XL. ¿En qué sentido podemos hablar de un 'hombre nuevo'?

 

Al comenzar estas reflexiones sobre cómo iniciar la creación de una nueva civilización, planteamos que ésta implica la formación de un nuevo 'tipo humano', que caracterizamos como creativo, autónomo y solidario.

Esta idea de un nuevo 'tipo humano' es fácilmente asociable a la de un 'hombre nuevo', idea que con la que se ha expresado la aspiración que han tenido todas las religiones, y también las más grandes ideologías y utopías políticas modernas. Pero ¿de qué realmente se trataría en nuestro caso? ¿Cómo podemos concebir la idea de crear un nuevo 'tipo humano' para la nueva civilización? ¿Se trata acaso de cambiar la naturaleza humana?

Es muy importante dilucidar la cuestión, ya que muchos sostienen que el proyecto de una sociedad justa y solidaria o de una civilización mejor, es utópico porque no tiene en cuenta la naturaleza humana, que sería una especie de individuos naturalmente egoístas y competitivos, que anteponen sus intereses particulares y los de sus pequeños grupos de pertenencia, al interés general o al bien común.

Sobre esto, lo primero que podemos afirmar es que los seres humanos, a lo largo de la historia y en distintas partes del mundo, han asumido formas de ser, de pensar, de relacionarse y de actuar muy diferentes, y que en consecuencia la especie humana presenta una inmensa flexibilidad y plasticidad.

Esta observación nos lleva a concebir la 'naturaleza humana' como una cierta estructura de base, constituida por algunos rasgos y elementos esenciales generales y comunes a todas las personas (independientemente de la época, la organización social, las condiciones históricas, etc.); pero es una naturaleza básica o 'esencial' que permanece abierta, y que tiene la posibilidad de asumir otros rasgos y formas diversas, más complejas, que la pueden llevar, o hacer evolucionar, hasta adquirir otras formas y estructuras. Como si fuera una estructura que quisiera ser otra estructura.

Tal vez sea más exacto pensar la naturaleza humana esencial como una estructura básica, primaria, sobre la cual se pueden levantar otras estructuras; o sobre la cual se pueda establecer una 'segunda naturaleza', la que puede adoptar diferentes configuraciones.

En este sentido, sostenemos que el modo de ser y de comportarse del consumidor y del individuo individualista y ávido tan extendido en la civilización moderna, no es la expresión directa y única de la 'naturaleza humana', sino la manifestación de una suerte de 'segunda naturaleza', que se levantó sobre la primera en el curso de la constitución y desarrollo de una economía y de una política que la necesitaron y que la construyeron.

Ahora bien, en la formación y consolidación de estos diferentes modos colectivos de ser y de actuar que se han sucedido en la historia, correspondientes a las diversas civilizaciones, parecen intervenir tanto elementos de conciencia y de voluntad de las personas mismas, como factores de coerción y dominio, que imponen por la fuerza un modo de ser y de actuar que se difunde socialmente.

Antonio Gramsci afirmó que “hasta ahora todas las mutaciones en el modo de ser y de vivir han ocurrido por coerción brutal, o sea a través del dominio de un grupo social sobre todas las fuerzas productivas de la sociedad: la selección o “educación” del hombre adaptado a los nuevos tipos de civilización, o sea a las nuevas formas de producción y de trabajo, ha sucedido con el empleo de brutalidades inauditas." Esta afirmación de Gramsci puede ser unilateral y no reconocer suficientemente distintas situaciones históricas. Pero hay de cierto en ella que casi siempre las multitudes han tendido a ser conformadas por los grupos dirigentes que emplean diversos medios, desde la coerción a la propaganda, desde la educación a la política, e incluso mediante ciertas formas del arte, del cine, de la música, etc.

En cualquier caso, si pensamos en el desarrollo de un nuevo 'tipo humano', creativo, autónomo y solidario, parece esencial comprender cómo pueda concebirse y crearse la que sería esta nueva 'segunda naturaleza', y qué relación tendría con la 'naturaleza humana' esencial.

Ante todo, es obvio que la 'naturaleza humana' esencial ha de ser tal que permita que sobre ella se levanten 'segundas naturalezas'. Como esta posibilidad no parece que pueda atribuirse a las demás especies animales, identificaremos en la característica específicamente humana de la conciencia, y más precisamente, en la racionalidad y en la libertad, el fundamento que hace posible la creación de las 'segundas naturalezas'. Esa conciencia libre, en efecto, hace posible que los hombres en cierto sentido se disocien respecto a su naturaleza biológica, o mejor dicho, que tomen bajo su propio control la dirección de su desarrollo y evolución. Es indispensable ser libres para tener la posibilidad de diferenciarse y cambiar, y ser racionales para tomar el control y definir una dirección al cambio, de modo que se pueda crear 'otra estructura', como hemos definido también la 'segunda naturaleza'.

