XI. Donde se explica que la nueva civilización convoca a todos, y de qué modo las personas y los grupos se integran a ella.


Relacionada a la cuestión del tamaño y las dimensiones que va adquiriendo la nueva civilización, se presenta otra pregunta importante, que requiere ser planteada y abordada de un modo nuevo: ¿Quiénes son y a quiénes podemos reconocer como participantes del proyecto de creación de la nueva civilización? ¿Cómo se reconoce a sus integrantes, y quién les otorga la 'credencial' de miembros del proyecto? ¿Qué personas y qué sujetos sociales pueden ser y sentirse parte de la nueva civilización en construcción? ¿Existe tal vez un conjunto de principios, definiciones y adhesiones que deban suscribirse para ser reconocidos formando parte del gran proyecto civilizatorio?

La última de estas preguntas surge porque estamos habituados a pensar en los términos de la vieja política, la de los partidos y del Estado, y de las viejas organizaciones. Son preguntas típicas que se plantean y deben responder por anticipado quienes se proponen, por ejemplo, organizar un partido político o un movimiento de lucha social o que aspire a obtener cuotas de poder. Incluso los movimientos que han surgido hasta ahora con el propósito de construir una nueva política o una nueva economía, tienden a hacerlo de ese modo: establecen la sede social, definen los mecanismos de integración y asociación, formulan el manifiesto ideológico, establecen los criterios y normas de comportamiento a que deben atenerse los integrantes, producen los reglamentos que dan estructura e institucionalidad al movimiento, incluidos los procedimientos para elegir a los dirigentes, para sancionar y excluir a los inadaptados, etc.

Quienes así proceden están todavía pensando en los términos de la ya vieja civilización en crisis, y continúan organizándose y actuando conforme a dicha civilización, que requiere estructurar, guiar, controlar y disciplinar a las propias fuerzas. Lo hacen así, porque todavía no han comprendido el modo de ser y de constituirse de la nueva civilización.

La civilización nueva y superior que estamos creando convoca de otro modo, e integra y unifica conforme a sus propios modos superiores de relacionarse. En primer lugar, ella convoca a todos, significando esto que no establece categorías de sujetos privilegiados potencialmente participantes (como sería convocar a los obreros, o a los jóvenes, a las mujeres, o a los intelectuales, o a los adherentes a tal o cual religión o creencia, etc.)

La creación de una nueva civilización no convoca a integrarse a alguna forma de organización preestablecida y rígida, a un determinado proyecto ideológico predefinido por una persona o grupo iluminado particular, sino que invita a un proceso participativo de elaboración, creación y búsqueda de alternativas, de definición y construcción de una identidad compartida, de articulación de un proyecto nuevo.

Pero ¿cómo puede llegarse, o esperar que se llegue a una definición de identidad y proyecto compartidos, a partir de una convocatoria socialmente tan amplia y que no predefine ni explicita contenidos previos? La razón es que, simplemente, en el curso de un proceso de auto-identificación y auto-organización como el indicado, se verificará naturalmente un doble fenómeno: de incorporación y participación de individuos, grupos, experiencias y organizaciones por un lado, y de decantación y auto-exclusión por el otro. De auto-incorporación o auto- inclusión de los que van contribuyendo a crear la cultura y las realidades políticas y económicas que la constituyen, y de auto-exclusión de los que no se interesan por ellas o no las comparten.

De este modo, en el proceso de auto-identificación de los ciudadanos de la nueva civilización se va dando una dialéctica entre dos elementos: por un lado la voluntad de pertenecer y de participar en la construcción común, y por otro lado la progresiva definición intelectual y cultural, que al irse creando y consensuando entre los participantes va delimitando su identidad.

Porque una identidad nueva y superior es al mismo tiempo factor de integración y de exclusión: están los que comparten la búsqueda, y están quienes siguen otros caminos. Pero como en este proceso no hay un elemento de poder y de autoridad jerárquica, la pertenencia y la identidad serán el resultado de las decisiones autónomas de auto-inclusión y auto-exclusión que vayan efectuando las personas, organizaciones, redes y comunidades.

De este modo, si bien la invitación a participar está abierta a todos, las exigencias que implica la integración (creatividad, autonomía, solidaridad) determinan que quienes responden de hecho a la convocatoria sean solamente sujetos interesados realmente en un gran proyecto civilizatorio y en la creación de alternativas económicas, sociales, culturales y políticas.

Los poderosos, los corruptos, los que se sienten conformes con el sistema, los que piensen que sus necesidades están adecuadamente satisfechas y sus aspiraciones cumplidas en el marco de la sociedad establecida, los que prefieren la dependencia a la libertad, no aceptarán integrarse en el proyecto de creación de la nueva civilización. Y de todos los que lleguen una vez, aunque sea por curiosidad, a aceptar una tal convocatoria, permanecerán en el proceso de construcción de la identidad y del gran proyecto común, quienes estén dispuestos a poner su parte, a participar activamente, a pensar y debatir junto a otros, a realizar una creación colectiva.

Se es parte de la nueva civilización y se participa de sus valores, beneficios, ambientes e instancias, en la medida en que se contribuye a crearlos. A diferencia de lo que ha ocurrido en las civilizaciones anteriores, de las que se entra a formar parte en cuanto ellas se imponen por la fuerza o en cuando se las adopta por conformismo o adhesión pasiva.

Los ciudadanos y los grupos, las redes y comunidades de la nueva civilización, aprenden fácilmente a reconocerse entre sí. No es necesario que muestren pasaporte de identidad, pues se reconocen en el modo en que se relacionan cuando se encuentran, en el modo en que se comunican, y también en los contenidos de su comunicación. Contenidos que no son los típicos mensajes cada vez más vacíos, pobres y alarmados que intercambian entre sí los habitantes de la civilización moderna en crisis (lugares comunes que sobre la economía, la política, los espectáculos, la vida cotidiana, etc. les han trasmitido antes los medios masivos y las instituciones del Estado), sino los resultados de su propia creatividad, sus búsquedas, sus ideas, sus obras, sus proyectos, sus aprendizajes, sus iniciativas educativas, económicas, políticas.

Pero ¿cómo se verifica el reconocimiento recíproco entre los participantes? ¿Cómo se va definiendo la identidad de la nueva civilización? Esto es muy interesante, y lo examinaremos en el próximo capítulo.

Luis Razeto

 

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