III. Aquí se identifica al sujeto iniciador de la nueva civilización, y se explica el "fetichismo" de las organizaciones.

 

Que es necesaria una nueva civilización es algo que se viene afirmando desde hace tiempo. Pero poco se ha dicho sobre cómo lograr que ello ocurra realmente. Si, como explicamos antes, una nueva civilización implica un nuevo modo de vivir, y la formación de un nuevo ‘tipo humano’, hay que responder esta pregunta: ¿cómo se puede dar paso al surgimiento de un nuevo modo de vivir, y a la formación de un nuevo ‘tipo humano?

Afirmamos también que una nueva civilización implica crear y desplegar una nueva economía, una nueva política y una nueva cultura. Tendremos que abordar entonces, también cuáles y cómo puedan ser y crearse esas nuevas economía, política y cultura. Todo esto lo iremos examinando paso a paso.

La primera cuestión que surge al pensar en iniciar la creación de una nueva civilización se refiere al sujeto, al actor o protagonista de tan notable proyecto.

En la sociología y en la ciencia política y en las ideologías reformistas y revolucionarias, suele sostenerse que el sujeto capaz de actuar un proceso de cambios sociales y políticos es un actor colectivo, llámese una clase social, un partido político, un movimiento u organización social.

Contradiciendo esa idea, cuando se trata de iniciar la creación de una civilización nueva, nosotros afirmamos que es el individuo el sujeto primero; que el inicio de la creación de una nueva civilización no puede ser otro que el individuo, la persona humana que ha de habitar en ella.

Afirmar esto no niega que las personas que asuman el proyecto de la nueva civilización tendrán que asociarse, organizarse e interactuar con otros, dando lugar a variados tipos de sujetos colectivos (asociaciones, comunidades, redes, etc.), que potenciarán la acción y la actividad creadora de los individuos mismos. Pero serán siempre estos individuos los sujetos primordiales. Primero hay que identificar a los individuos, y sólo después podrá verse cuáles y cómo han ser esas formaciones sociales, las que obviamente serán distintas a las que caracterizan a la actual civilización en crisis.

Identificar al individuo como el sujeto de la acción iniciadora de una nueva civilización tiene una importancia fundamental, y es una significativa novedad que presenta el proyecto de creación de una nueva civilización, respecto a los proyectos de reforma política o de cambios sociales al interior de la civilización que estamos dejando atrás. En efecto, la civilización moderna ha llegado a ser una civilización de las organizaciones, una civilización de luchas y conflictos multitudinarios, de grandes corporaciones, de partidos políticos y de movimientos sociales de masas.

Decimos que así “ha llegado a ser” la civilización moderna, porque en realidad en sus orígenes ella fue creada también por un cierto tipo de individuos, y específicamente por individuos que se plantearon a sí mismos como sujetos con derechos políticos (o sea, ya no súbditos sino ciudadanos), como sujetos con intereses e iniciativas económicas (como emprendedores y empresarios), como sujetos de libre pensamiento y actividad cultural (‘pensadores’, intelectuales, artistas, científicos, etc.). En tal sentido, también en el origen de la civilización moderna se encontraban los individuos, que dieron lugar a una ‘sociedad civil’ separada e independiente de los poderes e instituciones tradicionales (de tipo feudal, monárquico, eclesial,etc.) propios de la civilización medieval.

La civilización moderna fue una grandiosa y singular creación histórica, en que junto con el surgimiento del individuo moderno fueron posibles y se desplegaron las libertades de iniciativa económica, de organización social, de pensamiento. Es que, como hemos afirmado y por razones que profundizaremos más adelante, toda civilización es iniciada por el surgimiento de algún ‘tipo humano’ representado inicialmente por pocos, y que luego tiende a generalizarse.

La sociedad moderna ha llegado a estar tan basada en grandes organizaciones masivas, que nos cuesta pensar que el sujeto primero de un cambio tan inmenso como sería el paso a una nueva civilización pueda ser protagonizado por individuos. Existe actualmente lo que podemos entender como un ‘fetichismo’ de las organizaciones, en cuanto se les atribuye un valor mítico, y se los concibe como entidades meta-empíricas que actúan aún cuando sus miembros sean pasivos, que poseen ciencia y conciencia histórica aún cuando no tengan científicos y no realicen actividades de investigación, que están dotadas de una cultura e ideología aún si sus integrantes no desplieguen actividades creativas y no compartan las mismas convicciones ideológicas. Se cree que las organizaciones están en condiciones de intervenir eficazmente en la historia más allá de las actividades teóricas y prácticas concretas de sus miembros.

Antonio Gramsci afirmó sobre este ‘fetichismo: “Un organismo colectivo está constituido por individuos particulares, que forman el organismo en cuanto se han dado y aceptan activamente una jerarquía y una dirección determinada. Si cada uno de los individuos particulares piensa al organismo colectivo como una entidad externa a sí mismo, es evidente que este organismo de hecho no existe más, sino que se convierte en un fantasma del intelecto, en un fetiche. Ello es común a una serie de organismos, como el Estado, la nación, los partidos políticos, etc. Se tiende a pensar las relaciones entre el individuo y el organismo como un dualismo, y a tener una actitud crítica exterior del individuo hacia el organismo (si es que la actitud no es de admiración entusiasta y acrítica); pero en ambos casos es una relación fetichista. El individuo espera que el organismo actúe, aún cuando él no actúe, y no reflexiona que estando su actitud pasiva muy difundida, el organismo es inoperante”.

Lo que está observando Gramsci es que el sujeto de la acción es siempre el individuo, incluso cuando se trata de acción ‘social’, de acción histórica. Porque las colectividades están conformadas por personas, que son las únicas que pueden actuar, mientras que el ‘sujeto colectivo’ se mueve en la medida en que se muevan los sujetos individuales. La dirección que asuma un movimiento colectivo será siempre el resultado de la combinación de las acciones de los individuos que lo conforman.

Pero ¿qué es lo que causa el ‘fetichismo’ de las organizaciones? En realidad, en la sociedad moderna éstas se basan en una neta separación entre dirigentes y dirigidos, de modo que las organizaciones generan centros de poder y estructuras burocráticas, las cuales de hecho operan porque sus miembros actúan; pero la gran masa de los dirigidos permanecen pasivos, y sobre ellos recae la acción de los de arriba. Entonces, como un modo de ocultar la relación de poder y dominio así configurada, se atribuye la acción de los poderosos a las instituciones y organizaciones, que resultan así ‘fetichizadas’ para la masa de los subordinados que se someten a ellas, sin percatarse que se están subordinando a individuos y grupos humanos particulares.

Naturalmente, este fetichismo de las organizaciones e instituciones debe ser superado para que pueda darse lugar a una nueva civilización, porque los individuos forjadores de ella deben recuperar para sí el protagonismo de las decisiones y de la acción. De esta afirmación del individuo como sujeto primero y originante de una nueva civilización, afirmación que tendremos que ahondar, extraemos una primera conclusión: cada uno de nosotros puede llegar a ser protagonista de la creación de una civilización nueva y superior a la existente.

Luis Razeto

 

Si quieres el libro impreso en papel o completo en digital lo encuentras en el siguiente enlace:

https://www.amazon.com/-/es/gp/product/B075G2MWM9/ref=dbs_a_def_rwt_hsch_vapi_tkin_p1_i0