elaboran y formalizan los conocimientos necesarios para sostener, articular y conducir la economía y la política en la civilización moderna, esa civilización capitalista en lo económico, estatista en lo político y naturalista en lo cultural, cuyos orígenes pueden rastrearse hasta el siglo XVI y que perdura hasta hoy.

Sabemos que cada civilización tiene sus estructuras del conocimiento que la fundamentan, organizan y orientan. La civilización medieval en Europa fue fundamentada, organizada y guiada por la filosofía escolástica y la teología dogmática. El fin de aquella civilización coincidió con el surgimiento de la filosofía empirista, la economía política, la ciencia del derecho, la ciencia política y, después, la sociología. 

La civilización moderna se encuentra actualmente en crisis orgánica, significando esto que ha agotado sus potencialidades, y que el desarrollo humano y el progreso social requieren el tránsito hacia una nueva y superior  civilización. Con la crisis de la civilización moderna han entrado también en crisis esas ciencias que la han fundamentado y guiado, las cuales ya no se muestran capaces de orientar la solución a los problemas y contradicciones surgidas en esta fase agónica de esa ya vieja civilización moderna, ni menos de fundamentar, organizar y guiar la creación y el tránsito hacia una nueva civilización. Se necesitan, en consecuencia, nuevas estructuras del conocimiento, y más específicamente, nuevas ciencias.

Esto que afirmamos no puede ser comprendido en su plenitud desde los marcos teóricos de esas ciencias sociales que caracterizan a esa civilización moderna. Su fundamentación analítica y racional forma parte de las nuevas ciencias, a saber, de aquellas estructuras del conocimiento que han de fecundar una nueva civilización. Su formulación y demostración será, por tanto, parte de las elaboraciones que el lector podrá encontrar en este libro.

Sostenemos que la “ciencia de la historia y de la política” es una de esas nuevas ciencias necesarias. Ella surge, precisamente, con el propósito de comprender las condiciones y de proyectar las iniciativas que puedan dar inicio a la creación de una nueva civilización. No es la única disciplina intelectual necesaria. Una nueva civilización requiere también una nueva filosofía y teoría del conocimiento y de la práctica transformadora, y también una nueva ciencia de la economía, en cuya dirección también hemos trabajado proponiendo una “teoría económica comprensiva”. Pero aquí nos centramos en ésta que, adoptando la expresión gramsciana, denominamos ‘Ciencia de la Historia y de la Política’.

Esta nueva ciencia es ante todo ciencia de la historia; pero no la historia entendida como la sucesión de hechos y acontecimientos singulares que van conformando el devenir cotidiano de las sociedades, sino la historia misma como objeto de estudio, en sus procesos de larga duración, en sus tendencias evolutivas, en sus procesos civilizatorios, en sus transiciones de una época a otra.

Esta nueva ciencia es también ciencia de la política. No de la política como  actividad tediente a la conquista del poder y del gobierno del Estado; sino de la política entendida como la estructura de la acción organizadora del orden social y dinamizadora de los procesos históricos. De la política que, en la presente fase histórica, se presenta como el conjunto de las actividades teóricas y prácticas con las que pueda resolverse la actual crisis orgánica de las sociedades modernas, mediante la creación de una nueva civilización.

Así entendidas la historia y la política, ellas se entrelazan constituyendo un objeto de estudio unificado. La relación entre la historia y la política es expresión de la continuidad inescindible entre el pasado, el presente y el futuro. En efecto, la política no puede separarse de la historia porque ella es continuación de la historia y creadora de historia.

Suele decirse que la política está condicionada por las estructuras, y que su tarea es cambiar las estructuras. Las estructuras son la sedimentación de la historia, que continúa aún presente, conformando a las personas y condicionando sus comportamientos, actividades y relaciones. La historia idenifica las condiciones, la política proyecta las iniciativas.

Las iniciativas son las que crean lo nuevo, lo distinto, lo que cambia las condiciones, influyendo sobre las personas y sus comportamientos y actividades; las iniciativas parten de las condiciones dadas, y crean nuvas condiciones. La política, constituida por las iniciativas, nos abren al futuro, en cuanto van creando las nuevas estructuras que vendrán a reemplazar a las anteriores, superándolas.

 

Así se comprende que todo cambio de estructuras es, y no puede ser otra cosa sino el resultado de una multitud de iniciativas portadoras de nuevos modos de pensar y de actuar, de nuevas formas de hacer economía, política, cultura.

 

De este modo se suceden unas tras otras, las civilizaciones. Entre los grandes temas de la Ciencia de la Historia y de la Política está identificar rigurosamente las formas y contenidos de la civilización moderna, así como los fenómenos y procesos que marcan su crisis y declinación. La crítica de la política que forma parte constituyente de la civilización moderna; la crítica de sus contenidos intelectuales, de sus estructuras organizativas y de sus modos de acción, es un momento teórico sin el cual no es posible acceder a la comprensión de una nueva, autónoma y más eficaz estructura de la acción transformadora.

El estudio histórico de la larga travesía que conduce desde el agotamiento y la declinación de la civilización medieval, hasta el surgimiento, consolidación y crisis de la civilización moderna, conforma un conocimiento necesario para elaborar una teoría de las civilizaciones y de sus procesos de surgimiento, consolidación y crisis.

Con todo ello, y sólo con todo ello, es posible reconocer científicamente, y proyectar y organizar prácticamente, los procesos, iniciativas y acciones (en los ámbitos cultural, político y económico) que puedan ser portadores de las formas y contenidos propios de una civilización solidaria.

Son éstas las cuestiones que abordamos en los artículos y conferencias que recogemos en este libro.

Luis Razeto

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[1] Un estudio detallado de ese proceso analítico desplegado por Antonio Gramsci en sus Cuaderos, lo hemos expuesto en Luis Razeto y Pasquale Misuraca, La Travesía, Libro primero. De la Crítica a las sociologías a la propuesta de una nueva ciencia de la historia y de la política. Ediciones Univérsitas Nueva Civilización.