No es suficiente, sin embargo, la conciencia y la libertad para fundamentar una 'segunda naturaleza' humana. En efecto, la conciencia y la libertad son individuales, o sea atributos de los individuos. Pero aquí estamos hablando de una 'segunda naturaleza' que si bien pudiera no entenderse como involucrando a todos los seres humanos, debiera al menos incluir y subsumir a una gran población humana. Porque estamos pensando en las dimensiones de una civilización.

Por ello, la 'segunda naturaleza' tiene que ser 'social', pero esta vez no impuesta por la fuerza. Pues bien, la sociabilidad es también propia de la 'naturaleza humana', igual que la racionalidad y la libertad. Esto significa que una 'segunda naturaleza' puede crearse socialmente, es decir, como un proceso de construcción social que incorpora activamente a muchos individuos que se asocian, que se comunican, que comparten una determinada racionalidad y la voluntad de integrarse a un proceso de creación colectiva.

Pero en los hechos partimos de la situación actual, en que los seres humanos son más 'sociales' que 'libres'. Quiero decir que habitualmente, y especialmente en la actividad económica y política, las personas hoy actúan condicionadas fuertemente por la colectividad de la que forman parte, y por el contexto cultural en que crecen y se educan. La libertad individual se manifiesta siempre, pero habitualmente en los hechos pequeños, en las decisiones menores, mientras que en las grandes direcciones que asumen los procesos históricos, estructurales, la mayoría sigue las direcciones establecidas, y actúan como 'hombres masa'. Así lo ha necesitado y formado la civilización moderna.

En este punto se habrá ya comprendido que crear una nueva y superior civilización consiste, en última síntesis, en la creación de una nueva y superior “segunda naturaleza” en los seres humanos, partiendo de nosotros mismos. Que ello sea posible está en la 'naturaleza humana' esencial, en cuanto deriva de la racionalidad y libertad, y del hecho de que somos 'sociales', y por tanto capaces de construir procesos y organizaciones económicas, políticas y culturales.

Ahora bien, para iniciar la creación de esta 'segunda naturaleza' nueva y superior, fundada sobre la 'naturaleza humana' esencial, es necesario separarse de la 'segunda naturaleza' dada, aquella vieja e inferior que se impuso en la civilización moderna.

Para iniciar la creación de una nueva 'segunda naturaleza', es por tanto necesario que al menos algunos individuos alcancen la autonomía (mediante su propia racionalidad y libertad). Estos individuos, organizados en redes y potenciándose recíprocamente, podrán expandir el nuevo modo de ser y de comportarse, a través de las acciones y procesos que hemos venido examinando. Pero hay que asumir que el inicio de la creación de una nueva civilización es hoy, tal como lo ha sido en el pasado, un proceso iniciado por pocos, porque son pocos los que aplican la libertad a las grandes direcciones del propio vivir, y no limitadamente a decidir sobre cuestiones secundarias en un marco socialmente establecido y predeterminado.

Para que podamos iniciar la creación, en nosotros mismos, de una nueva 'segunda naturaleza', es necesario que nos conectemos con nuestra primera naturaleza esencial, haciéndonos más ampliamente libres, racionales y sociales. Solamente así podemos llegar a ser creativos, autónomos y solidarios. Si no nos conectamos con nuestra 'naturaleza humana' esencial (escondida, oprimida bajo la 'segunda naturaleza' dada), no podemos iniciar la creación de una nueva y superior 'segunda naturaleza'. He aquí por qué el inicio de la creación de lo nuevo es un “conócete a tí mismo”, y llegar a pensar con la propia cabeza, en vez de participar de una concepción del mundo asumida pasivamente, que no puede sino ser vieja, esto es, creada en el proceso histórico anterior, sedimentada social y culturalmente, convertida en costumbre.

Es preciso establecer contacto con nuestra íntima 'naturaleza humana' esencial. Pero nuestra 'naturaleza humana' esencial se encuentra escondida y oprimida bajo la 'segunda naturaleza' que la civilización capitalista y estatista ha construido en nosotros; por ello es preciso comenzar con la conquista de la autonomía respecto de esa 'segunda naturaleza' y de esos modos de pensar y de comportarse que son los propios de la vieja civilización moderna.

Esto es un proceso de crecimiento personal, que en su raíz es un proceso de desarrollo espiritual. Pero que no se queda encerrado en la interioridad de cada uno, sino que se expresa y se proyecta en la creación de una nueva economía, de una nueva política, de nuevas ciencias, de una nueva educación, de nuevas formas de la cultura.

Es en el proceso mismo de creación de la nueva civilización que se gesta y se forma y se difunde socialmente el 'hombre nuevo', o sea el 'tipo humano' creativo, autónomo y solidario de la nueva civilización. Porque es mediante la conquista de la autonomía, el desarrollo de la creatividad, y el despliegue de la solidaridad, que nos revestimos con una nueva 'segunda naturaleza' humana, superior a la que estamos abandonando, o de la que tenemos que desprendernos como un traje viejo que no vale la pena remendar.

Luis Razeto

 

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